Decepción generalizada entre los sanitarios por permitir de nuevo fumar en las terrazas

Durante estas últimas semanas hemos visto publicadas en distintos medios de comunicación muestras de satisfacción y al mismo tiempo opiniones de decepción con respecto a la derogación por parte del nuevo gobierno valenciano de la prohibición de fumar en las terrazas. Por lo que una vez más observamos que lo que para algunos es motivo de satisfacción, para otros es motivo de decepción, pero tristemente una vez más la economía gana a la salud. ¿O no?

Cierto es que esta norma entró en vigor como una medida más de prevención durante la pandemia, protección frente a la expansión del virus. Una medida sin duda loable y saludable, toda precaución era poca.

Alguien de ustedes cree que, si el humo podía ser capaz de difundir el virus, no va a transportar los más de 6000 componentes derivados de la combustión del tabaco, muchos de ellos tóxicos y bastantes de ellos cancerígenos, aunque se esté en un espacio abierto, pero en el que las mesas, las sillas, las personas, están muy cercanas unas de otras.

Esto incluye a cualquier persona, si personas mayores, no fumadores y niños, sobre todo niños.

Por ese motivo era bueno aprovechar la ocasión de mantener la medida, aunque la pandemia haya sido dada por finiquitada.

Pero terminada la pandemia, la restricción se fue levantando en algunas Comunidades Autónomas y aunque estas medidas están centralizadas en el ministerio de sanidad, a pesar de las transferencias sanitarias a las CC.AA., cada una tomó sus decisiones, siendo la Comunidad Valenciana la única que quedaba, lo que nos llenaba de orgullo a muchos de los profesionales que creemos que la salud está por encima de otras vicisitudes, incluidas las económicas y las políticas. Podía lucir yo entre mis compañeros del buen hacer de la Sanidad Valenciana. Pues nada, mi gozo en un pozo.

Parece ser que al final no aprendemos nada, no ya de la pandemia, maldita pandemia, si no de los valores del ser humano.

Cuando se prohibió fumar en bares y restaurantes, los hosteleros pusieron el grito en el cielo, supongo que habrán cambiado de opinión ya que se respira mejor, se pintan menos los locales, la comida sabe mejor y los restaurantes están llenos, eso sí, si dan buena comida, con buen servicio y amabilidad.

¿Se perdió dinero? Igual la forma de atraer y conservar clientes no es la de permitir fumar en las terrazas.

Desde el CNPT, y desde distintitas sociedades científicas hemos pedido por activa y por pasiva que se mantuviese la medida, pero claro defendemos la salud de todos, no la economía de unos pocos.

Como siempre perdemos ante este dilema.

Les voy a contar una anécdota para terminar, de este verano, aun con la restricción vigente, un joven matrimonio valencianoparlante (esto es importante en este caso), con dos niños pequeños uno de 3 años y otro de tres meses pararon en un restaurante con terraza camino de vuelta a casa, necesitaban terraza pues iban con un perrito. Pues bien, cogieron mesa, se sentaron y un señor (por llamarle algo) sentado a su lado se puso a fumar, con el vientecillo el humo iba hacia los niños. El papá de ellos con educación le dijo, por favor ¿puede apagar el cigarrillo?, vamos con nenes y además está prohibido fumar.

Pues lean aquí la respuesta de esta persona: ¿Qué eres Ximo Puig?, para a reglón seguido decir: habrá que dejar de fumar que a estos catalanes les molesta. Aquí terminó la conversación, no hubo más réplicas, pero el individuo siguió fumando.

¿Esta es la sociedad que queremos? Opinen ustedes mismos.

Pues sigan fumando, pero háganlo en su casa, aunque mejor si dejan el hábito ya que no se si sabrán que cada año mueren en España alrededor de 54.000 personas, unas 3.000 a consecuencia de humos de los demás.

Rectificar es de sabios.

FRANCISCO PASCUAL. Miembro de la junta directiva del Comité Nacional para la prevención de tabaquismo. Médico de la UCA y del GARA. Presidente de Socidrogalcohol

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