Empatía

Las noticias y reportajes que he escrito durante las últimas dos semanas se han ceñido a la pandemia causada por el Covid-19. Sin embargo, creo que no soy totalmente consciente de la realidad que hay fuera del balcón al que salgo cada día para respirar aire fresco y escuchar a los pájaros. Y lo creo así porque desde que fue decretado el estado de alarma, literalmente, no he pasado de la puerta de mi casa. Es así porque he tenido esa posibilidad, claro está. Familiares que sí están viviendo la realidad, me cuentan lo que pasa. Los testimonios que relatamos cada martes y sábado en El Nostre nos narran cómo ha afectado este nuevo coronavirus a su día a día. Pero a pesar de todo ello, sigo creyendo que mi cabeza no abastece a procesar esta dura situación.

Entre cifras de nuevos positivos, de sospechosos, de cuarentena, confinamiento, fallecimientos y altas me detallan una situación vivida. En esta, una persona asegura que cada día sale de casa para comprar algo, lo que sea, ‘porque no aguanto en casa’. ¿En serio? Para mas inri (la mía al menos), le dice a un trabajador, que se encuentra al servicio de los ciudadanos y de su empresa, ‘vaya suerte, al menos sales de casa para ir a trabajar’. De nuevo, ¿en serio? ¿Esta persona es consciente de a lo que se enfrentan cada día los trabajadores de ‘actividades esenciales’? Sinceramente, por sus palabras parece que no, y que lo es todavía menos que yo de la realidad de una pandemia mundial por la que cada día la lista de fallecimientos crece como la lista de Schindler.

Tras mi furia al conocer esta situación, me congrego con mis vecinos, a las 19’58 horas, no a las 20 horas, para esta cita parece que sí que estamos siendo más que puntuales en España, para aplaudir, para alabar el trabajo de aquellos que ponen sus vidas en peligro, porque no tienen las condiciones adecuadas y porque aunque las tuvieran, tienen delante al ‘coco’, para salvar la de una persona desconocida; para destacar la labor de las fuerzas de seguridad que pasan por las calles de Alcoy con las sirenas, dando ánimos y velando por que se cumplan las medidas necesarias para el bien común; para todos aquellos que hacen que el motor de este país no baje sus revoluciones a cero.

Referente a mis vecinos, a los de mi bloque los conozco, pero a algunos de la zona más cercana los he visto por primera vez este fin de semana. Uno de ellos, ha tenido la maravillosa idea de hacernos bailar, cantar, reír y dejar a un lado esta horrible situación por unos minutos poniéndonos canciones a todo dar. No importa el género musical, importa ver la unión, esa que nos está haciendo fuertes y que se palpa en un ambiente de distanciamiento.

Este confinamiento está sacando a la luz y poniendo por encima de las desventajas de las nuevas tecnologías, las ventajas de estas, y también la capacidad de conexión que tenemos las personas, más allá del 4G, para sentirnos cerca y notar el amor y el cariño con una mirada. Da igual el momento o la hora. ‘¿Hacemos videollamada?’ Una pregunta que estoy escribiendo y leyendo como creo que nunca más lo haré, al igual que creo que hay cosas en mí que nunca volverán a ser como antes. Aprendizaje, tan necesario siempre, pero que pocas veces lo tenemos en cuenta.

Falta también hace la empatía. No sabemos por qué situación está pasando el vecino que pasea al perro, o cómo se siente el vecino de al lado. Esto es así ahora y siempre. No juzguemos, sumemos.

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