Los niños del coronavirus. RAFAEL J. VALLS BUITRAIGO. Licenciado en Ciencias del Trabajo
El que los políticos no perdonan ni un duro de su salario a pesar de que no trabajan es ya consabido. Ya puedes darles caña que ellos a cobrar. Pero no es esa la razón de este artículo, sino otra bien distinta.
Dentro del confinamiento al que estamos sometidos se suceden una gran cantidad de situaciones que es preciso reflexionar pues si ya para los adultos empieza a ser una penuria dura de soportar, pensemos en los jóvenes y más si cabe en los niños. Los jóvenes que se asoman a las ventanas, ponen su música a elevado volumen, se gritan de una casa a otra y utilizan frenéticamente el wasapp y las redes sociales son dignos de atención pues la fuerza de su juventud y la rebeldía connatural que conlleva la edad hace que sean un colectivo al que sin duda hay que comprender aunque por lo que vamos viendo, ellos mismos son autosuficientes para evaluar su propia ansiedad y gestionarla adecuadamente a la vista de como lo están llevando. Por tanto, un aplauso cálido para ellos.
Pero otra cuestión no menos importante son los niños, esos pequeños sujetos que no paran quietos ni un momento y saltan por las camas, sofás y sillones, se agarran a los barrotes de los balcones y gritan lo que les sale, y saludan a los pocos viandantes y se apoderan de las casas y de todo su interior y que hay que sujetar en horarios estrictos de enseñanza, gimnasia, manualidades, distracciones que han de inventar los padres acordes al perfil de cada uno, sus llantos desesperados por acercarse a sus amiguitos tan cerca y tan lejos, sus prohibidas salidas al parque, sus interminables horas de televisión, sus riñas con sus hermanos, su sumisión poco deseada a los dictados de los padres, hace que todo ello los convierta en algo muy especial y muy esencial. Especial porque sin razón y con sentido común todavía no formado han de someterse día a día a lo dicho y esencial porque es muy importante analizar sus comportamientos para adivinar en un futuro que ha podido ocasionar un posible cambio en sus vidas.
El coronavirus nos somete a un esfuerzo mental muy grande, y es lo que nos prima para amainar nuestros impulsos y ansiedades pues está claro que perder la concentración es darle ventaja al virus. Pero ello llevado a mentes en formación es esencial como digo, pues el que el virus nos someta a la tortura del confinamiento al final terminará aunque con consecuencias añadidas de bienestar social, pero no prestar atención a la consecuencias añadidas que pudiera ocasionar a los niños es algo que nos concierne a todos, pues de nuestro comportamiento y de nuestro ejemplo ellos serán los niños del coronavirus solamente, pero solo deben ser eso. No hay que perder de vista ni por un instante que logre tal virus hacer mella mas allá de lo necesario y toca pues que cuidemos de los niños con gran acierto para que sus mentes ahora sometidas sean todo lo libres que deben ser cuando todo pase y medir cada instante cualquier gesto o reacción extraña para que todo sea lo normal que era antes y todo se convierta en mejor para después.
No tengo ninguna duda de que a todos nos cambiará la situación pero hemos todavía de empujar más nuestro empeño para que el final será una liberación y una vuelta a la normalidad. Que lo vivido será un mal recuerdo y evitar que nuestros jóvenes y nuestros pequeños se conviertan en los niños del coronavirus mas allá de lo que se espera y se pretende. A por ello pues con valor, con tesón y con amor….mucho amor