El fenómeno del Amigurumi o la renovación del ganchillo de nuestras abuelas

Hace ya tiempo que esta técnica de costura importada de Japón irrumpió en nuestras vidas, al parecer para quedarse. Pero el Amigurumi, a pesar de haberse convertido en un fenómeno de masas hasta el punto de que proliferan talleres de aficionados por doquier, no es más que la recuperación y renovación del ganchillo que practicaban nuestras abuelas.

Incluso en las redes sociales se dan a conocer casos de amigas que empezaron haciendo croché juntas por diversión y han acabado lanzando su propia colección de piezas de punto de gancho. Y es que el interés que ha despertado el Amigurimi ha creado una importante comunidad a través de la red, donde los usuarios cuentan sus experiencias, ponen a la venta sus propias creaciones, e incluso comparten los patrones que utilizan para que cualquiera los pueda descargar y realizar él mismo.

Porque el Amigurimi es una técnica al alcance de todos. Tan solo necesitas agujas, patrones y lanas, aunque desde La Caixa Màgica recomiendan también una buena dosis de creatividad. Esta juguetería alcoyana organiza desde sus inicios cursos de Amigurumis, dirigidos a todas las edades a partir de 8 años. “Tejer es una terapia muy buena, entretenida y divertida”, comenta Sara de Petit Art, la encargada de impartir estos talleres.

Los Amigurumis se han convertido en algo que va más allá de una mera afición, ya que se consideran objetos ligados a la amistad, compañía y complicidad que proporcionan, incluso, protección y seguridad a sus propietarios. De hecho, muchas veces son usados como amuletos personales y es muy habitual verlos en las casas, en las oficinas junto a los ordenadores y en los coches.

La última moda en el mundo de los Amigurumis es la reproducción de comida. Tan realistas y coloridos que dan ganas de hincarles el diente.

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