Un gen competitivo que no entiende de deportes
Tras dejar atrás una etapa en estados unidos como promesa del deporte universitario, Carlos Matarredona se ha destapado como jugador de baloncesto, siendo el MVP de la final de la liga local

Lo que parecía una retirada, ha resultado ser solo el comienzo de una segunda vida deportiva. Carlos Materredona, uno de los mejores tenistas que ha dado Alcoi, ha vuelto a levantar un título… aunque esta vez, cambiando la raqueta por el balón de baloncesto. Campeón de la liga local con el equipo Els Ponts Albaida, el menor de los hermanos Matarredona, ha sorprendido a muchos con su impacto inmediato en un deporte que, hasta hace poco, no era el suyo de forma oficial.
Y sí, aunque pueda parecer chocante, es una realidad: tras cerrar su etapa en las pistas de tenis, Materredona ha encontrado en el baloncesto una nueva vía para mantener viva su vena competitiva. Pero lo más impresionante no ha sido su fichaje, sino su influencia directa en el éxito del equipo, siendo un jugador clave desde el primer partido hasta el último segundo de la final.
Els Ponts d’Albaida se proclamó campeón de la liga local tras imponerse en la final al Font Roja en una serie al mejor de tres partidos. En el primer encuentro, victoria ajustada por 60-56, decidida en los últimos instantes, donde Carlos anotó 24 puntos y firmó dos triples cruciales. En el segundo choque el equipo sentenció con un claro 75-60, y Materredona volvió a brillar con 20 puntos más, llevándose el MVP de la final.
Antes, eso sí, se quedaron a las puertas en la Copa, cayendo en semifinales ante Servinegar por 40-47, un encuentro en el que Carlos no pudo participar. Aun así, su presencia en el resto de la temporada ha sido vital: ha disputado prácticamente todos los partidos completos y ha promediado más de 23 puntos por partido.
Su llegada y la de un joven de 21 años revitalizaron a un equipo con mucha experiencia pero que necesitaba piernas frescas. “Al equipo le faltaban rotaciones, está formado por gente muy veterana, que juega en la liga local desde hace mucho tiempo, incluso a nivel profesional y tiene muchos recursos porque pero no tenían esa frescura y esa juventud que nosotros hemos aportado”.
Aunque para muchos Carlos Materredona siempre ha sido “el tenista”, lo cierto es que el baloncesto no es un deporte nuevo en su vida.
De hecho, ha estado presente desde siempre, acompañando en silencio su carrera en las pistas de tenis. “Es verdad que luego me decanté por el tenis, pero desde que nací he tenido una canasta en casa. He jugado con mi hermano, le he acompañado a partidos siempre que podía, y de ahí me viene la afición al baloncesto”, explica Carlos.
Y no es casualidad. Aunque en muchas ocasiones se le ha relacionado con su tío por parte materna, Miguel Valor –quien también vivió la experiencia del tenis en Estados Unidos como él–, el baloncesto forma parte del otro gran legado familiar, por parte paterna.
Su padre jugó durante toda su vida en la liga local de baloncesto, y, curiosamente, dos de los actuales compañeros de Carlos, Diego y Javi Fernández, compartieron equipo con él hace más de dos décadas. “Mi padre jugó con Diego y Javi cuando eran jóvenes, con 16 o 17 años. Hoy uno sigue jugando conmigo y el otro es nuestro entrenador. Es bonito cerrar ese círculo de padres a hijos”, añade.
Además, su hermano, Pablo Matarredona, siempre ha estado vinculado al baloncesto, con recorrido en categorías como la Segunda FEB, lo que refuerza esa dualidad deportiva que siempre ha respirado en casa.
Tras colgar la raqueta, Carlos tenía claro que no quería alejarse de la competición. “Sabía que el baloncesto me podía dar eso que echaba de menos: competir. No me apunté por apuntarme, ni para hacer deporte sin más. Yo buscaba algo que me motivara, que me picara, que me devolviera el gusanillo de competir”, confiesa.
Y vaya si lo ha encontrado. En su primera temporada completa, ha sido pieza clave en el título de liga de Els Ponts Albaida, ha promediado más de 23 puntos por partido, y ha sido MVP de la final, con actuaciones sobresalientes. “He vivido 20 años con la competición como parte de mi vida. Cuando lo dejas, hay un vacío. Y el baloncesto me ha ayudado a llenarlo con ilusión nueva”.