El ingenioso hidalgo gobierno de l’Alcoià
En un lugar de la comarca de l’Alcoià, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que regentaba un gobierno de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Es, pues, de saber que este sobredicho gobierno, los ratos que estaba ocioso, se daba a leer libros de ciencia ficción, con tanta afición, que olvidó casi de todo la administración de su ciudad.
Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que llenósele la fantasía de todo aquello y asentósele de tal modo en la imaginación que no había otra historia que el deseo de construir una ciudad inteligente. Y lo primero que hizo fue una calle inteligente, que más bien la susodicha calle se precia para inteligentes.
Hechas, pues, sus prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner efeto su pensamiento y así, cerró el centro de la ciudad para su peatonalización. Mas apenas se vio la contra de la oposición y ciudadanos, le asaltó un terrible pensamiento y desistió de la añagaza hasta que por su esfuerzo la ganase. El hidalgo gobierno iba ensartando otros disparates de los que sus libros le habían enseñado imitando en cuanto podía su lenguaje.
Con ello, fuese pasando el tiempo hasta que una pandemia llegose a la ciudad. El primer caballero mas apenas resultaban numerosos contagios en sus habitantes le pareció convenible y necesario cerrar las puertas. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su hazaña, y así, con estos tan agradables pensamientos, llevados del estraño gusto que en ellos sentía, y sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana se armó de todas sus armas, subió a su rocín y por la puerta falsa de un corral salió a una población vecina, con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había salido. El primer caballero se enfrascó tanto en la lectura de la ciencia ficción que no diese cuenta alguna de aquello que sus libros llamasen; geolocalización.
Mas apenas, el caballero dio cuenta de tan falta de moralidad, decíase él que no incumplió legalidad alguna, que saltóse el cierre perimetral para asistir a un acto de representación institucional. Grabose el primer caballero un vídeo de perdón sin la mayor dilación, así para el aumento de su honra como para el servicio de su ciudad sin caer en la cuenta que cuando crees que te estás escusando, te estás acusando. ¡Oh, como se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló el amparo del resto de caballeros y su escudero consistorial, al no ser momento de confrotación, dijo éste, en la moción de reprobación que presentose la oposición! Es, pues, difícil entender que, con tanto personal en el sobredicho gobierno, nadie advirtiese a nuestro caballero que aquellos que allí se parecen no son gigantes sino molinos de viento.
Es, pues, de saber, para el hidalgo gobierno y la oposición que los ciudadanos no solo hablan en aquello que los libros leídos de ciencia ficción llaman; redes sociales, sino que la última de sus palabras está en las urnas.
En resolución, de esta estrafalaria historia me gustase citar un pasaje de Don Remigio Vicedo en su guía de 1925 cuando describe la plaza de la ciudad: “Lastima que en esta hermosa plaza y en su punto centro, no se levante un monumento digno de esta rica y culta ciudad”.
Sea como fuere el futuro de la que antaño fuese ciudad fabril e industrial y tuviese su casa en ella o lugar distinto quien estas líneas escribe, entonaré los versos del cantar de Don Camilo: “Sempre porte en la sang a la meua terreta”.
Mas apenas, pedir disculpas quisiera, a todo leedor y literato que lea este escrito y, en especial, al insigne señor Cervantes por remedar su obra maestra del ingenioso hidalgo caballero de la Mancha.