Érase una vez
Los amigos virtuales nos sacan de lo real pero nos hacen más reales, nos dan una identidad libre de la ilusión de la imagen, si uno es feo se libera del tabú de la belleza.
Érase una vez…, así es como suelen empezar los cuentos, aunque también los he leído con el encabezamiento: “Cuando los animales hablaban…”, lo que no escribo con ánimo de ofender a nadie, y hago este aviso porque hemos entrado en época de pre-campaña electoral (no se vayan, no voy a hablar de política) y deberíamos estar prevenidos; aunque no seamos de campo, hay que saber trillar. Unos se ajustarán más a la realidad, otros resaltarán únicamente sus virtudes —lo cual es completamente lícito— ¡a ver, si no, cómo venden la burra!—.
Un cuento, es una historia, con su principio, su trama, su desenlace y su fin; como una película, como un libro, como la vida. Y en este cuento, que es mi vida, días atrás he celebrado mi cumple y he podido comprobar y reflexionar sobre dos ideas.
Una: Me han regalado un ordenador nuevecito (Brand new, que dirían los hipsters) que estreno con este artículo y he podido constatar que sólo la ilusión de lo nuevo, me empuja a lanzarme a lo desconocido. Y lo desconocido para mí se llama Windows 8.1. ¡Que Los Otros se lleven a los que han ideado ese sistema!
Y dos: Si todos los amigos virtuales que me han felicitado por mi aniversario, tuvieran poderío económico y estuvieran dispuestos a desprenderse de una parte en mi favor, me podría reír de los nueve familiares de Bárcenas y de los siete hijos del Poc Honorable juntos.
Vayamos al primer punto, a las cosas de “estreno”. No hace tanto que hemos estrenado un nuevo año, y creo que ya quedamos en que, para muchos, ese estreno es una nueva oportunidad de empezar a hacer las cosas bien, o al menos algo mejor que el año anterior.
Si no hemos sucumbido a semejante tiranía, pero nos contamos entre los llamados “optimistas”, tendremos más oportunidades a lo largo del año. El día del cumpleaños se puede convertir en el primer día del resto de tu vida…, otra vez. Y si no, el inicio del período escolar en septiembre, o el primer día de trabajo tras las vacaciones (el que tenga trabajo o vacaciones) puede convertirse en ese lienzo en blanco, en esa libreta inmaculada en la que podamos dejar constancia de lo mejor de nosotros mismos.
Vivir como si nunca antes lo hubieras hecho, pero conservando la experiencia y desechando los errores; eso podría parecer el paraíso, aunque me parece que sería una vida robótica. Algo tan aburrido como un vigilante nocturno sin batería en el móvil. Sin embargo, somos seres imperfectos y vivimos de manera imperfecta. ¿Cuántas veces haríamos un borrón ya en las primeras líneas de nuestra impoluta libreta, si aún escribiéramos con tinta? No es el caso; hasta los más románticos escriben sus poemas en una Tablet, lo cual podría resultar una analogía de la vida actual, donde parece que, por gorda que sea la falta cometida, siempre se pueden encontrar 200.000 euros que la borren. En fin…
Respecto a la amistad virtual, discrepo de los que opinan que es una falsedad, que es una aberración, que es el demonio colorao… Vamos a ver, ¿es lo mismo una conversación relajada (o airada, que también se da el caso) delante de un café con unos amigos, que un “me gusta” debajo de una frase que has escrito en Facebook? ¡Qué tontería ¿no?! Ya sabemos discernir entre el grano y la paja (vaya día campestre llevo) ya sabemos que no. Pero oiga, ¡a nadie le amarga un dulce! Y un amigo virtual puede cubrir algunos puntos de la definición de amistad: Puede compartir nuestros gustos y aficiones, o acordarse de nuestro cumpleaños, realmente él no se acuerda, sino que es el programa informático el que le avisa, la diferencia con el amigo “real” es que él no se acuerda y nadie se lo recuerda, así que no te felicita.
La amistad virtual nace de un proceso narcisista que busca gratificación inmediata sin mayores esfuerzos de tiempo y espacio. Bueno ¿y qué? Si en algún momento ese apoyo (pongan “apoyo” entre comillas) nos beneficia anímicamente, ¡bienvenido sea!
Dicen que la amistad es un proceso que se forja con el tiempo, la complicidad entre dos personas y las vicisitudes de la vida. A mí me parece que exceptuando el último punto, bien se puede aplicar a un amigo virtual. Dicen también que el cariño y la amistad, en lo virtual son solo representaciones proyectivas de tus propios deseos de cariño y amistad. Pues otra vez, bueno, ¿y qué? Siempre que sigamos cultivando la amistad real, no le veo el problema. Estoy muy agradecida a esos amigos, que sin ser reales, me acompañan diariamente.
Y hasta aquí estos —quizá anodinos para algunos— pensamientos personales. Todo lo que hacemos, decimos y cómo lo hacemos y lo decimos muestra algo, una parte de quienes somos.
Yo no soy muy diferente a ustedes. O quizá sí. No creo que me haya pasado nada diferente a lo que les haya podido pasar a cualquiera de ustedes. He ganado mucho, también he perdido y, a veces, he creído aprender de todo eso. Me gusta pensar que he elegido cómo vivir, aunque tal vez la vida haya elegido por mí.
Quería hablar de los cuentos, pero no por sus moralejas, ni por su fantasía; si no porque aunque no conozcamos la trama y menos aún los detalles, sabemos cómo empiezan y cómo terminan. No está mal, algo a lo que aferrarse. Una tabla de madera segura en la inmensidad del mar, aunque esa seguridad sea un “y colorín colorado…”
En este, mi día de cumpleaños, les deseo que tarden mucho en escribir esa frase en sus cuentos… ¡y yo que lo vea!