De Alcoy a Oxford, Smart City-Zone

Alcoy, designada Smart City en el 2018, es una de las 64 ciudades europeas elegidas recientemente para formar parte en la segunda edición de la iniciativa Intelligent Cities Challenge (ICC, 2023-2025), programa de dos años con el que se apoya la llamada transición verde digital. Estas 64 ciudades proceden de 17 países de la Unión Europea y, de ellas, 12 son españolas, junto a Alcoy están Almería, Benidorm, Castelldefels, Castellón de la Plana, Collado Villalba, Granada, Ibiza, Las Rozas, Molina de Segura, Sant Cugat del Vallés y Zaragoza. El reto es que estas ciudades pioneras sean punta de lanza experimental de lo que ya se conoce como «Ciudades de 15 minutos». Pero, ¿qué son estas «Ciudades de 15 m.»? El modelo fue ideado por el urbanista francocolombiano Carlos Moreno (cuyo libro La revolución de la proximidad ha sido publicado este mismo año 2023) y popularizado por la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, quien centró su campaña de reelección de 2020 en convertir a la capital francesa en un ejemplo a seguir por otras grandes ciudades, como ha sido el caso de Barcelona, Roma, Milán, Toronto, o Buenos Aires, y más que se van sumando a la lista como Copenhague, Portland y Melbourne. La idea es simple y a primera vista parece golazo: que todo lo necesario para tu día a día esté a 15 minutos de tu casa, andando o en bici, el colegio y el trabajo, el parque y el supermercado, el centro de salud y el centro comercial. El objetivo a largo plazo -nos dicen- es hacer innecesario el uso del vehículo privado, promoviendo así ciudades menos contaminantes y más “inteligentes” y cómodas para el ciudadano. Llegados a este punto, la pregunta es obvia: bueno, ¿y qué hay de malo en todo esto? Vayamos por partes, pues no es oro todo lo que reluce, y pasemos del ejemplo de Alcoy, Smart City al de Oxford, Smart Zone, caso que merece punto y aparte. Revisión del gol.

En la famosa ciudad universitaria de Oxford se lleva ya tiempo aplicando restricciones de movilidad con cámaras de vigilancia que aplican filtros de tráfico a la población inglesa. Con estas primeras restricciones de tráfico no puedes coger tu vehículo particular para ir al centro o ir a comprar o visitar a un familiar más allá de tu área asignada, hay problemas circulatorios para poder llegar a muchos puestos de trabajo y muchas familias han salido del centro urbano. Estas restricciones, aún iniciales, que impiden la libertad de movimiento y desplazamiento, son las que han provocado las primeras críticas. Desde diferentes redes sociales, ciudadanos se están quejando que el centro de Oxford se está convirtiendo en una critptocárcel urbana al aire libre donde sólo pueden vivir los ricos, dejando la periferia y extrarradio a los más pobres. Siguiendo la agenda, el gobierno inglés ya ha dicho que las restricciones irán a más y a partir de 2024 se pondrán en marcha en Oxford los nuevos filtros de tráfico de seis vías por las que solo podrán circular autobuses y taxis, junto los peatones y ciclistas. Los residentes tendrán permiso para conducir su propio coche 100 días al año y los no residentes sólo 25 días al año. Así que hoy por hoy sus 150.000 residentes solo pueden salir de su distrito -y de momento hay 6 distritos limitados- con permiso, en lo que ya se está llamando «confinamientos climáticos». No es de extrañar que las protestas y manifestaciones allí sean cada vez más masivas y menos pacíficas. La población se ha negado a pagar las multas por saltarse las restricciones de horarios y áreas. Y de hecho, los «actos vandálicos» realizados por los propios ciudadanos  “neutralizando” las nuevas cámaras de seguridad instaladas han puesto en solfa al gobierno inglés. Esos civiles desobedientes y soberanos que derriban o desactivan las cámaras de control y vigilancia reciben el nombre de “Blade Runners” y se están extendiendo cada vez más por todo Reino Unido. Londres está cada vez más preocupado con este «vandalismo ciudadano» hasta el punto de reconocer que debido a esta contundente acción de la ciudadanía no podrán cumplir los plazos de implementación previstos en su Agenda.

La utopía verde digitalizada que nos venden en Alcoy y otras ciudades europeas bajo el argumento de la sostenibilidad y la emergencia pseudoapocalíptica del “cambio climático” (y de las «emergencias» que puedan ir llegando) pasa por alto en su buenismo naïf ciertos aspectos a considerar: entre otros, la descomunal inversión necesaria para la masiva reestructuración de recursos y espacios, negocios y viviendas; el aumento de los impuestos y las tarifas para los residentes y no residentes; la inevitable recreación de guetos y zonas de exclusión entre ricos (centro) y pobres (periferia y extrarradio); por no hablar de lo más importante: la merma de libertades y derechos constitucionales que se tendrán que saltar a la torera al impedir el paso y enclaustrar a la gente en burbujas de hiperproximidad controladas a rajatabla por cámaras de vigilancia con la última tecnología digital. De la mano de estas «ciudades inteligentes» irán la digitalización de los datos personales y de la vida cotidiana de sus ciudadanos, la ciberseguridad para el control de la información y la vigilancia total 24/7, la eliminación del dinero físico por la moneda digital con su correspondiente Smart Wallet para el “buen” ciudadano, la transición al uso de transportes públicos y al coche eléctrico y la eliminación del vehículo particular, etc…  Éstas y otras son las líneas de trabajo de la Agenda Digital España 2025, dentro de la Agenda Digital Europea, a su vez en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 que aparecen en los libros de texto para enseñar en la escuela. Cuestiona. Investiga. Piensa por ti mismo y verás.

Como sea, la utopía verde digital puede convertirse fácilmente en distopía amarilla: sólo hay que ver (lo que nos dejan) de China. Ciudades como Shanghái y Cantón ya son literalmente cárceles urbanas con puertas y vallas electrónicas, cámaras de reconocimiento facial por todos los lados, controlando incluso la entrada y salida de las viviendas y negocios. Y si pensamos que Europa no es China, y Alcoy mucho menos, no estamos del todo acertados, es lo que tiene la digitalización globalizante. Por muchas críticas que reciba se sigue extendiendo y ampliando de forma galopante el sistema de puntos del crédito social chino que premia o penaliza a sus ciudadanos según el cumplimiento o no de las numerosas leyes y prohibiciones (saltarse un semáforo, fumar en la calle o tirar un chicle te puede llevar a una «lista negra» por mal ciudadano con sus correspondientes consecuencias, con algunos episodios de la serie Black Mirror te haces una idea). De hecho este sistema de puntos se está ya exportando a Europa de forma embrionaria y maquillada, por ejemplo en Bolonia y Roma con su Smart Citizen Wallet o “Cartera Ciudadana Inteligente”. La avanzada tecnología china de vigilancia total y control de masas se abre paso y se expande con rapidez por gran parte de Asia, Europa, África y Suramérica. Ni EEUU le sigue el ritmo a los chinos. Así que…

Esto no es humor amarillo, en efecto, no es oro todo lo que reluce y la etiqueta “Smart” es de todo menos elegante e inteligente: propiciar un espacio urbano compacto controlado y digitalizado no nos lleva per se a promover un modo de vida local más humano y autosostenible, el neotribalismo globalista de la hiperproximidad pandigitalizada no nos lleva por sí solo a pequeñas comunidades autosuficientes e interconectadas sino más bien a un estado panóptico de vigilancia total incluso al aire libre donde los ricos tendrán gran crédito social y una vida cómoda y lujosa, mientras que los pobres vivirán con lo justo y necesario (“no tendrás nada y serás feliz”) llenos de restricciones y con unas instalaciones básicas paupérrimas. No hace falta leer filosofía (Vigilar y castigar de Foucault o el Panóptico de Bentham), ni irse a ver una larga serie de películas distópicas (Metrópolis, Fahrenheit 451, Brazil, Ghost in the Shell, Gattaca, Dark City, 1984, Matrix, Elysium, entre muchas otras que nos hacen reflexionar sobre las posibles consecuencias transhumanistas del puro progreso biotecnológico) para hacerse una idea de por dónde pueden ir los tiros. Con todo, el primado negativo de toda esta filmografía se puede volver consciente y positivo. Y la programación predictiva, un aviso para navegantes…

Alcoy, cómo no, es también uno de los 140 municipios de la RECI (Red Española de Ciudades Inteligentes) en el empeño del Ayuntamiento de hacer a toda costa a nuestra pequeña ciudad un referente europeo en la digitalización tecnológica, quizá en el anhelo inconsciente de recuperar viejas industriales glorias. El carril bici recién terminado (con todo el nuevo enorme cableado que va por debajo en algunos tramos necesario en nuestra ciudad para la implementación de la nueva tecnología 5G y IoT o Internet of Things) es un ejemplo de esta desproporción, y también un exceso por defecto cuando la utopía es distópica y el oxímoron una contradicción. Y es que las restricciones de acceso al centro, las próximas ZBE (Zonas de Baja Emisiones), el despliegue de infraestructura de sistemas inteligentes y digitalización, la ciberseguridad y los verificadores de la información, entre otras, han llegado para quedarse y, prima facie, para extenderse, gracias al asesoramiento de “expertos”, a las enormes cantidades de subvenciones europeas y a las tecnologías avanzadas que aún están por desplegarse y activarse a su máxima potencia, con los correspondientes efectos de su enorme contaminación electromagnética.

Como lo es el caso británico de Oxford, nuestra pequeña “Ciudad Inteligente” de Alcoy es una buena muestra botón de todo este incipiente y a la vez desproporcionado desarrollo. Esto no es sostenibilidad con el medio ambiente, desde luego, por muy verde que lo pinten. Por aquí se suceden una serie de pequeñas barbaridades sin que de momento mucho polvo se levante: se incrementa la vigilancia del tráfico en Cotes Altes y Cotes Baixes con la instalación de 21 cámaras nuevas (inversión 109.433 euros); el Tribunal Superior de Justicia declara ilegal la ordenanza de peatonalización del centro (y condena al Ayuntamiento de Alcoy a pagar las costas); se amplia el proyecto «Kit Ciutadà» para impulsar la red IoT o “Internet de las cosas” (155.304 euros); o se aprueba sin preguntar demasiado el proyecto CPLL (Centro de Primeras Llegadas) en la antigua Base militar de Aitana con una capacidad de hasta 1.100 plazas para inmigrantes (dotación 26,6 millones de euros) sin pensar en las consecuencias a medio y largo plazo para los vecinos de los pueblos de la Sierra de Aitana. No sé, puede parecer un caramelo que Europa busque en Alcoy el futuro de las Ciudades Inteligentes y la digitalización de la forma de vida de sus ciudadanos con el disfraz verde de buenismo progre pero, ¿es eso lo que quieren sus habitantes? Bueno, ¿acaso alguien puede elegir bien si antes no está bien informado? Cuestiona. Investiga. Piensa por ti mismo y verás. De la nueva Babylon, de las ciudades “Smart” de 15 minutos de transhumanismo digital, empecemos a salir ya antes de que sin darnos cuenta entremos más…

 Alejandro Roselló, profesor de Filosofía de Alcoy.

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