Gonzalo Olcina: “Hubo un tsunami que pudo llevarse por delante al Alcoyano”
El caso de Gonzalo Olcina es digno de estudio para alguien que durante los últimos quince años no ha tenido cargo fijo
Seguramente hay quien pensará que hace una persona que ha rebasado los 70 años, que ya está por los 72, siga por el Collao rebosando vitalidad y con ganas de comerse el mundo. A muchos llega a sorprenderles que alguien con esa edad se mueva como solo él lo sabe hacer en ese océano inmenso llamado fútbol modesto, tan complicado y voraz muchas veces, donde deportivamente esta temporada los aficionados y seguidores del Deportivo han saboreado y disfrutado su cara amable con ese ascenso a la Primera División RFEF y la espectacular participación del equipo en la Copa del Rey, pero que institucionalmente se llevan años de muchas penurias que han traído como consecuencia el mayor desfase económico en la historia de la entidad.
Sin embargo, detrás de esa personalidad tan arrolladora como la suya hay una historia muy potente de fuerte caída a los infiernos que llevó a Gonzalo Olcina hace quince años de vuelta al Alcoyano como terapia para sus males mentales que a punto estuvieron de llevarle por delante.
En el Collao encontró esa válvula de escape que no consiguió en su vida personal y que el tiempo ha terminado convirtiendo en terapia diaria. Quienes le conocen no entenderían un Deportivo sin alguien tan entrañable y querido como él.
–Empecemos por el principio. De esos 72 años más de cuatro décadas han estado dedicadas al deporte, primero en el fútbol, después vivió muy de cerca el despegue y los años dorados del fútbol sala local y vuelta al fútbol, donde sigue. ¿Has tocado todos los palos, jugador, entrenador y ahora directivo?
–Así es, tengo la suerte de haber vivido el deporte desde distintas facetas. Empecé como jugador, era lateral derecho. Siendo juvenil me fichó Rafael Blanes ‘Siso’ para el Contestano. No tardé en debutar en el primer equipo, que por entonces estaba en Primera Regional. Recuerdo que nos llamaron a Millán, el portero, a Paqui y a mi para jugar la Copa San Pedro, que se disputaba hacia final de temporada y los equipos eran verdaderas selecciones provinciales. A raíz de aquella participación vino el Xixona a ficharnos a Millán y a mí. El Alcoyano Amateur también me quiso y terminé jugando con ellos. Tenía 22 años y el primer equipo me llama para hacer la pretemporada. Estaba Juanito Vázquez de entrenador y llego a jugar dos partidos con ellos. El Sabadell, que entonces estaba en Segunda División, se interesa por mí y hablo con Colomina, que era quien se ocupaba de la parte deportiva en el Alcoyano. Me dice que no, que quieren que me quede. Por entonces los jugadores del amateur teníamos permiso para fichar por un equipo de la liga local cuando había jornada de descanso. Fiché por el Bilbaíno y jugué con ellos un Trofeo San Roque con Pedro y Vañó en mi equipo. En la final ganábamos 3-0 y en una acción en la que voy a proteger el balón, mi portero se cruza conmigo y me hace una entrada terrible. Me rompo la tibia y el peroné y tengo que abandonar el fútbol.
–Su prometedora carrera, de la noche al día se va al traste. Una enorme desilusión y primera cicatriz seria en su vida.
–Tardé en recuperarme y me refugié en el tenis. Con 30 años decido probar en el fútbol sala. Muchos de mi generación estaban empezando en un deporte que creció de forma muy rápida en la ciudad. Jesús Gallego me llama para formar parte de la selección local. Juego el Trofeo Filaes con los Realistas y en la liga local con el Textiles Blanquer y el Calzados Ganador. Me saco el título de entrenador y me convierto en el único técnico titulado a nivel local. Paso a entrenar al Textiles Blanquer y me hago cargo del Aclisa. Quedamos campeones y Antonio Climent nos paga como premio un viaje a Ibiza. Empiezo un nuevo ciclo, primero en el Diario Ciudad y después en el Gráficas Ciudad, lo que hoy en día es el Unión Alcoyana FS de Tercera División y entre medio entreno dos temporadas al Marquetería Peinado de Ibi de División de Plata, que por entonces era el mejor equipo de la zona.
–Empezaba a vislumbrarse sus últimos años como entrenador.
–El fútbol sala había crecido muy rápidamente y cada vez eran más los intereses por el poder. Reconozco que siempre he sido un rebelde y me repateaba toda aquella situación. Así que estallé y decidí marcharme, dimitir de todos los cargos que tenia y me fui a casa. Mi refugio fue la pintura. Me fui a Bellas Artes y retomé una vocación que tenía de niño.
–¿Y vino la depresión?
–Efectivamente. Empecé a encontrarme mal, a pensar que todos estaban en mi contra, que la familia confabulaba para quitarme de enmedio y sufro un episodio de trastorno mental brutal, hasta el punto que tengo tentaciones de quitarme la vida. La situación llega a ser tan grave que en pleno agosto, el doctor José Matarredona estaba en la playa de vacaciones y tras hablar conmigo por teléfono, me dice que aguante unas horas que va hacia Alcoy a verme. Iniciamos un tratamiento y parte de esa recuperación me comenta que debo volver a mis orígenes, que no son otros que el deporte y en concreto el mundo del fútbol.
–El Alcoyano acaba siendo la tabla de salvación para agarrarse a la vida.
–Sin el Alcoyano, no sé ahora que sería de mi. Entonces se me encendió una luz. Como presidente estaba Fernando Pérez, que había sido jugador mío en el Aclisa. Le llamé y quedé con él en el Collao. Al término de la conversación que mantuvimos me dijo que ya formaba parte de la directiva. Eso ocurrió hace quince años y ya no he vuelto a salir por la puerta que entré. Sigo aquí y aquí espero estar muchos años más. El Alcoyano es parte de mi terapia diaria y a este club le debo mi recuperación psicológica. Me ha dado mucho pero yo también he tratado de volcarme lo máximo, aunque siempre estaré en deuda con el club.
–¿Un camino largo que precisamente no ha sido de rosas, más bien todo lo contrario?
–Tengo vivencias muy bonitas, otras no tan buenas, pero creo que ha valido la pena todo este trayecto. Siempre he tratado de ser una persona seria y consecuente, a veces me paso de seria me dicen. Soy muy pasional pero con los años he tratado de no ser tan visceral y tomarme las cosas con más calma, aunque a veces me resulta difícil.
–Los males económicos actuales son herencia de la etapa de Juan Serrano como presidente, un mandato que viviste en primera línea de fuego.
–Recuerdo que cuando el club se quedó sin presidente tras la marcha de Fernando Pérez yo fui una de las personas que nos entrevistamos con empresarios jóvenes para coger el relevo. Conocía a Juan Serrano y un día estuve hablando con él. Me dijo que como directivo sí pero que como presidente no se veía. Luego se dieron las circunstancias y acabó tomando las riendas del club.
–¿Qué es lo que pasó para esa caída hasta generar la mayor deuda en la historia de la entidad cuando en sus primeros años su gestión fueron ejemplares y logró levantar un club en caída libre?
–Un buen presidente debe saberse rodear de los mejores en cada parcela. Cuando lo hizo, su gestión no ofreció dudas. El problema vino cuando quiso hacerse acompañar de gente que lo único que buscaba era regalarle los oídos. Él mismo acabó autodestruyéndose. Ser presidente del Alcoyano envenena mucho y cuando no tienes el control de lo que haces, ocurre lo que le sucedió a Juan Serrano, que no supo irse a tiempo. Él no subió dos escalones de éxito para luego bajar cuatro de humildad. Yo fui muy crítico con él en su última etapa. Constántemente le decía que se fuera, que su mandato estaba agotado.
–¿Y pese a los consejos de la gente más cercana, él siguió aferrándose con todas sus fuerzas a la presidencia?
–Los últimos tres años fueron terribles. Al problema económico se sumó el deportivo. El primer año conseguimos salvarnos del descenso por los pelos pero al siguiente el equipo cayó a Tercera. Las críticas eran feroces y brutales. El club ha estado al borde de la desaparición por las deudas acumuladas. Afortunadamente han habido personas que han apostado fuerte porque esto no sucediera. El Consejo de Administración respondió a la llamada urgente del club. Gracias a todas esas personas hemos podido disfrutar de esta gran temporada, pero el club viene de sufrir un tsunami que a punto ha estado de llevarle por delante. No puedes pensar solo en “yo, yo y yo”. El Alcoyano no es una cuestión de una sola persona. Estimaba a Juan Serrano pero me ha defraudado como persona por cómo cerró su etapa tras doce años en el cargo.
–¿Y ahora qué?
–Afortunadamente se consiguió abrir la puerta para dejar salir y se abrieron las ventanas para que entrase aire puro, estaba viciado. El Consejo de Administración ha tomado el mando del club y ha nombrado a Toni Justicia como presidente. Mientras sepa rodearse de personas que le aporten cosas positivas y que tenga claro que más vale ser cabeza de ratón que cola de león, el club tirará hacia adelante que es lo que todos deseamos. En el momento que alguien se crea que es el mejor presidente, el mejor secretario técnico, el mejor en todo, esa gestión tenderá al fracaso. Toni Justicia ha sido un valiente por la difícil herencia que recibe. Sobre todo pies en el suelo. Ocurre lo mismo con Josele González, un grandísimo profesional. Su labor en estos dos años que lleva en el cargo está ahí, merece que le den carta blanca porque detrás hay un trabajo, muchas horas de dedicación. Su renovación es un acierto. Tiene claro lo que quiere y lo traslada a cada decisión. Tiene el valor añadido de que conoce la casa, la cantera. El fútbol será difícil que aguante el ritmo actual de gastos, sobre todo dentro del llamado fútbol modesto, y el Alcoyano debe saber leer ese futuro que nos espera en un plazo no muy lejano.
–¿Cuántas puertas de despacho te ha tocado llamar en todos estos años para pedir dinero en nombre del Alcoyano?
–Innumerables, he perdido la cuenta. Hubo un momento que nadie quería hacer esa labor y se querían mandar mensajes por correo electrónico. Yo me planté y dije que ni locos, que había que ir, llamar a las puertas y llevar invitaciones si hacia falta. Alcoy es una plaza complicada y más en los tiempos actuales de crisis. He sido comercial toda la vida y ello me daba cierta coraza para que en la primera vez me dijeran que no. Mi experiencia me ha servido de bastante. Es una gran satisfacción ver que la gente no puede entrar en los campos y el Alcoyano siga teniendo socios. Saben que igual subirán en toda la temporada una o dos veces como mucho, pero ahí están. Son 1.000 o 1.200 fieles que merecen un monumento.
DEFENSOR DE LOS ÁRBITROS
–Es curioso que alguien que siempre ha tenido al trío arbitral en el punto de mira ahora sea su más fiel defensor y la persona que se preocupa porque no les falte de nada cada dos semanas.
–Quien me conozca sabe que siempre he sido muy agresivo con ellos. Ahora soy todo lo contrario y los defiendo. Pienso que su labor es muy complicada, que no solo deben estar pendientes de lo que sucede en el terreno de juego, también de lo que hablan los jugadores, en los banquillos y el público. Si ahora que tenemos el VAR hay diferencias de criterio de lo que es o no penalti. Trato de ser muy normal con ellos, no ganaría nada actuando de manera diferente. Creo que perjudicaría más que beneficiaría al Alcoyano. Entendí rápidamente que más vale lamer que morder. Tengo muy buena relación con muchos de ellos e incluso con algunos hablo por washap a menudo. En su mayoría agradecen el trato que reciben cuando vienen al Collao y para mí es una gran satisfacción cuando te dicen que vienen más a gusto que a un campo de Primera División. Me pasó esta temporada en un partido de Copa con un árbitro de Primera.
–¿Hasta cuándo?
–Ni yo lo sé, mientras las fuerzas me acompañen y mis compañeros me aguanten, aquí pienso estar haciendo lo que haga falta. No quiero ser ni el directivo uno, dos o tres. Solo quiero disfrutar y trabajar con personas muy serias y profesionales como las que tiene el Deportivo en este momento. Para mi es un plus formar parte de este grupo de trabajo.