A los que dan sin recibir
Ahora que ya quedó atrás y no hay peligro de que no se cumpla, confesaré que en 2021 me propuse valorar todo un poco más. Y la verdad, lo conseguí. Tras el susto que nos dio la pandemia, empecé a apreciar eso que algunos llaman “pequeños momentos de la vida” y, sinceramente, tiene su gracia. Aprendí a valorar incluso llegar a casa los viernes por la tarde y que oliera a café recién hecho. Pero a veces, aunque crees que ya eres experto en esto y que la vida no te puede pedir más, te cambia la baraja que tienes entre manos y te da un golpe de realidad. Desde hace dos meses, la enfermedad nos ha tocado de cerca a mi familia y a mí, y hemos aprendido que por mucho que valores y agradezcas, la vida sigue siendo igual de frágil. Han sido semanas de incertidumbre, de sentir miedo, de recibir mensajes y esperarlos. Y como de todo lo malo se saca un aprendizaje, también ha habido hueco para ello. Cuando no puedes estar físicamente con ese familiar porque las circunstancias lo impiden, solo queda confiar en que está rodeado de buenos profesionales que también lo van a cuidar y luchan con nosotros. En muchos momentos, frases como “son muy buenos profesionales, está en buenas manos” son las que han sembrado un poco de esperanza en esta época tan mala. Y ahora que ya ha pasado un tiempo, incluso les ponemos nombres; Héctor, Silvia, Lumi, y tantos otros. Y todo esto, la posibilidad de tener a nuestra disposición a esta marea de profesionales de la salud pública, con todas sus letras, también me ha hecho reflexionar durante este tiempo. Creo que no reciben lo que merecen, creo que el sistema de salud pública en España deja mucho que desear. Y, en cambio, no somos del todo conscientes de la valía que tienen los sanitarios que trabajan en él a diario para sacar adelante las vidas de nuestros seres queridos. De su profesionalidad, pero también de su entereza, de su humanidad y de su tacto en los momentos más difíciles. Así que yo, después de todo lo vivido y lo que queda, voy a pedir de nuevo que se valore más, pero esta vez a todos los profesionales de la salud que ni reciben lo que dan, ni trabajan en un sistema justo. Personas excelentes y capacitadas que deciden poner la vocación en el centro y acompañar a otros en sus momentos más delicados, un día cualquiera, el 25 de diciembre o mientras suenan las campanadas en los boxes de una UCI.