De re alcoiana II. BARTOLOMÉ SANZ ALBIÑANA. Doctor en Filología Inglesa
De repente la primavera. Y sin solución de continuidad, a toque de corneta, el verano. El cambio de estaciones a traición se impone como salida a los problemas ubicuos, aquí y en todas partes. No dejo de maravillarme cada día por la sabiduría que encierra la naturaleza de la que tanto aprendemos. En esta sección titulada de re alcoiana aparto la mirada de las estrellas y miro la tierra, y la poesía se torna prosa o román paladino, como ustedes prefieran. Es la mirada del ciudadano que paga impuestos cada vez más altos (agua, IBI, basura, etc.), y a cambio recibe menos prestaciones, o si prefieren, es la voz aún no secuestrada del que no pierde la esperanza o tira la toalla (¡qué más quisieran algunos!)
Hace unos meses, tras visitar la casa de Isaac Newton en un pueblecito de Lincolnshire, me acerqué a observar de cerca el manzano sucesor que dio origen a la ley de la gravedad. Abstraído caí en la cuenta de que se trata de la ley más importante que el ser humano ha formulado. Efectivamente, las cosas caen por su peso. Y si no caen es porque no están suficiente maduras. Es una ley que todo político guarda sagazmente en su mochila y que aplica sin prisas a su gestión: el tiempo lo madura y lo cura todo. Ahora pasémoslo a prosa o román paladino: lo que no se hace en una legislatura, se hace en la siguiente, y si un gobierno no hace una cosa, otro la hará. Esa es la máxima que rige toda política y que es aplicable también a la paciencia de los ciudadanos.
Solo unos ejemplos para no cansarles: parques infantiles sin ningún mantenimiento, la calle Calderón sin abrir, pasos de zebra con grietas que parecen del terremoto de Nepal (calle General Prieto), hierbajos de medio metro (desde cuartel de la Guardia Civil hacia la plaza de Al-Azraq, y también al salir de la Renfe / Cruz Roja a la derecha adornando a modo de maceteros los paneles de propaganda electoral africanos), palmeras secas e impresentables que no se adecentaron para las fiestas locales en la plaza mencionada junto con la suciedad y el polvo desértico que a veces te coge a traición dejándote literalmente ciego. ¡Qué paciencia la de los vecinos de ese ágora-parking, Dios mío! Una eternidad para darle solución a esa plaza. Y prepárense para la nieve de mayo, es decir, esa pelusilla chopera que nos persigue literalmente por doquier las veinticuatro horas del día (de esto no tiene la culpa nadie; lo mismo que de las hojas otoñales: cosas de la naturaleza que hay que saber aguantar y perdonar).
¿Y qué se fizo el parking de la Rosaleda? Los nuevos juzgados, ¿qué se fizieron? ¿qué fue de tanto ahorro y saneamiento de las arcas? Los puentes, campos de golf y bulevares ¿fueron sino devaneos? ¿Qué se fizo el cauce del río otrora iluminado y aseado? Y no les canso con más coplas manriqueñas que ya he repetido en otras ocasiones. En verano habrán desparecido las hierbas, en otoño caerán las hojas, y las primeras lluvias de invierno lo barrerán todo. Todo quedará limpio y pulcro. “Si juzgamos sabiamente, daremos lo non venido por pasado”.
A los políticos no les gusta que nadie critique su gestión. ¡Ah, la gestión!, esa cosa que finalmente el gobierno central se ha dado cuenta, después toda la legislatura, de que no ha sabido explicar. Hacen oídos sordos a las quejas verbales y por escrito de los ciudadanos. Y ya no les digo si el mensaje les llega a través del Síndic de Greuges: eso sí que les molesta, porque además tienen que hacer papeles adicionales. De todas formas, no los hacen ellos: castigan a los funcionarios. El político es un interino. A veces los funcionarios lo descubren y se aprovechan de la situación.
Por último, un memorándum cariñoso a quien resulte vencedor en las próximas elecciones municipales (¡nada de pactos contra natura, por favor!): Alcoi es una ciudad sucia, dejada de la mano de Dios, que necesita, no de trabajos manuales eventuales de adecentamiento sino una actuación programada, meditada y seria. Es una asignatura pendiente. No tomen el pelo a los ciudadanos. Si los dineros no llegan de donde tienen que llegar, plántense o presenten la dimisión y vuelvan a sus trabajos. Den la oportunidad a otros.
Ahora me viene a la memoria el Marco Antonio de Julio César: “Ciudadanos permanezcan atentos a los movimientos de las brigadas de obras y de mantenimiento, que, si siempre están ocupadas, en estos momentos y hasta el día de las elecciones los verán trabajar horas extras”. Producir buena impresión a última siempre es una buena política.