Mario Barrera, el hombre tranquilo

Detrás de esa imagen cuidada al detalle, de voz por momentos casi susurrante y de hombre aparentemente tranquilo se oculta todo un personaje que ha desarrollado su carrera profesional en cinco países distintos. De hecho su vida hace apenas un mes pasaba por la fría Polonia, donde ejercía como director deportivo de un club de Segunda División. Sin embargo, llegó esa llamada que pensó nunca iba a producirse y asumió la responsabilidad de enderezar una nave a la deriva. Bajo la batuta de Mario Barrera, hijo de padre que era juez y miembro de una familia con seis hermanos, uno de ellos llegó a jugar en la albiceleste con Maradona, el Alcoyano ha enderezado el rumbo, pero sobre todo ha vuelto la paz social al club y su afición vuelve a creer en el equipo.

El hoy entrenador del Deportivo creció en un paraíso natural, en una pequeña localidad de apenas 5.000 habitantes, de nombre Hernandarias, en la provincia de Entre Ríos, a unos 300 kilómetros de la caótica Buenos Aires, situada en la desembocadura del río Paraná con el mar, el segundo más importante de Sudamérica tras el Amazonas.

Fundada por un español, Hernán Arias de Saavedra, se trata de una localidad que por su privilegiada ubicación se dedica fundamentalmente al turismo, multiplicando su población en época estival. El nexo de unión familiar era el fútbol, la pasión de su padre, que para su satisfacción vio como su hijo Rolando llegó a ser uno de los mejores jugadores de su generación.

Una leyenda del fútbol argentino, Griffa, que durante diez años jugó en el At. Madrid, le vio jugar en el equipo de su pueblo y dos meses después ya estaba jugando en Primera División. Lo fichó el Newell’s Old Boys de Rosario, desde donde dio el salto rápido a la selección argentina sub’18, coincidiendo con una generación irrepetible de jugadores, en los que además de Ramón Díaz y Calderón estaba Maradona. No tardó el fútbol europeo en fijarse en aquel talentoso centrocampista, con una zurda impresionante para lanzar las faltas, siendo el Mallorca quien lo reclutó y durante varias temporadas fue el ídolo del desaparecido Lluís Sitjar.

Un 9 muy físico

A su estela fue creciendo un espigado Mario, dos años menor, que era un 9 muy físico. Un año después del fichaje de Rolando en la isla, llegó su hermano menor para jugar en el filial de Tercera División, entrenado por Serra Ferrer. Aquel delantero corpulento no cuajó y fue cedido a varios clubes, entre ellos el Crevillente, donde conoció a su esposa Rosa, con la que se casó con 21 años y tuvo dos hijos, Mario y Jair. Como su hermano Rolando, también pasó por el fútbol francés, fichando por el Olympique Avignon de Segunda División. Aquella etapa duró apenas una temporada, al año siguiente decidió regresar a Argentina, jugando en el Douglas Haig, también de Segunda. Fueron años en los que el joven Mario Barrera no terminaba de encontrar su sitio en el fútbol, hasta que su vida dio un importante giro al aceptar un cargo político en el ayuntamiento local como coordinador de deportes que compatibilizó con sus últimos años como jugador. “Fue una etapa muy gratificante, sobre todo porque tuve la oportunidad de colaborar en un proyecto para ayudar a los niños con menos recursos de la zona, niños a los que los padres ni los escolarizaban, allí les dábamos de comer, habían profesores y solo iban a su casa para dormir”, recuerdo.

Esa añoranza familiar por España, llevó a replantearse un regreso que se hizo a través del fútbol, a raíz de una oferta para entrenar al Lorca en Segunda B, banquillo que no llegó a ocupar porque carecía de esos tres años de experiencia en la Primera División argentina que exigía la normativa española. Su tabla de salvación fue una amistad que le propuso trabajar en el Ayuntamiento de Cox, localidad en la que tiene fijada desde entonces su residencia, como coordinador de deportes. Parelalamente surgió la oferta para entrenar al Elche Juvenil de División de Honor. Una vinculación que se prolongó durante diez años. “Todo un máster de la vida”, define esta etapa el hispano-argentino.

En la entidad franjiverde pasó por todos los escalafones del club, desde entrenar la base a hacer informes para la secretaría técnica, ser el director deportivo del club, estar como ayudante del primer entrenador e incluso ser entrenador interino con
Lico. Mientras su trabajo de despacho era muy valorado, su felicidad era incompleta porque su verdadera ambición era volver al “verde” como le gusta decir. Iba a tener un segundo intento fallido, fue en el Orihuela, donde tras ser nombrado entrenador no pudo ni siquiera estrenarse porque el club cambió de propietario.

LEA EL ARTÍCULO COMPLETO EN LA EDICIÓN IMPRESA DE EL NOSTRE CIUTAT DEL SÁBADO 13 DE ABRIL DE 2019

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