Pues a mi Alcoy me gusta mucho

Ya cumplidos los 70 –¡puff qué mayor estoy!– arrastro una rabia melancólica por la insatisfacción que me produce todo lo que no hablé con mis padres y todo lo que no les pregunté y me quedé sin saber de ellos. Y mira que a mi madre le exprimía la memoria, ávido de saber. Pero me quedé corto. La información enriquece y alimenta los sentimientos. También hay una información que dicen que es poder, pero yo hablo de la otra, de la información más cercana, espontánea, la doméstica, de esa que tanto necesitamos para comprender, para generar empatía y aceptar a los diferentes. Y siento que en la llamada sociedad de la información hay cada vez más sabios sobre Ucrania o sobre la Franja de Garza que sobre lo que ha ocurrido con el cierre del Teatro Principal o por qué están de obras en la Rosaleda.

Hay una gran inquietud por los temas internacionales, alimentando la globalización, pero da la sensación de que carece de interés el funcionamiento del centro de enfermos mentales del Barranquet de Soler o el trabajo anónimo que están desarrollando Cáritas o Cruz Roja en nuestro barrio.

Toda esta desinformación o falta de interés por conocer mejor lo próximo, nos está llevando a facilitarles el trabajo a los demagogos y a quienes se crecen con la manipulación de la información. En cuanto te despistes, el Teatro Principal de Alcoy está cerrado porque el gobierno de Mazón ha recortado el gasto en cultura y da igual que Mazón lleve seis meses en el gobierno y el Principal seis años cerrado. Hay quien está convencido de que la Rosaleda van a reformarla por capricho de Toni Francés, el que dilapida el dinero de los alcoyanos, que después del carril bici ahora va a remodelar la Rosaleda porque le da la gana y quiere molestar a los vecinos de la zona, que sabe que no le votan. Ya nadie recuerda que llevamos 17 años esperando que se cumpla una sentencia contra una ilegalidad cometida por un gobierno municipal del PP.

Y en esta sucia y embarrada refriega de políticos, contando cada cual la historia según le conviene, se alimentan la desinformación, los bulos y el desapego por lo próximo, que ya no conocemos. Una de las consecuencias más comunes es que quienes están en la oposición, sean quienes sean, acaben hablando mal de Alcoy. Para poder criticar al gobierno se critica a la ciudad. Si usted oye a un político, o civil, que no se alinea con el gobierno, escuchará lo mal que está Alcoy, un pueblo que se muere, hundido en la miseria, al borde del cierre. Es el eslogan que a lo largo de los años han ido alternándose el PP y el PSOE. Luego están los colaterales que hacen lo mismo según estén o no en el gobierno.

Y así es como quien escucha tiene la sensación de que este pueblo es inmortal, porque lleva muriéndose desde que hay memoria, porque el franquismo nos marginó, el sanusismo nos perdió, Peralta nos vendió, Sedano nos traicionó y ahora Toni Francés nos está rematando. Menos mal que, con más o menos asistencia, seguimos respirando. La otra versión, en algunos momentos incluso ridícula, es la de los gobernantes vendiéndonos, envuelta con papel de celofán, una ciudad inexistente, fruto de su pésima capacidad para disimular que una mula coja y sorda es un corcel brioso.

Y de tanto insistir, año tras año, ciclo tras ciclo, han logrado que un gran porcentaje de gente esté convencido de que Alcoy es una ciudad zombi, un muerto andante. Y que aquí no hay futuro.
Para ellos, los políticos, resulta esencial vincular la ciudad, sus bondades y desastres, a los gobernantes, anulando el papel de la sociedad civil, de la gente que trabaja, innova y crea al margen de las subvenciones y el paraguas, casi siempre amigo, de los políticos. En el fondo no les acaban de gustar aquellos que triunfan al margen de ellos, sin dependencias directas, ni las iniciativas con recorrido que no dependen de un favor o bendición gubernamental. Y les surge la imperiosa y desesperante necesidad vital de controlarlo topo, de saberlo todo, famélicos de esa información tóxica que dicen que da poder.

A mi, Alcoy me gusta mucho. Quienes no me gustan son los políticos marrulleros, los demagogos y manipuladores y los que se instalan en el Olimpo, donde estás conmigo o contra mi; me adoras y elogias o eres antialcoyano; me sigues ciegamente o eres de los otros; aplaudes cuanto hago y digo o eres de los del no. A mi, Alcoy me gusta mucho, pese a los malos políticos.

Pero no todos los políticos son malos. Que tampoco nos engañen quienes confunden la crítica y la discrepancia con la condena al infierno de los partidos políticos o el sistema. No. Los partidos y los políticos son la mejor herramienta que tenemos, hasta ahora, para gestionarnos como sociedad. Y hay que defenderlos sin renunciar a la crítica. Lo otro es delegar en los salvapatrias, los héroes, los que se sacrifican sin que nadie se lo pida y quienes siempre serán el problema y no la solución.

Conocer la historia cotidiana de la ciudad nos ayudará, sin duda, a comprenderla, quererla, y nos facilitará el sentimiento de familia, de tribu. Y es compatible con saberlo todo sobre Donald Trump.

Que te guste mucho Alcoy no es malo, como tampoco, claro, que no te guste.

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