Yo no voto

   Un pueblo que elige a corruptos no es víctima sino cómplice: no es el caso de San Cristóbal de Cuellar. Este pequeño pueblo segoviano ya ha elegido gobierno local entre los mismos vecinos del pueblo sin candidatos ni partidos. De los 153 vecinos censados, 80 vecinos pasaron a dejar su papeleta en la escuela del pueblo el pasado 26 de marzo. El mecanismo es simple: cada vecino podía votar como máximo a otros 5 vecinos, los 5 más votados de todos los vecinos han sido los elegidos para el gobierno local para los próximos 4 años. Si uno no quiere el cargo o no puede, pasa al siguiente. Un voto, una persona. Punto y pelota. El regidor elegido como alcalde, Tomás Merino, un anciano de casi 80, lo tiene claro, y cito: «Ni PP ni PSOE ni IU, nos importa tres pitos, la cosa es beneficiar al pueblo… Aquí se vota según sean las personas… de toda la puta vida». ¿Y por qué no se puede hacer algo así en todos los pueblos de España? ¿Tan tonto parece aún para muchos lo que es evidente para algunos, para cada vez más? La próxima pantomima de «elecciones generales» que se va a hacer en nuestro país no puede ser llamada demo-cracia como «poder del pueblo». Yo, de forma consciente, NO CONSIENTO y, no por dejadez infantiloide o desidia política (que la hay, y mucha), no voy a participar del próximo circo electoral por dignidad moral y honestidad intelectual. Ser partícipe de una farsa sabiendo que lo es es dar tu consentimiento tácito, con todo lo que eso puede suponer… no hacerlo, no ir a votar, o romper el voto delante de la urna de forma tranquila y pacífica, es una declaración legítima de tu desacuerdo con el actual sistema electoral y la forma más inteligente de deslegitimar esta partidocracia o Estado de Partidos que poco o nada tiene que ver ya con el verdadero sentido etimológico de la palabra «democracia». Repito, lo del próximo 28M en España no puede ser llamado «democracia»,  es una falacia, ni representativa ni nada, en las actuales circunstancias tu voto sirve de poco o nada… y es que hay mucho mito en torno a la abstención política, o fiscal y, por ende, a la desobediencia civil y pacífica. ¿Hay que obedecer una ley si es injusta? ¿Y por qué NO IR A VOTAR este 28M? Politólogos, juristas, jueces, abogados y estudiosos del derecho penal pueden coincidir en poco, o en mucho discrepar. Con todo, el sentido común crítico y bien informado y dirigido por el propio discernimiento nos pueden dar algunas pistas cuando no argumentos para algunos pocos ofendidos o escépticos; filosofadas o fumadas de sillón para otros muchos aún en proceso…
   Primero, votar es un derecho,  individual y político por el que comprometemos de forma consciente y responsable nuestra soberanía natural, y no un deber cívico ni una obligación moral. Segundo, mi voto no designa a una persona elegida por mí sino a una ideología determinada e interesada, a unos candidatos elegidos por los intereses de los jefes de su partido que a su vez tienen otros jefes y más intereses, etc..; el supuesto «poder del pueblo» pierde su fuerza y sentido si dicho poder no se ejerce de forma directa y participativa, cuanto más indirecta y representativa más partidaria y partidista, y así el sistema se vuelve meollo y el meollo chanchullo: la corrupción estructural de base lo pudre todo. Tercero, con el actual sistema proporcional de recuento que tenemos en España los votos no sirven tampoco para representar nada más que una ilusión de libre elección (Inglaterra reinventó este tramposo sistema «democrático» de partidos con candidatos puestos a dedo  para que no se rebelaran sus más populosas colonias, entre ellas la India, que con el tiempo consiguió recuperar su independencia del imperio británico gracias a la no connivencia legal y a la desobediencia civil de sus ciudadanos, Gandhi a la cabeza). Cuarto, en España no existe en la práctica la separación de poderes, algo imprescindible para cualquier democracia representativa que no quiera nacer enferma. La separación de poderes no es de facto real,  los poderes legislativo, ejecutivo y judicial de nuestro Estado no son ejercidos por órganos distintos, autónomos e independientes entre sí para que se controlen, limiten y corrijan entre ellos, tal y como expusieron Locke y Montesquieu de forma magistral en su momento. En el actual sistema parlamentario español hay una fusión de poderes por los «criterios de representación proporcional» impuestos por el artículo 68.3 de nuestra intocable Constitución Española de 1978 donde se ratifican listas de partidos con sus propios candidatos,  lo que se conoce como «elecciones generales». En las del próximo 28M sigue estando la misma falla estructural de base. Aunque nominalmente los poderes en España tiene cada uno su órgano de gobierno (el poder judicial tiene al Consejo General del Poder Judicial, el poder ejecutivo al Gobierno y el poder legislativo a las Cortes Generales) en la práctica se trata de una separación sólo de funciones puesto que la designación del Gobierno depende del mismo que controla la mayoría en las Cortes y el Congreso de los Diputados, el mismo que a su vez designa al Consejo General del Poder Judicial. Nada nuevo bajo el sol, que decía el rey sabio Salomón. Quinta y última, de momento: la abstención masiva y consciente es el enemigo número 1 de este esperpento al que llamamos democracia en otro juego perverso de ingeniería sociolingüística de la que en estos últimos años nos hemos tenido que tragar varios ejemplos groseros. Y, si te dejas, siguen con ello. Pues de nuevo, y como ya hice con las llamadas «vacunas» en su momento, lo siento, yo no consiento.
   En fin, yo no voy a colaborar con mi voto, esto no es democracia, votar nulo o en blanco o al partido más minoritario es reforzar este sistema corrupto de base, tramposo y mafioso en su desarrollo, a la vista está de todos. Yo no voto, no soy un abstencionista pasota, soy un abstencionario insumiso que no quiere participar en este espectáculo kafkiano, cuando no juego dantesco que se quiere hacer pasar por «fiesta»  de la democracia en la que los españoles son «llamados» a las urnas para «elegir» a sus gobernantes. ¿Fiesta? ¿Qué fiesta?  La abstención consciente, la desobediencia pacífica, si fuera masiva, sería una herramienta de cambio valiosa y efectiva. Mientras tanto.. sigue siendo valiosa por sí misma… Como nos cuentan los libros de historia fue la fiesta de la democracia alemana la que llevó al poder de forma legítima al malote de Hitler con el Partido Nacional Socialista. Siglos antes, nos cuentan los libros de filosofía, en otra fiesta democrática se condenó a muerte al sabio -y cabezón- de Sócrates en un juicio urdido con la mala fina arte de los sofistas, esas «putas del espíritu»  en palabras de un Platón atacado de «vértigo» tras el desmadre sangriento de la corrupción política de su tiempo y la ejemplar muerte por ingesta de cicuta de su maestro. No parece haber cambiado mucho desde entonces hasta ahora, pese al aparente devenir del tiempo, este político esperpento que surgió como el menor de los peores gobiernos temporales posibles en la mente de los primeros filósofos griegos. De la sana democracia directa y participativa de algunas primeras polis griegas a la corrupta impuesta en la Atenas del siglo IV a. C. pasando por la distorsionada democracia de partidos de la alemania nazi del siglo XX,  y por la democracia actual de nuestro país y de otros muchos, la cosa no parece haber cambiado mucho. Si como dicen sus profesores, hay que conocer la historia para no cometer los mismos errores, ¿por qué seguimos una y otra vez tropezando? ¿Y hasta cuándo? Somos humanos, demasiado humanos… Nietzsche y Platón, y en ese orden, en esto son complementarios. No es ya sólo que la pasión queme, que la carne es débil y el poder corrompe al ignorante y al autocomplaciente, no es ya sólo que el pueblo ganado de pan y entretenimiento no quiere ser ilustrado y prefiere delegar la responsabilidad de su poder a otros porque es más incómodo mandar y más fácil obedecer, no es ya sólo que los intelectuales se vuelvan ratas de biblioteca y no protagonistas ejemplares de los libros de texto, o que los mejores en virtud y autoconocimiento sean los divergentes negacionistas negados por el sistema, o que los ancianos más sabios se desechen como escombros sociales y no sean consejeros valiosos o filósofos-gobernantes locales; no es ya sólo eso, es que, además, no hay pan para tanto chorizo, y la gente está más que harta de la política y con un hambre que no se sacia… Los pocos honrados y bienintencionados ciudadanos que se meten hoy en este sistema político acaban con el tiempo apartados, expulsados o escaldados o conversos, a veces sin saberlo… Y es que la batalla va por dentro, la guerra de verdad es psicológica y espiritual. El aceite de tu lámpara… eso es lo que está en juego. Y en estos niveles de consciencia, cualquier acción cuenta, por pequeña que sea… Yo no voto.  ¿Y tú? ¿Vas a votar? Piénsatelo una vez más. Respeto tu decisión, respeta tú la mía, gracias. El que la hace la paga. O la gana. Eso es karma. Pero esto… tú en el fondo también sabes que esto no es democracia…

Alejandro Roselló, profesor de filosofía del IES Cotes Baixes de Alcoy, Alicante

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