Pollo sin cabeza

Que el fútbol no tiene memoria, el partido del domingo frente al Castellón fue un buen ejemplo. Hace dos semanas el aficionado blanquiazul se marchaba del Collao rebosante de felicidad tras culminar sobre la bocina la remontada contra el Lleida y pensaba que la permanencia no se le escapaba, si bien el domingo las caras del público que abandonó el campo eran bien diferentes y más de uno se fue mascullando en hebreo tras la enésima decepción de la temporada en casa. A todos nos dolió el resultado, pero sobre todo la manera cómo se produjo. El Deportivo estuvo jugando mucho tiempo con fuego en el segundo tiempo y terminó por quemarse. No supo cortarle las alas al Castellón y cuando se deja volar a un equipo de esa calidad, con jugadores determinantes, pues se acaba pagando. No es que el mayor pecado del Alcoyano fuese su falta de valentía, sino que este equipo se diseñó de tal manera a principio de temporada que su mayor instinto es llegar al área rival en el menor tiempo posible para hacer el mayor daño posible. Eso de tocar, esconder el balón, romper el ritmo del rival, hacer faltas tácticas, no va con este Deportivo. Lo suyo es correr como posesos, plantear un partido de ida y vuelta, hasta caer reventado. Fue lo que pasó con Anaba, que se fue con rampas de tanto despliegue físico, le sucedió a Braulio a la hora de juego, que se hartó de presionar la salida del balón del Castellón, y lo mismo podríamos decir de Nieto, Lino y Omgba. Si algo no se le puede recriminar a este equipo es su generosidad, tanto en la recuperación como luego a la hora de desplegarse. Otra cosa es la lectura que hace del partido. En la primera parte le entregó el el balón al Castallón, hasta el punto de resultar un equipo empalagoso, aunque el Deportivo consiguió lo que quería y fue adelantarse en el marcador, algo que con Mario Barrera en el banquillo aún no se había conseguido. Otro cantar fue la segunda parte. Cuando el partido demandaba otro estilo de juego, de mayor control y más cabeza sobre el césped, ahí el Alcoyano patinó. Fue un pollo sin cabeza de un lado a otro, hasta descarrilar.

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