El estrés en gatos: introducción al comportamiento del otro gran desconocido

VANESA CARBONELL, educadora y entrenadora canina.

El gato, nuestro otro amigo de cuatro patas, tan querido por muchos pero a la vez tan dejado de lado en cuanto a compresión de su comportamiento. Parece que si tenemos un perro sí nos implicamos en comprender por qué se comporta como se comporta y buscamos si es necesario apoyo de un profesional, pero si es cuestión de gatos, lo damos todo por perdido.

La primera peculiaridad del gato es que casi el 100% de problemas de conducta que suelen presentar –marcajes con orina en el hogar, conductas autolesivas, conductas agresivas– suelen ser por estrés. El gato es un animal que se estresa muy fácilmente. Vamos a intentar comprender por qué ocurre ésto explicando algunas de sus particularidades etológicas.

La realidad es que el gato es, al igual que el perro, un mamífero cazador inteligente, con sus necesidades y sus peculiaridades como especie. La primera diferencia importante entre perros y gatos es que el perro es un animal social – por lo que está genéticamente programado para vivir en sociedad, y para creer que necesita estar en grupo para poder sobrevivir, de ahí muchos problemas como por ejemplo la tan temida ansiedad por separación -; el gato sin embargo no es un animal social. Ésto no quiere decir que en muchas ocasiones no creen una especie de grupo donde conviven varios gatos a la vez –¡en ocasiones muchos!; todo dependerá de la cantidad de alimento que haya disponible y de otras variables, como por ejemplo imposición de los propietarios. De ahí que el gato no presente casi en ningún caso conductas derivadas de la ansiedad por separación como lloros, destrozos en el hogar, etc; y que solamos decir que el gato “va más a su bola”. No está genéticamente programado para depender de nadie, por lo que llevan muy bien el tema de quedarse solos –excepto en casos en que se haya generado dependencia por mal manejo de la comida, etc .

Otra gran diferencia entre perros y gatos es que, debido a que el gato no es un animal social, no tiene un leguaje de prevención de agresiones como los perros –los buenos conocedores de los perros sabemos que ellos sí lo tienen, se llaman “señales de calma” y sirven para evitar conflictos entre miembros de la misma especie; ya que un animal social se ve constantemente en la necesidad de evitar conflictos si quiere seguir perteneciendo al grupo y de esa forma, seguir sobreviviendo.

Ésto no quiere decir que no tengan un lenguaje de especie, sí lo tienen, pero no es ni de cerca tan elaborado como el de los perros. Tenderán mucho más a la agresión directa en caso de necesidad. Sabiendo ésto podemos comprender lo difícil que resulta en ocasiones introducir un gato nuevo en nuestro hogar. Para los perros podemos decir que casi en el 100% de ocasiones, la introducción de un perro nuevo en casa resulta beneficioso para ambos –un perro siempre será más feliz conviviendo con otros perros– en los gatos sin embargo no es siempre así. Puede ser que terminen llevándose de maravilla, puede ser que simplemente lleguen a tolerarse pero para nada formen un grupo o puede ser que no consigamos que ni siquiera se toleren.

En otro artículo hablaremos de las diferencias entre gatos que forman grupo y gatos que simplemente se toleran.

Estas pequeñas diferencias entre perros y gatos son muy importantes a la hora de comprender muchos aspectos que solemos realizar de forma incorrecta en el día a día. Por ejemplo el gato es, a parte de un animal solitario como ya hemos comentado, un cazador de presas pequeñas –normalmente los animales que conviven en sociedad suelen colaborar a la hora de cazar presas más grandes, y comparten el alimento a la hora de comer, como los perros–, por lo que los gatos no suelen llevar bien el tema de comer junto a otros animales, ya que de forma natural un cazador de presas pequeñas no comparte la comida con nadie, se la reserva toda para él.

A pesar de ser un experto cazador solitario, y por ello muy inteligente, es uno de los animales a los que mantenemos menos estimulados, tanto física como mentalmente. No es poco común conocer gatos obesos, con comportamientos de “ataques” a pies y piernas, que marcan el hogar con orina constantemente, etc. ¡Tenemos a un animal sumamente inteligente encerrado las 24 horas del día en una casa!

Una última diferencia importante entre perros y gatos es el período de socialización. Los conocedores de los perros sabemos que este período alcanza hasta los 4 meses y medio aproximadamente, ¡en gatos termina a la temprana edad de 7 semanas! Es un período de tiempo extremadamente corto para poder trabajar la multitud de variables que determinarán el futuro carácter del animal.

Durante las próximas semanas, hablaremos de varios puntos importantes derivados de estas premisas etológicas básicas sobre los felinos. Hablaremos de por qué es sumamente recomendable sacar al gato fuera de casa al igual que salen los perros, de qué cuestiones se han de trabajar desde que el gato es pequeño para poder moldear sus conductas y hacer la convivencia con humanos más sencilla para ambas partes, y de los problemas de conducta más comunes como subirse a encimeras y cualquier superficie alta en la que no queremos que suban, marcajes con orina, etc.

¿Estáis preparados para comprender a nuestros otros amigos de cuatro patas?

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