Manolo Candela: «El tiro con arco me ha abierto puertas y la mente»

El arquero alcoyano ha conquistado su título 19 de España con 60 años

Manolo Candela lleva camino de convertirse en el eterno campeón. Ejemplo de longevidad deportiva, con 60 años y tres décadas como arquero, hace unos días en la localidad de Manzanares (Ciudad Real) conquistaba el título de campeón de España de tiro con arco adaptado en sala. Algo que no es nuevo para él, que entre competiciones bajo techo y al aire libre suma 19 campeonatos nacionales, a los que habría que sumar una decena de podios. Un palmarés inigualable que se completa con un título europeo individual, un subcampeonato del mundo por equipos y cuatro presencias en una Olimpiada, récord absoluto en su disciplina. El diplona olímpico en Pekín 2008 representa el mayor hito de un arquero español. Ahora compagina seguir compitiendo con formar a los arqueros locales y dar cursos a nivel autonómico como técnico de la Federación.

– ¿Quién era Manolo Candela antes de aquel fadítico accidente de moto del que pronto se cumplirán 35 años y que te cambió la vida para siempre?

– Mi vida transitaba entre el deporte y mi trabajo como fontanero. Era un oficio duro, porque me dedicaba a ir de fábrica en fábrica. Jugaba al fútbol y hacía judo. Esa disciplina que aplicaba en mi día a día para poder llevar todo adelante me vino muy bien para rehacer mi vida y dedicarme al tiro con arco, un deporte que requiere de mucha concentración, de trabajar bastante la mente porque requiere de repetir muchos ejercicios para mejorar la técnica.

– ¿Entonces apareció la figura de Eduardo Latorre, omnipresente en aquella época?

– Efectivamente, me ayudó mucho como lo hizo con tantísimas personas y nos transmitió su entusiasmo por el deporte. Siempre he sido una persona muy activa. Recuerdo que muchos días me levantaba y me iba a correr antes de empezar a trabajar. Incluso al terminar mi jornada laboral me iba otra vez a correr. Esa mentalidad de superación permanente me ha acompañado siempre y fue la que me impulsó a seguir adelante y buscarme un deporte que se adaptara a mis circunstancias. Era 1990 y no es igual que ahora, entonces solo estaba el tiro con arco y el baloncesto en silla de ruedas. Había un equipo en Elche, pero entrenaban tres veces por semana y no tenía coche, además la carretera de entonces no es la de ahora. Así llegué al CD Santa Lucía donde estaba Juan Ortega, que tiraba en arco.

– ¿Y se produjo el “flechazo”, nunca mejor dicho?

– Alcoy fue sede en 1993 del Campeonato de España adaptado. Aquella competición significó mi debut y terminé subcampeón. El seleccionador, que estaba preparando el Europeo, me vio y empecé a entrar en sus planes. Tres años después, disputé mi primera Olimpiada en Atlanta 96. Venía de ser campeón de Europa y viajé con mucha ilusión pensando en obtener un buen resultado. La realidad fue muy distinta. Había un mundo entre nosotros y los mejores equipos. Igual que en otros deportes como la natación o el atletismo, España ha crecido muchísimo, en tiro con arco seguimos estacandos. Hemos intentado entrenar con el equipo absoluto y después de años de mucha pelea por ello, sigue siendo una batalla perdida, incluso en nuestros días. Luego también me clasifiqué para Sydney 2000. Fue otro baño de realidad. El año anterior habíamos sido subcampeones del mundo en Nueva Zelanda y tampoco conseguimos nada. También logramos clasificarnos para Atenas 2004, y nueva decepción.

– ¿Y entonces llegó Pekín 2008?

– Estaba en un buen momento de madurez deportiva y ahí sí que tuve la recompensa, con ese octavo puesto. Mi diploma olímpico sigue siendo el mayor éxito obtenido por un arquero español en una Olimpiada. Nadie ha conseguido repetirlo. También soy el español en tiro con arco que más veces ha ido a una Olimpiada, con cuatro.

– ¿Podría decirse que fue la mayor alegría como deportista de élite?

– Posiblemente sí por la trascendencia que siempre tiene una Olimpiada, pero guardo muy buen recuerdo de otros campeonatos, como el Europeo al aire libre que se celebró dos años antes de Pekín, en el que conseguimos el título por equipos. Hicimos un sacrificio muy grande todo el año, juntándonos bastantes veces para entrenar y compartir experiencias. Surgió una unión que hizo especial aquella medalla de oro por lo que supone conseguir un título en equipo.

– ¿A nivel competitivo supuso tocar techo, aunque tu carrera deportiva presenta otros éxitos importantes?

– Tengo tres títulos europeos entre sala, individual y por equipos. Además de ese subcampeonato del mundo como selección española, a nivel individual tengo un cuarto puesto, quedándome a las puertas del bronce en el Mundial celebrado en 2003 en Italia.

– Y después de Pekín, ¿el abismo?

– Venía de una época arrastrando muchos problemas de hombro, hasta que el tendón supraespinoso no aguantó más y se rompió en una caída en una competición. Tuve que esperar un año a que me operaran y otro de recuperación. No podía ni salir de casa. Tuve que alquilar una grúa para poder levantarme de la cama y una silla eléctrica para moverme por casa. El cirujano que me operó cree que lo mío fue una especie de milagro. No hay demasiados casos de pacientes con una lesión tan grave como la mía que vuelvan a competir. Siempre digo que fue gracias a la disciplina que siempre apliqué a mi vida. Otra persona en mis circunstancias igual hubiera abandonado, yo siempre pensé en la recuperación, en ir más allá del día a día y si ello significaba que tres veces por semana viniera un fisioterapeuta a casa, no me importaba. De ahí que fue tan especial el título de campeón de España del año pasado. Llevaba tres de recuperación y verme otra vez en lo alto de un podio después de tanto tiempo, hizo que no pudiera evitar emocionarme y alguna lágrima se me escapó. Fue muy emotivo.

– ¿La cuestión es que has vuelto con más fuerza si cabe?

– Está claro que con 60 años y después de haber pasado por una recuperación tan larga es difícil volver al mismo nivel que estabas. Trato de suplir esas carencias físicas y los problemas de espamos en las piernas que arrastro con experiencia y saber estar en el campo de tiro. Intento priorizar, por lo que solo preparo la temporada de sala, donde las distancias son más cortas. Bajo techo la exigencia física es algo menor, se tira a 18 metros, mientras que al aire libre las dianas están a 70 metros, que es la distancia olímpica. Aunque no es tan fácil como la gente pueda pensar, en sala las dianas son de 20 centímetros y de 2 el 10 por 1,20 metros y de 12 centímetros el 10 al aire libre.

Entrevista completa en la edición del 21 de marzo