El més tonto apanya rellotges

No sé que nos ocurre por estos lares. Sería motivo de análisis y de sesudos estudios de especialistas en fenómenos paranormales. De una profunda investigación. De… no sé. Pero está muy claro que somos incapaces de hacer y resolver las cosas por la vía corriente, de la lógica, del sentido común. No somos normales. Es más, nos negamos a serlo.

A cualquier persona con dos dedos de frente le resultaría difícil de entender que se haya construido un edificio para trasladar los juzgados y que lleve años cerrado mientras el actual se cae a pedazos. Bueno, el nuevo también. No es normal que se haya hecho un aparcamiento subterráneo en un lugar en el que no se podía ni debía hacer y que, tras años de litigios y proyectos, nos encontremos ante la obligación, vía sentencia, de tener que invertir un millón de euros para derribarlo y levantarlo en arreglo a la ley. Pero nadie está dispuesto a comerse el marrón. El problema estaba sobre la mesa cuando se inició el mandato municipal y si el TSJ no lo remedia, pasarán los cuatro años sin que en La Rosaleda se mueva una baldosa.

Y es que aquí no hacemos proyectos, aquí generamos pleitos, no planteamos debates, ni siquiera somos capaces de conformarnos con una mera polémica. En este inhóspito y atormentado pedazo de tierra entre montañas acostumbramos a enzarzamos en acaloradas cruzadas. Seguramente por ello tenemos un cuerpo de Policía metido en una disputa de poder que, por unos pocos, tiene en entredicho al colectivo. Pero nadie pone remedio. Por ese mismo motivo tenemos que sacarnos de la chistera un referéndum para despejar la eterna duda de las fiestas en sus fechas tradicionales o en fin de semana. Es muy posible que ese sea el motivo por el que nos sentimos eternamente víctimas de inaguantables agravios comparativos y agresiones al honor que nos llevan a rasgarnos vestiduras, crear plataformas, recoger firmas y presentar infinitas alegaciones administrativas. Aquí todo el mundo sabe más que el vecino. El que más y el que menos sería un gran alcalde. ‘Ací el més tonto apanya rellotges’. Y así nos va.

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