Reivindicación del saxofón para la música en vivo
Con la excelente excusa de los 40 años en activo de Moisés Olcina
No es el flautista de Hamelin, pero podría ser el saxofonista del Hamelinjazz. Los cuarenta años de Moisés Olcina son como una granada musical que, a medida que le vas sacando granos, te descubre nuevos colores, sabores, olores… Y contagia. El pasado sábado por la tarde, con el salón de actos del CADA a punto de ebullición, lleno de amigos y seguidores, asistimos a un verdadero espectáculo de solistas del saxofón que no hicieron ninguna concesión graciosa con temas de aplauso fácil. Arriesgaron, lo pusieron difícil para oídos desentrenados, pero triunfaron porque se les notaba que disfrutaban y trasladaban desde el escenario su pasión y su disfrute. Junto al veterano maestro Moisés Olcina, en su 40 aniversario como músico, estaban los profesores solistas Eladio Sellés, David Castelló y Raúl Richart, con una primera parte mágica y nada fácil, en la que Moisés se adentró en la música de nuevas estéticas junto a un Gilberto Dobón que nunca deja de sorprender por lo inesperado. La versión “para saxo tenor y electrónica” de la obra “A love supreme” de John Coltrane, que cumple ahora 60 años de edad, sonó fresca, más viva que nunca y aunque Coltrane se adivinaba muy lejos, seguro que habría disfrutado y animado en su búsqueda espiritual de la pureza.
Compartimos una fiesta de aniversario, la de los 40 años que Moisés se inició en la Música Nova con un oboe, pero aquello fue en realidad la fiesta del saxo y en verdad que fueron capaces de “saxar” las boquillas de sus instrumentos y los oídos sudorosos del público que llenaba la sala del CADA. No sonaban melodías tonales, esperadas, si no que la música se rompía armoniosamente como en una cascada de burbujas de jabón.
Reconforta redescubrir a Moisés junto a sus compañeros del cuarteto, abierto a nuevos sonidos y experiencias musicales, porque el polifacético e incansable Moisés no le da la espalda a nada musical. Con sus compañeros de cuarteto, en verdad que lo tiene fácil. Asistimos a una verdadera exhibición de maestros solistas capaces de armonizarse al servicio de la composición, brillando con el “Hop Hop” de Gordon Goodwin o con los ritmos populares griegos del maestro David Salleras. Y el público aplaudió y se entusiasmó en algunos momentos con esta suma de virtuosismo que sabemos “nuestro”, local, forjada la llama en nuestras bandas, extendiendo ese sentimiento musical a Cocentaina, de donde es Raúl Richart; al Ontinyent de David Castelló y a la Música Nova alcoyana de Eladio Sellés y Moisés Olcina. Y sudaron no solo por el aire acondicionado averiado, como ya les ocurrió hace un año según confesó Moisés, sino por la dificultad técnica del “Two Improvisations”, de Phil Woods. Piezas que formaron parte de su actuación en el Congreso Mundial del Saxofón, celebrado en Canarias, y que van a quedar registradas para siempre en un próximo disco.
Disfrutaban tanto que en contra de lo que en Moisés suele ser habitual, regaló al público una pieza al final, fuera de programa, momento que sus compañeros aprovecharon para regalarle una foto de recuerdo de este 40 aniversario. Este momento relajado también fue aprovechado para que los intérpretes se despojaran de sus americanas, tratando de aliviar la temperatura reinante.
El doble concierto, electrónico con Gilberto Dobón y el de 3+1 Saxophon Quartet, encerraba en sí mismo una contundente reivindicación de la música en vivo, la de los músicos cara a cara con el público para compartir y ser partícipes de la gran fiesta de la música. Moisés dejó claro que nada de todo esto sería posible o tendría sentido sin el público. Y todos ellos, con la emocionante excusa del 40 aniversario musical de Moisés, lo consiguieron sobradamente. Fue un buen “saxeo”.