Del amor y la comida
“No hay amor más sincero, que el amor a la comida”
George Bernand Shaw.
Ando estos días coqueteando con la idea de ponerme a dieta y elijo la palabra “coqueteando” porque así es como lo siento. Un tira y afloja, un hoy sí… pero mañana no, un me dejo querer pero poquito…
Esto de ponerse a dieta tiene similitudes con lo de dejar de fumar, nunca es el momento idóneo, se ha de hacer a las bravas o la intención se queda en agua de borrajas.
El primer día del año, no se puede, porque es fiesta. ¿Vas a empezar el año con espinacas?, ¡anda ya! Y luego hay que pensar en que queda el roscón del día seis, pues nada —piensas— el día siete me pongo. Pero el día siete te pilla con la nevera llena de tupers con sobras y no están los tiempos como para tirarlos… Así que, no. Ese día, tampoco. La semana que viene.
Pero esa semana —ésta, vaya— te levantas con un tenue dolor de cabeza, y como anoche cenaste piña, lo achacas a la falta de alimento, así que… te comes un buen cocido y mañana ya veremos.
Mañana te percatarás de que, el domingo es la “rostida de S. Antoni”, fiesta de longanizas y morcillas disfrazada de romería a la Font Roja. Además en este mes, cumples años, y como llevas meses pensando en la tarta que vas a hacer, sería una verdadera lástima, amén de un atentado a tu creatividad, no elaborar esa pequeña, efímera y calórica obra de arte. Y así nos plantaremos en Febrero que es un mes tan anodino, que hasta es más corto que los otros. Pues nada, ahí empezamos la dieta y nos apuntamos al gimnasio y todo…, así, ¡a lo loco!
A ver…, espera, espera. Que el 14 es San Valentín y hay que celebrarlo, y cae en sábado, ya me veo celebrándolo todo el fin de semana, porque el amor y la comida tienen una relación tan estrecha, que son como una pareja bien avenida, o quizá como una familia, o un grupo de amigos bien avenidos, porque no me refiero a la cocina erótica, ni a los platos afrodisíacos, me refiero al amor, al cariño, a la necesidad y pasión por agradar.
Es lícito unir la cocina con el erotismo, porque el placer que encontramos en la comida y en el amor responde a un mismo impulso, el de la conservación como individuo y como especie.
Desde el comienzo de la civilización, se han relacionado determinados alimentos con el vigor sexual. Los “frutos del mar” se suelen llevar la palma, pero en el antiguo Egipto, por ejemplo, se consideraba que la lechuga tenía poderes vigorizantes. El Kama-Sutra hindú aconseja el uso de la miel, mientras que los romanos ofrecían apio a su dios del sexo (y del infierno), Plutón. (Con “ele” intercalada, que nos conocemos). Pero no, no estoy pensando, ni hablando de las fresas con nata de “Nueve semanas y media”, que por otra parte depende de cómo lo veas, pueden ser eróticas o una guarrería bastante difícil de limpiar después. Hablo de querer o de que te quieran con una cacerola de por medio. ¿No lo había usted pensado? Yo sí.
La cocina es un acto de amor desinteresado (abstenerse aquellas personas que intentan “conquistar por el estómago”) desde que compras los ingredientes, mientras que pacientemente elaboras el plato y hasta que lo degustas. A veces no hay ni que cocinar para demostrar cariño.
Volver a abrir la nevera, para añadirle al bocata del mayor unas tiras de pimiento asado, es como guardarle un beso escondido en el primer bocado.
Poner un tranchete, mientras cuajas una tortilla francesa para el bocadillo del pequeño, es como hacerle una caricia cuando, con el primer mordisco, el queso fundido empieza a fluir lentamente.
Llegar a casa tan cansada como para no tener ganas de nada y escuchar esa oferta de: “te hago un huevo frito en un momentito…”, ¡eso es romanticismo!
Salir del hospital y encontrar que tu madre te ha hecho su caldito especial “resucitamuertos” hace que no haya nada en el mundo más reconfortante que ese momento de volver a casa.
Cuando tu pareja hace la paella para que tú puedas leer un ratito más, dan ganas de ponerle un piso.
Y el amor que va dentro del vaso de agua caliente, zumo de limón y miel, para cuando duele la garganta.
Y ese zumo de naranja que había que tomarse sin respirar para que no se “fueran” las vitaminas.
Y el plato rey, o mejor, reina. La tortilla de patatas. Modesta, sencilla, pero puro amor. Las sartenes de las tortillas deberían tener forma de corazón.
Cuando John Lennon quiso redimir con su hijo Sean, el pecado de no haber prestado atención a su primer hijo; Julian, se dedicó a hacer pan durante cinco años. Cinco años de amor. El hombre que escribió “Todo lo que necesitas es amar”, quiso demostrarlo metiendo las manos en la masa.
Creo que hasta marzo no empezaré la dieta. Espera… ¿Hay alguna fiesta en marzo?
P.D. Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE, se ha perdido en Washington por no saber utilizar un GPS. El chiste está servido.
Sonia Castedo, la ex alcaldesa de Alicante, ha fichado por Tele 5, de momento como tertuliana… ya veremos en qué queda la cosa. Por cierto ha dicho eso que tan a menudo se les escapa a los ex políticos: “A partir de ahora voy a dedicarme a trabajar”
Pablo Iglesias ha fichado a los sindicalistas Sánchez Gordillo y Cañamero, avisados quedan los Mercadonas, Alcampos y demás.
Esta gente… ¿qué comerá?