Más que un zapatero: unas manos que lo arreglan todo

Nada se le resiste a Castillo después de 45 años en el oficio

Más que un zapatero: unas manos que lo arreglan todo
Toni Castillo heredó la profesión de su padre, aunque estudió mecánica del automóvil. QUIQUE REIG

Si hablamos de zapateros en Alcoy, todo el mundo piensa en Castillo, uno de los pocos establecimientos especializados que quedan en la ciudad y el de referencia, sin duda. Toni Castillo, su alma mater, no ha conocido otro oficio que el de zapatero “de cadireta” –como él mismo denomina al trabajo que heredó de su padre–, esto si obviamos su etapa como futbolista profesional, a pesar de que incluso, durante estos años, no abandonó el negocio familiar dedicado a la reparación de calzado.

“Estudié mecánica del automóvil, en el Alcoyano me dieron una oportunidad en el primer equipo y, como ser futbolista me permitía compatibilizar el oficio, no paré de trabajar con mi padre y mi madre, ella cosía”, explica. Aun así, asegura que el oficio lo aprendió gracias a ser una persona “muy mañosa, autodidacta, desde muy pequeño cogía la máquina de coser, los instrumentos que veía por allí, practicaba, leía mucho”, recuerda, y cuando su padre enfermó, entonces tomó el relevo definitivamente y empezó a ampliar el negocio, primero en la ubicación originaria del Centenario y, posteriormente, a espaldas de la antigua Portalà, en la calle Gregori Casasempere Juan, lugar que tuvo que dejar cuando desalojaron el grupo de viviendas a mediados de los 2000.

Y en la actualidad, unos metros más abajo de la misma calle, el negocio ya no es ni la sombra del lo que era. “Ha evolucionado muchísimo, hemos diversificado con toda clase de reparaciones, arreglamos ropa, hacemos bordados, trabajos para la Fiesta, impresiones digitales, mi hijo Cristian se encarga de esta parte”, comenta, al tiempo que remarca la dificultad de contratar profesionales cualificados que le ayuden: “Está mal encontrar a gente, los gobiernos nunca han fomentado la enseñanza de un oficio artesano como este, hay academias privadas pero son carísimas, ahora tenemos ocho trabajadores y a todos les he enseñado yo a base de hacer muchísimas horas”.

En Castillo fueron pioneros en realizar reparaciones en el acto. “A mí me gusta decir que es como un espectáculo, la gente ve en directo el trabajo que hay detrás y lo aprecia de una forma especial”, señala Toni, que se define a él mismo como un “zapatero a la vieja usanza, ‘Mans’ me decían cuando jugaba a fútbol, porque lo arreglaba todo”. “Una maleta, un abanico, lo que sea, se lo ve todo fácil”, apunta su mujer, Mari Carmen Martínez, que también hace muchos años que está en el negocio. Juntos atienen una media diaria de cien personas: “aquí siempre hay cola, el boca a boca es lo que mejor nos funciona, tenemos clientela de toda la comarca, incluso de Albaida, Callosa d’en Sarrià…”.

Le preguntamos a Toni qué es aquello más extraño que le han pedido que repare y estalla a reír recordando que un cliente quiso que le arreglara la dentadura postiza. “A esto ya no me atreví”, bromea.

Para acabar, reflexiona alrededor de un futuro relevo generacional de su negocio: “me gustaría pero no depende de mí, las artesanías están muy poco valoradas, tendría que fomentarse que las empresas recibiéramos subvenciones por formar a los trabajadores, de este modo no se perdería el oficio”.

Y es que ya no hay casi zapateros. Toni Castillo es de los pocos en Alcoy que continúa apostando por esta tradición artesana en peligro de extinción, pero que, además, no deja de innovar y adaptarse a los nuevos tiempos.

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