La Vespa como filosofía de vida

Emilio Turrión acaba de regresar de Túnez y proyecta llegar hasta Armenia a finales de este verano

Hace diez años, Emilio Turrión, farmacéutico de Muro, decidió dar un importante giro en su vida y prescindir de las comodidades que le podían dar una posición económica estable, con el propósito de heredar la pasión viajera de su madre, pero con una visión muy particular, particularísima se podría decir, a la hora de conocer otros lugares del mundo.

Así fue como nacía lo que él denomina como filosofía vespista, que no es otra que embarcarse en esa bendita locura que es subirse a lomos de su Vespa 200 de 1999, el clásico scooter heredado que aparece en muchos rincones de un garaje acumulando polvo, pero que él ha conseguido darle una nueva vida.

Diez años en los que ha recorrido tres continentes y cerca de 40 países, la mitad de los 80 que calcula que ya lleva visitados. Los inicios fueron en “casa”, allá por 2013, con un recorrido a lo largo de toda la geografía española. Fue tan reconfortante aquella experiencia, que no ha parado desde entonces. Solo la pandemia, inoportunas lesiones y alguna que otra desilusión, como el robo de la primera Vespa, le apartaron un tiempo de la carretera, pero fue como quien da un paso atrás para luego acabar dando dos al frente.

En 2016 completó el mito motero de cruzarse toda Europa hasta Cabo Norte, en Noruega, el punto más septentrional del continente, tras más de 14.000 kilómetros. Ha estado en Estados Unidos, aunque cuestiones legales le hicieron desistir finalmente de cruzar el país de costa a costa. También viajó hasta Polonia y este invierno estuvo en Marruecos, junto a un grupo de “vespistas”, cruzando el Atlas y adentrándose en el desierto.

No debió parecerle suficiente aquello, que decidió organizar su propia aventura, en un país menos volcado con el turismo y más auténtico. Eligió Túnez. Como es su costumbre, lejos de buscar las líneas rectas en los mapas para acortar distancias y ahorrar gastos, alargó el viaje, previo paso por Italia, tanto en la ida como en la vuelta, con visita a la isla de Córcega incluida.
En total, cuatro semanas en ruta, un mes entero, con 2.000 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Acaba de regresar hace unos pocos días. “Me he encontrado un país seguro y menos turistas de los esperados”, resume Emilio Turrión, quien ha escaso disfrutar de aquellos lugares más conocidos del país, como el Coliseo de El Jem, el segundo más grande del mundo después del de Roma, la ciudad de Cartago o las cuevas de Matmata, famosas porque allí se rodaron las escenas del desierto de la Guerra de las Galaxias o del Paciente Inglés, por recordar las películas más célebres.

Tuvo sus “problemillas”, sobre todo en fronteras y puntos policiales, que no terminaban de creerse que un europeo se dedicara a recorrer el país con una Vespa, pensaban que la había robado y le obligaban a abrir el motor para ver el número de bastidor. Ese punto de aventura, por lo imprevisible, no lo encontró hasta adentrarse más al sur del país, después de recorrer sus interminables carreteras que dividen el desierto en dos.

Fue en el trayecto entre Tozeur a Douz cuando le pilló de pleno una tormenta de arena. Fueron algo más de 40km que para Emilio Turrión le parecieron 400 interminables kilómetros. “Fue una experiencia brutal, de esas que terminas y no puedes evitar que se te salten algunas lágrimas de lo mal que lo llegas a pasar. Incluso los propios nativos, cuando me vieron, no daban crédito a lo que estaban viendo. Dejó de funcionarme el GPS, la cobertura del móvil, el caos es absoluto. Las ráfagas superaban los 100km/h. La ventista acaba engulliéndote y no sabes cómo acabará aquello. Se me hizo eterno”, recuerda.

Dentro del mal, aprovechó para quedarse dos días en aquel lugar, hacer algo de turismo y cortarse el pelo mientras ponía de nuevo su Vespa a punto y lavaba la ropa que llevaba encima. “Viajar en Vespa es algo especial. Es el trasto que nadie quiere entre motos de 1.000cc que despierta mucha curiosidad. Mientras otros van a altas velocidades tu sabes que no puedes pasar de 70km/h. En algunos albergues llegas a meter la moto hasta en tu habitación y dormir junto a ella. Parece que con una Vespa el tiempo se detiene. Debes estar bien preparado psicológicamente, todo lo que pasa de tres semanas vas sumando mentalmente y se hace difícil”. confiesa.

Aun no ha descansado de un viaje y ya está planificado el siguiente, que será hacia finales del verano. Su intención es llegar hasta Armenia, previo paso por Italia, Chipre, Grecia y Turquía, país en el que tiene previsto recorrer unos 3.000 kilómetros, para luego dar el salto a Georgia y Rumanía. Los cálculos le llevan a pensar en 8.000 kilómetros tras mes y medio sin bajarse de su Vespa 200 de cuatro marchas. “He estado en la Antártida, en Nueva Zelanda, en el Amazonas, pero nada es comparable con viajar en Vespa”, indica. Regresará y en 2024 es intención es recorrer América del Sur desde Argentina. “Es lo que yo llamo filosofía vespista”, concluye.

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