¡Pedrooooo…! (2)

El tal Pedro lo ha hecho, la ha vuelto a liar. Y la “Pe” casi se ha quedado sin voz gritando por segunda vez su nombre. Y ni siquiera el PP, con su insuficiente Vox, levantando la suya hasta el cielo en todas las capitales de España, ha podido hacer nada por evitarlo. Y ahí se incluyen los “rosarios y la petición de ayuda divina”.

Decíamos ayer… bueno, ayer no, sino justo días después de la convocatoria por parte de Pedro Sánchez de las elecciones para el 23 de julio y en mi artículo del mismo nombre, versión 1 publicado en este mismo medio (10/06/2023), que el presidente “derrotado” en las locales y autonómicas, a consecuencia de su vena maquiavélica, se jugaba en los mencionados comicios el bigote y algo más si fracasaba en su empeño de perpetuarse en el poder.

Pasada ya esa fecha y si entendemos que sacar menos votos que el partido contrario es perder, pues Pedro perdió. Entonces ¿cómo es que ha salido, otra vez, presidente?

¿Realmente perdió el mandamás socialista las elecciones del pasado julio? Pues el jefe de la oposición dice que sí, y lo dice muy convencido. Pero él, Sánchez, el del sanchismo, se ha empeñado en lo contrario y ahí lo tienen, dirigiendo de nuevo el país. Y encima le han sobrado tres votos, aunque algunos opinan que será “Pedro el Breve” en esta legislatura, pero qué quieren que les diga, tratándose de quien se trata igual en el 2030 todavía lo tenemos por aquí, dándole que te pego.

Pero ¿cómo lo ha hecho? nos preguntamos todos. Fácil, dice casi media España: ha dicho mentiras a porrillo, ha “vendido” su investidura a precio de saldo regalando por doquier prebendas y concediendo, a cambio de nada, la joya de la corona cual es la famosa amnistía, inconstitucional ella, a los indepes del “procés”. Esto le ha valido furibundos ataques de la derecha española como los de José María Aznar: “El Sr. Candidato Sánchez es un peligro para la democracia constitucional española” o los del vicesecretario del PP Miguel Tellado: “Debería irse de este país en un maletero”. Le han llamado el Orban del sur y también Hitler, y hasta feo, con lo “bizcochito” que es. Por todo esto la oposición dice a voz en grito que la Ley de Amnistía “romperá España”.

Sin embargo, para “un poquito más” de media España, Pedro ha sido un dúctil negociador que ha puesto de acuerdo, quizás mediante pactos “extraños”, a un sinnúmero de partidos heterogéneos a los que parece que haya dado mucho a base de promesas y buenas voluntades, pero que en realidad, según dicen los entendidos (de su cuerda, claro) apenas ha cedido nada. Bueno, la realidad es que va a condonar un total aproximado de unos 38.000 millones de euros a las CCAA (15.000 a Cataluña, Rodalíes aparte). Calderilla, vamos.

Es cierto que Pedro Sánchez se ha montado una ley de Amnistía, parece que a prueba de tribunales constitucionales, con la idea de que la misma va a sentar las bases de una mejor convivencia entre Cataluña y España, sin embargo para algunos catalanes de gran peso, el precio ha sido “renunciar a la vez a la autodeterminación y a las políticas que el país (catalán) necesita”. Clara Ponsatí dixit. Pero lo innegable es que esta ley va a dejar sin efecto los cargos que tienen pendientes casi 1.400 catalanes entre líderes políticos, responsables administrativos, policías y otros ciudadanos que participaron directamente en la organización del referéndum ilegal, como directores de colegios, etc. Obviamente Puigdemont también está incluido en el paquete, cuestión que de verdad nos jo.. a todos y que por abortarla estaríamos dispuestos, muchos, a cometer alguna pequeña barbaridad.

Pero como nos interesa el personaje, hemos de preguntarnos, entre otras muchas cuestiones, si de verdad sus decisiones, basadas quizás en sus “ansias desmedidas de poder”, suponen un peligro de rompimiento de España o no. Para argumentar un poco la respuesta me remito, entre muchos otros ejemplos entre los que podría escoger, al Sábado Santo de 1977, cuando el malogrado Adofo Suárez legalizó el Partido Comunista de Santiago Carrillo (el de las matanzas de Paracuellos del Jarama) con la intención de iniciar con ello, junto con otras muchísimas reformas, la moderna España de la transición. A pesar de cómo se puso el franquismo, lo consiguió. Y no se rompió nada. Al contrario, aquí estamos, lo que nos lleva a pensar: ¿y si Pedro Maquiavelo Sánchez tuviera razón y le saliera bien, otra vez, el lío que ha montado? Tiempo al tiempo.

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