“El Petrolio”

Dos años después de La Comuna de París y tan solo cinco tras la llegada de Fanelli a España, estalla en Alcoi el “Petrolio”, entre el 7 y el 12 de julio de 1873. Dirigidos por la Federación Regional Española de la Asociación Internacional de Trabajadores, miles de trabajadores se levantaron en armas, asesinaron al alcalde, se hicieron con el poder del ayuntamiento y extorsionaron a los principales contribuyentes. Finalmente el ejército entró en la ciudad, sin encontrar resistencia, y el Comité de Salud Pública huyó.

Eleuterio Maisonnave, futuro ministro de Gobernación, anunció que “seremos inexorables y aplicaremos con todo rigor las leyes a tan miserables asesinos”, y así fue. Según consta en el sumario fueron procesadas un total de 717 personas, 56 de ellas declaradas en rebeldía. Y finalmente, se presentaron cargos contra 287. Nunca se llegó a dictar sentencia, pero los últimos reos recobraron la libertad 14 años después. Ni el proceso de Montjuïc, ni el seguido contra la Mano Negra, ni siquiera la Setmana Tràgica de Barcelona provocó una represión tan general, indiscriminada y prolongada como la insurrección de 1873.

Los hechos fueron falseados por la prensa de todo pelaje y por el ministro, hasta transformar los sucesos en una historia apócrifa, digna de sus intenciones políticas. Quienes procuraron, desde la imparcialidad, hacer un juicio sosegado de los hechos, como el diputado Rafael Cervera, fueron tachados de timoratos o directamente de cómplices.

El mito nace a raíz de la intervención de Maisonnave en las Cortes el 12 de julio, cuando las tropas de Velarde todavía no han entrado en la ciudad. A su imaginación debemos buena parte de los manidos tópicos que han llegado hasta nuestros días: el protagonismo de los agentes extranjeros, las víctimas quemadas vivas, las violaciones a monjas, la decapitación de guardias civiles, los curas ahorcados en farolas, los concejales arrojados vivos y muertos desde el balcón… y, por supuesto, el martirio del alcalde, asesinado en defensa de la libertad y el orden.

Los hechos son más prosaicos y tienen su origen en una manifestación pacífica de trabajadores, en demanda de reivindicaciones laborales, dispersada a tiros. El propio presidente del poder ejecutivo de la República, Pi i Margall, a pesar de ser correligionario del alcalde asesinado, en sus memorias, no dudó en relativizar los hechos: “Resistiólos el Alcalde, que prefirió morir á faltar á sus deberes, y pagó con la vida su decisión y su arrojo. Hubo lucha, se encarnizaron las pasiones, y se cometieron excesos, aunque no tantos como por entonces pregonó la fama”.

Casi un siglo después, Rafael Coloma describió el escenario de “una ciudad asiática invadida por una cábila salvaje, llevando por trofeos restos inanimados de las víctimas” y lamentó que las tropas no aplicasen “un ejemplar castigo (…) a la horda desatada”, incitadas por líderes foráneos de una Internacional “en aras de sus fines diabólicos y perversos”. Aunque su parcialidad, por supuesto, no invalida el trabajo.

La prosa de Coloma responde a un objetivo propagandístico claro. El problema no es ese, la debilidad de su trabajo deriva del uso de las fuentes. No recoge el testimonio de ningún acusado, tampoco las alegaciones de sus abogados y ni siquiera refleja los informes de los jueces instructores. Su relato se limita a reproducir las acusaciones de funcionarios, políticos y el de su testimonio estrella, Francisco Monllor Moltó, escondido en la posada de la Viuda, frente a la Casa Consistorial. Quien debió contar con alguna moderna tecnología para escuchar conversaciones a distancia. Y que, sospechosamente, reproduce a pies juntillas las crónicas de ‘El Pensamiento Español’, un diario carlista de la época que inventó un anónimo corresponsal que informaba desde Onil.

Ahora el Círculo Industrial, merecedor de la Medalla de Oro a juicio de la izquierda institucional, reedita el libro de Coloma. De gran interés si se busca indagar en el franquismo sociológico más rancio. Un cuento de mártires y villanos. Pero si la intención fuese rescatar una investigación histórica, digna de tal nombre, publicarían la obra de Clara Lida, ‘Anarquismo y Revolución en la España del XIX’, o ‘Lucha de clases e industrialización’, de Cerdà. Lástima.

Pera más información: https://alacantobrera.com/2017/04/10/alcoi-1873-el-levantamiento-obrero-mas-importante-del-siglo-xix/

Diego Fernández es profesor de Historia y Geografía del IES Nou Derramador de Ibi

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