¿Desmercantilizar la vivienda? RAY MONTAVA. PP Cocentaina
Si un mileurista alquila su segunda vivienda a una família que no le paga el alquiler ¿Que mecanismos tiene para defender su derecho a la propiedad? ¿Está por encima la propiedad privada al derecho a una vivienda? ¿Es demagogo que una alcaldesa prohiba que la policía local no realice ningún deshaucio?
Al mileurista no le regalan un piso, lo paga. Y si lo paga es lógico que quiera amortizar ese gasto (o no, por eso es su propiedad privada). Muchos pisos se compran para especular con su valor; si el valor sube, entonces el tenedor de la vivienda ganará más dinero. Si todo el mundo especula que la vivienda va a subir en los proximos años, entonces más y más factores de producción son dirigidos a cubrir esa demanda. A más grandes márgenes, mayor incentivo para invertir.
Todo el mundo gana si los precios son libremente interpuestos por las partes; hay más trabajo, más viviendas y son más baratas. Como es lógico, la especulación lleva consigo un riesgo que asume quién puede obtener una ganancia gracias a ella. En definitiva, un negocio como cualquier otro.
Ahora bien, ¿Por qué llamamos burbuja a la crisis inmobiliaria? Obviamente sufrimos una burbuja, pero NO como consecuencia de ser torpes a la hora de invertir sino por la ESTAFA de quienes incentivaron a la sociedad española a comportarse de forma totalmente descoordinada en base al crédito que existía. Y estaba ahí por culpa de los Bancos Centrales, quienes orquestaron toda una sinfonía de políticas expansionistas que acabaron por destruir la conexión entre lo que se prestaba y lo que realmente había.
El tipo de interés es un MENSAJE que se manda a los agentes económicos. Les dice que inviertan cuando la gente ahorra mucho y que pongan el freno cuando no. Nadie mejor que el prestamista para ponerle un precio al dinero. Si lo hace un Gobierno populista, entonces nos podríamos encontrar con la paradoja de no tener ahorro real, prestar a tipos muy bajos (mandando el mensaje de que sí lo hay) y cuando las inversiones han sido materializadas y los tipos inevitablemente suben resulta que los consumidores no llegan a poderlos pagar y los empresarios descubren que sus proyectos no son rentables. Es decir, hay una disonancia entre el ahorro y el crédito que descoordina la economía.
Resulta inquietante que la “nueva política” pida –aún- más mecanismos correctores solo porque a la su base elctoral le cae bien escuchar que así no van a pagar su hipoteca o que no habrá más desahucios (como si pudiesen esfumarse las cargas que una vivienda genera gracias a una decisión gubernamental). El populismo que subyace cada vez que la izquierda habla sobre la propiedad ayuda a entender porque no creen en ella.