¿Cabrá Sant Jordi en la Rosaleda?
En más ocasiones de las que nos creemos, nuestros concejales han de comerse marrones, llovidos del cielo, que parecen más injusticias que obligaciones del cargo. Son esos castigos que sin comerse ni beberse hay que acabar pagando mientras te tomas bicarbonato. Y quizá el caso más notorio y sobresaliente sea, en Alcoy, el de la Rosaleda. La impresentable chapuza jurídica que acometió el PP de Miguel Peralta, pasándose por la entrepierna democrática la crítica de los perroflautas de La Carrasca, derivó en un proceso judicial de tribunales, abogados, procuradores, peritos, arquitectos y varios, cuyo coste valdría la pena sumar para escarnio de alguna conciencia, si es que realmente hay alguna. Y además, ahora, hay que rehacer la obra-chapuza por valor de casi cinco millones de euros, para reponer lo que exige no La Carrasca, sino el Tribunal Superior de Justicia.
El tiempo, aliado de la desmemoria, puede equivocarnos, pero la “desfeta” de la Rosaleda tiene nombres y apellidos, prepotencia contra denuncias y demandas que no pueden ni deben pasar de puntillas por nuestra historia local. Y el PSOE, culpable incluso de que no tengamos playa, esta vez es el inocente que paga los platos rotos del PP. Que no se olvide.
Y ahora, al calcular cómo reponer la zona verde robada y que tantos desprecian y no valoran, se han encontrado con un marrón diarréico: No cabe el monumento de San Jorge en la nueva Rosaleda. Y hay algunos impresentables que se regodean, desde sus cavernas, con el problemón que tiene el nuevo gobierno de izquierdas. Pura alcoyanía. Los 80 metros cuadrados que ocupa actualmente la base hormigonada del monumento de Gonzalvo, con estanque-surtidor, no caben en la exigencia judicial de zona verde que debe ocupar la nueva Rosaleda, de ahí que en todos los dibujos y visualizaciones virtuales de la futura plaza nunca aparezca el monumento.
Vanesa Moltó, la nueva concejala de Urbanismo y responsable de digerir la manzana envenenada, debería retirarle el saludo a Jordi Martínez, que en esta nueva legislatura se ha librado del marrón. Eso no se hace con una amiga.
Pero afortunadamente, el equipo de gobierno municipal es una piña ante el problema y todos andan remangados buscando soluciones, Martínez el primero, contando con el arquitecto del proyecto y los técnicos municipales. El objetivo está claro: que San Jorge no tenga que buscar posada y que nadie tenga que asumir el papel de Tirisiti negando posada.
En algún momento se ha hablado en distintos círculos de la posibilidad de que el monumento a San Jorge vaya a la rotonda del nuevo acceso norte, dando la bienvenida a los que llegan desde Cocentaina, pero preocupa que asuste la visión de un falangista brazo en alto (San Jorge formó parte de las falanges romanas) al llegar a Alcoy. Pese al cariño, la calidad artística del recio Pepe Gonzalvo, y la versión pacífica del santo guerrero, la realidad es que no estamos ante una obra que estremezca o emocione. Los 40 años transcurridos, desde su inauguración en 1983, no los ha soportado todo lo bien que todos desearíamos. Hace ya muchos años, el bienaventurado irreverente Gustavo Cardenal, uno de nuestros mejores escritores, que nos castiga con su silencio, escribió un demoledor artículo, en las páginas de Ciudad, en el que comparaba el monumento con el “Mazinger Z”, héroe de los dibujos animados de los años ochenta, provocando una cruzada contra él y contra la libertad de expresión desde “allí baix”.
A lo largo de varios siglos, los alcoyanos se plantearon dedicarle un monumento al patrón, pero en estas cosas siempre hemos sido lentos. Para construir la primer iglesia de San Jorge esperamos 153 años después de la muerte de Al Azraq. Normal que para el monumento tardáramos siete siglos. Y ahora que ya lo tenemos lo convertimos en el peregrino. Lo instalamos en 1983 pero en 2002, para construir el dichoso párking de las mil humedades, lo trasladamos a Cervantes. Un año después regresa a la Rosaleda, pero en otra ubicación, con escalinata de noche de Cenicienta para poder hacerse fotos multitudinarias y ofrendas. Y en el plazo de unos meses tendrá que volver a emigrar en cuanto comiencen las obras de remodelación de la plaza. ¿Se irá a un sitio provisional con vocación de regresar o buscarán un nuevo lugar definitivo?
Lo de la rotonda norte, para acceder a los polígonos, queda descartado por lo lejos que queda de los circuitos festeros y el susto que se podría llevar algún despistado de madrugada. Distintas fuentes municipales consultadas insisten en que el objetivo es que la Rosaleda siga acogiendo al monumento y para ello se está asistiendo a un máster de puzles, para conseguir meter los 80 metros cuadrados de base hormigonada en el metraje ajardinado, aunque Manolo Arjona lo pinte de verde ecológico.
Y ahí están, dándole vueltas, buscando una solución a un problema que generaron unos señores políticos del PP apenas llegaron al poder municipal, como primer gran obra que hiciera sombra a todo lo que los socialistas habían hecho los 20 años anteriores. Sombra, desde luego, no hicieron en la Rosaleda.
Valdría la pena sumar todo lo que le ha costado a los alcoyanos en euros este desaguisado que comenzó en 2002 y que trajo a Alcoy a un tal Enrique Ortiz.