El minigobierno
La culpa, preciso, tiene que ser de Sanus, el exalcalde. Durante su largo mandato debió inocular en el seno de los socialistas alcoyanos una especie de virus para que aquel reproche tan extendido en su quehacer municipal del “fent i desfent s’ensenya la gent” se convirtiera en estigma para los gobiernos de izquierdas en la hoya.
Lo que explicaría científicamente que Toni Francés y Paco Agulló –el minigobierno– hayan convertido este sonsonete popular, de los años ochenta, en un himno con sordina, disfrazado de gran calado democrático, reflejo del talante de los sabios, aquellos que saben rectificar.
La gestión de estos dos últimos años está repleta de acciones de gobierno que han sido rectificadas. Es un ir y venir que convierte a la veleta en el símbolo más iconográfico de la actividad municipal. No es que salgan a dos por semana, pero da la casualidad de que en los últimos siete días hemos asistido a dos casos ilustrativos. Las cuotas de 50 euros para los jubilados que asisten a clases, aprobadas en Comisión y que se retiraron de camino al Pleno y los horarios para los encuentros y finales del evento deportivo numérico 3D, que sustituye a las 24H, y que en apenas dos días han sido rectificados. Atrás quedan, por poner algunos ejemplos, la adjudicación de las obras para reformar la Rosaleda, la elección de un espacio en Cotes Altes para un concierto; la peatonalización de Sant Llorenç; los cambios en los autobuses; el diseño del puente entre Viaducte y Zona Nord…
La cosa resultaría anecdótica, claro, si fuera un gobierno que emprende iniciativas a sacos, o sea, doscientas cada luna llena, por un poner, pero es que el minigobierno todavía no ha visto ninguna luna llena desde que ocupó el salón de plenos, y las iniciativas –si descontamos els consells y los estudios e informes, a porrillos– se pueden contar con los dedos que le quedaron al Manco de Lepanto.
Cierto que son pocos, minis, que gobiernan sin representar a la mayoría, que le ponen toda la voluntad que han cosechado con la ilusión de cambiar el mundo, pero resulta chocante esta manera de gobernar a trompicones, sacando temas a la calle que al menor movimiento social doméstico, o sea de casa, se convierten en grandes escuchadores de la opinión pública y cambian lo que haga falta porque nadie les gana a demócratas. Y choca, requetechoca, porque si las protestas y la recogida de firmas las promueven conocidos de Fernando Pastor o devotos del anterior BLOC, ahora Compromís, entonces ni agua. Que se lo pregunten a los que recogieron firmas contra el recorte de la Cabalgata.
A los alcoyanos, después de 35 años de democracia, nos está tocando vivir una situación gubernamental de equilibristas que nos descoloca. Tenemos un minigobierno que hace tripas de su corazón y que sobrevive en una virtualidad de permanente vulnerabilidad. Ser nueve gobernando, contra 16 en la oposición, resulta harto complicado de explicar fuera de Alcoy, pero al menos, dentro, que tenemos que vivir con este desaguisado numérico, esperamos que el minigobierno actúe con un mayor sentido de la normalidad cuando tenga que tomar decisiones. Y si tienen que ir a vérselo a algún telúrico que les quite el mal de ojo del “fent i desfent s’ensenya la gent”, pues que se lo miren, porque resulta ya tristemente jocoso ir coleccionando casos en los que dicen una cosa y hacen otra, en los que empiezan por una esquina y terminan en la inversa. Que sean mini, vale, pero seguros.
Ramón Climent. Periodista