2.350 km a pie en tres meses y por cuatro países

María Cabanes ha recorrido caminando la distancia que separa Zúrich de Alcoy

2.350 km a pie en tres meses
María Cabanes en su llegada a comienzos de semana a la Plaça Ramon i Cajal tras completa su reto personal. XAVI TEROL

Si algo no ha abandonado a María Cabanes durante estos tres meses ha sido su eterna sonrisa. Ni siquiera el cansancio, el dolor de pies, las altas temperaturas o una tendinitis han podido con la ilusión de llegar a casa y ver cumplido un reto único, que pocos entendían al principio por innecesario, dada su cómoda posición laboral, pero que internamente necesitaba y el tiempo ha terminado dándole la razón.

“Ha sido muy duro pero enriquecedor a la vez. Ha sido una experiencia personal tremenda que volvería repatir, pero ahora no la haría sola, tendría que ser acompañada”, confesó con gran entereza escasos momentos después de cruzar el arco de triunfo que su padre Vicente Cabanes le había preparado en la Plaça Ramon i Cajal.

Allí le esperaba su madre, Marisa Sempere, con la que se fundió en un fuerte abrazo, sus hermanos Vicente, Nicolás y Gonzalo, además de muchos familiares y amigos. También el concejal de deportes, Alberto Belda, sin olvidar a su hermana Aranzazú y su padre Vicente Cabanes, que le habían acompañado en los últimos días tras pisar la Comunidad Valenciana.

Han sido algo más de tres meses de viaje iniciático, de reencontrarse con sí misma tras años frenéticos trabajando en uno de los centros financieros de Europa. Esta doctora en telecomunicaciones no tuvo demasiadas dificultades para encontrar trabajo tras aterrizar hace doce años en Zúrich con 27. El estresante ritmo de vida en esta metrópoli terminó por atraparla hasta que su cabeza dijo basta.

Su válvula de escape era un entorno privilegiado, no en vano esta localidad suiza es uno de los mayores destinos turísticos europeos para practicar deportes de invierno. Por su cabeza hacía tiempo que resonaba una frase que le dijo un familiar tras dar un paseo por el Barranc del Cinc, quien medio en broma y medio en serio, al ver un cartel del GR7 le comentó que “todos los caminos conducen a Roma”.

Fue entonces cuando pensó: “Algún día iré a Roma desde aquí”. No fue desde Alcoy, pero sí desde Zúrich y el final del camino era su querido y añorado Alcoy. En conversaciones con amigos llegó a decirlo en alguna ocasión, hasta que un día comenzó a tomarse en serio lo de unir Zúrich con Alcoy a pie. Entonces la pandemia lo aparcó todo, hasta que hace un año decidió dejar su estresante ritmo de trabajo y ya en otoño decidió que era el momento, antes de empezar a buscar un nuevo empleo.

Eligió marzo porque en Suiza es el mes que menos llueve. Sin embargo, tropezó de frente con una ola de frío con temperaturas de 5 y hasta 7 grados negativos que le obligaron a cambiar de ruta para evitar hielo y llevar exceso de carga en su mochila, que algunos días llegó a pesar 17 kg, cuando los aconsejable era no exceder de los 10 kg.

Cuenta María Cabanes que su mejor experiencia la vivió en Francia, “donde muchas familias montañeras me abrieron sus puertas para entrar en sus casas y quedarme”. Su llegada a Andorra significó como “estar cerca de casa”. Desde entonces asegura que se sintió muy acompañada. “Unos días venían amigas, otros familiares, pero desde que pisé España me he sentido muy arropada”, confiesa.

Su mayor susto lo padeció en Francia, con un montañero que le acompañó unos días, hasta que sufrió un accidente y tuvo que curarle y acompañarle a un centro hospitalario. “En situaciones así te das cuenta lo frágil que somos y más cuando estamos solos. Él venía conmigo, pero a mí me hubiera podido pasar lo mismo caminando sola. Ahí eres consciente de los peligros que corremos. Estoy muy contenta de haber podido terminar”, se despidió.

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