¿Es el Papa un revolucionario?

O un aperturista, razonando el cambio de la iglesia con cautela y sobre todo avisando ante la lógica de los tiempos que corren, queriendo ofrecer nuevas oportunidades para todos los encuentros. Lo ha dicho entre otras cosas el Papa Francisco en la famosa entrevista de las seis horas: “de la Iglesia hay que tirar por la borda su rigorismo y su anacronismo”. Demasiado tufo de sacristía para algunos prelados que parecen funcionarios antes que pastores de vocación, en ese lustre de sus cargos eclesiásticos que son flamantes y apoteósicos, agarrándose al rigor pletórico de antaño por cómoda conveniencia. También lo ha denunciado el Papa, de lo que se deduce que está pensando en una profunda renovación de la iglesia de siempre pues el pueblo sencillo la está esperando. “La mujer es imprescindible para la Iglesia”, lo ha dicho el Papa; se estudia en profundidad la revisión del celibato, pues las vocaciones sacerdotales se han desperdigado ante una necesidad natural. No manifiesta su alborozo el ala conservadora con sus perjuicios y raigambres ni la burguesía tradicional acomodada a la simple teoría de los preceptos.

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