El último guardián de la artesanía del calzado
Zapatero ‘de cuna’, Torres ejerce con maestría un oficio en vías de extinción. Desde Alcoy, trabaja para toda España
Alfonso Torres empezó a trabajar a una edad que ahora mismo no estaría permitido: Siendo aún “un niño”, reconoce. Cubría rápidamente el corto trayecto que separaba el antiguo colegio Virgen de los Lirios y la Plaça de Dins, y se incorporaba diligente al negocio familiar, dedicado a la reparación de calzado y fabricación artesanal. “Alternaba la escuela y el trabajo”, recuerda. La tradición era tanto por parte de padre como por parte de madre, procedentes ambos linajes de la campiña cordobesa, como centenares de familias emigrantes en esa época.
Se “independizó” en la década de los 80 y fue entonces cuando abrió, junto a su mujer, Julia Soler, el establecimiento de la calle Sant Nicolau que pronto se convertiría en un referente del calzado artesanal y los complementos para la Festa. “Hacemos todo lo que tenga que ver con el cuero”, remarca.
Pero si hay un artículo que le ha hecho popular, es sin duda las alpargatas. “¿Que cómo aprendí a hacerlas?, pues viendo como eran, no tienen ningún misterio”, asegura Torres, como si cualquier persona con algo de destreza fuera capaz de fabricar un par de estos singulares zapatos, que tienen un origen rural.
Y es que para este zapatero alcoyano, acreditado como artesano desde 1994, la fabricación de calzado asociado a usos tradicionales e indumentaria festera, no tiene ningún tipo de secreto: “Trabajamos para toda España, para fiestas de moros y cristianos, cabalgatas de Reyes, Semana Santa, teatro, cine, incluso circo”, comenta. Y aunque el oficio sigue basado en la tradición, destaca que ha habido una evolución en cuanto a materiales, proceso de fabricación y “sobre todo, ha ido mejorando para una mayor comodidad del cliente, una cosa tan simple como diferenciar el pie derecho y el izquierdo” porque, por si no lo sabían, las alpargatas originales, también conocidas como esparteñas, se usaban indistintamente.
Lleva un ritmo de trabajo frenético, puesto que ya quedan pocos artesanos del calzado en activo, y aunque obviamente siente algo de tristeza si piensa en que su negocio no tendrá continuidad cuando él se retire, admite que “las generaciones de ahora eligen su propio camino y me parece bien que lo hagan”. Hasta que llegue ese momento, él seguirá cosiendo zapatos.