Kilimanjaro, el desafío de altura

Cinco miembros del Grupo Excursionista Ratot han logrado con éxito la ascensión al Kilimanjaro, la montaña más alta de África, con sus imponentes 5.895 metros de altura. Esta hazaña no es la primera de su clase para algunos de estos montañistas, que ya habían coronado antes el Aconcagua, la cima más alta de América del Sur, y el Elbrús, el techo de Europa. Sin embargo, la aventura africana no era su objetivo inicial, ya que, en un principio, la expedición había fijado la mirada en el Denali, la montaña más alta de América del Norte.

Jordi Castañer, uno de los líderes de la expedición, explicó que las condiciones meteorológicas óptimas para escalar el Denali se dan durante los meses de mayo y junio, cuando también se conceden la mayoría de los permisos para la ascensión. Sin embargo, la falta de tiempo y las complicaciones logísticas les llevaron a modificar sus planes. Con una subvención pública en mano y la pasión por la alta montaña intacta, decidieron centrar su objetivo en el Kilimanjaro, una cumbre menos exigente en términos técnicos y más asequible a nivel de planificación.

Así, Jordi Castañer, Gabriel Cantó, Pau Castañer, Tono García y Paco Fuster comenzaron su aventura hacia el Kilimanjaro. Para ellos, esta expedición no era solo una oportunidad para superar un nuevo desafío, sino también para disfrutar de los paisajes únicos que la montaña africana tiene para ofrecer. Gabriel Cantó explica que uno de los aspectos más bonitos de la experiencia fue la variedad de paisajes que encontraron a lo largo de la ascensión. “Comienzas en la selva, rodeado de una vegetación exuberante, pero a medida que avanzas y ganas altura, esa vegetación desaparece y te encuentras en un entorno mucho más árido”, comenta. Esta transición gradual es una de las razones por las que la ascensión al Kilimanjaro se convirtió en una experiencia única.

Para enfrentarse a este tipo de desafíos en la alta montaña, la preparación física y mental es fundamental. Gabriel Cantó destacó la importancia de ambos factores, señalando que, sin una buena preparación, el riesgo de sufrir mal de altura es mucho mayor. “Durante el año nos hemos preparado en varios puntos clave, como Sierra Nevada y los Pirineos. Esto nos ayudó a mejorar nuestra resistencia y a adaptarnos a la altitud”, explica. La aclimatación es crucial para evitar complicaciones ya que a más de 3.000 metros, el
oxígeno comienza a escasear y el cuerpo sufre para adaptarse a la altura.

La expedición empezó desde lo más bajo posible, permitiendo que sus cuerpos se aclimataran progresivamente. Sin embargo, Pau Castañer optó por un enfoque diferente, subiendo corriendo casi todas las etapas, salvo la última, para coronar la cima junto a sus compañeros. Esta decisión tuvo consecuencias, Pau sufrió síntomas leves de mal de altura, principalmente dolores de cabeza, debido a la falta de tiempo para que su cuerpo se aclimatara adecuadamente. “Mientras nosotros tardábamos entre tres y cinco horas en cada etapa, él lo hacía en poco más de una hora”, explica Jordi Castañer.

Otro de los desafíos a los que se enfrentan en alta montaña es la alimentación y las condiciones en las que se duerme en un campamento al final de cada etapa. “Comíamos lo que nos preparaban los guías y, para beber agua, siempre le poníamos pastillas potabilizadoras. Dormir en una colchoneta sobre el suelo rocoso tampoco es lo más cómodo, pero forma parte de la aventura”, comenta Gabriel Cantó.

Uno de los principales retos fue enfrentar las bajas temperaturas, que en algunas ocasiones llegaron a descender por debajo de los -20ºC. Para combatir el frío, debían mantener un ritmo constante al caminar, lo suficientemente rápido como para generar calor, pero no tan intenso como para sudar, ya que el sudor podría congelarse y provocar hipotermia. “Mantener el equilibrio adecuado entre no enfriarse demasiado y no sudar es clave para evitar problemas en la montaña”, añade Cantó.

A pesar de las condiciones, la expedición no sufrió contratiempos físicos ni meteorológicos graves. Todos actuaron como un verdadero equipo, asegurándose de que nadie se quedara atrás y apoyándose mutuamente en cada momento. “Fuimos un verdadero equipo, ayudándonos en todo momento”, recuerda Gabriel, subrayando el espíritu de compañerismo que marcó la travesía.
Uno de los momentos más inolvidables de cualquier expedición de montaña es la llegada a la cumbre. Según Gabriel Cantó, es un instante cargado de emociones y sentimientos. “Cuando llegas a la cima, por la cabeza se te pasan muchos recuerdos. Te acuerdas de los que ya no están, de todo el esfuerzo que has hecho para llegar hasta allí, y sientes emociones que son difíciles de describir”, confiesa Gabriel. Para los miembros del Grupo Excursionista Ratot, ese momento en el Kilimanjaro fue menos estresante que en otras cumbres más técnicas, donde tras hacer cumbre, el verdadero reto muchas veces reside en la bajada.

“En otras montañas, cuando llegas arriba, lo primero en lo que piensas es en la bajada, ya que puede ser mucho más complicada y técnica que la subida”, explica Gabriel. Sin embargo, en el Kilimanjaro, la bajada no presentaba ese nivel de dificultad, lo que les permitió saborear la llegada a la cima, disfrutando del paisaje.

Para el Grupo Excursionista Ratot, la conquista del Kilimanjaro es solo una etapa dentro de un proyecto mucho más ambicioso. Jordi y Gabriel mencionan que su objetivo final es completar las “Siete Cumbres”, un reto mundial que consiste en escalar la montaña más alta de cada continente. Han bautizado su reto como “Set Continents, Set Cims”, un desafío que reconocen como “una propuesta loca”, pero que están decididos a intentar.

A pesar de que saben que será un desafío enorme, confían en que con el apoyo adecuado de las instituciones y las entidades públicas, que a día de hoy no es el suficiente, podrán alcanzarlo. “Necesitamos un mayor respaldo para poder afrontar estos retos”, señala Jordi, que también agradece el apoyo que han brindado algunas empresas locales.

Con el Denali todavía en su punto de mira y el sueño de completar las “Siete Cumbres” siempre presente, el Grupo Excursionista Ratot demuestra que no hay barreras inquebrantables cuando la pasión por la montaña se convierte en el motor de sus vidas. “Cada montaña te enseña algo nuevo, y eso es lo que más nos engancha de la alta montaña”, concluye Jordi Castañer.

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