Cuestión de higiene… moral

Siempre suelo tener presente las recomendaciones –acertadas– del director del periódico, en especial, la que se refiere a la conveniencia de que las opiniones tengan relación con nuestra ciudad, y su actualidad.

Pero, en esta ocasión, y aprovechando (pícaramente) alguna distracción por su parte, me gustaría opinar sobre un tema que, aunque en clave nacional, no excluye a los alcoyanos… por supuesto, que no.

Escribo estas líneas un par de días después de la puesta en marcha de la nueva legislatura, después de que las Cámaras hayan sido ocupadas por las personas elegidas al efecto, por todos nosotros…

Acostumbrados a la solemnidad, a la seriedad, al blanco y negro… hemos asistido a un acto pintoresco, pero a la vez, más cercano que nunca. Un acto, en el que la acostumbrada etiqueta ha dejado paso a otras maneras de vestir, de vivir, de entender las cosas…

Aspecto, por otra parte, que no considero sumamente importante, pues no hiere mi sensibilidad ver en los escaños a hombres vestidos de sport, en mangas de camisa, por ejemplo, o con algún que otro look poco habitual… hay otras cosas que sí que hieren mi sensibilidad…

Estoy convencido de que ir elegante, con el tradicional traje, y la elegante corbata, está muy bien, pero no le da a quien lo porta, plus alguno a la hora de realizar bien su trabajo… y sobre esa cuestión, creo que no hace falta demostrar nada… tenemos suficiente con lo vivido.

Hay sin embargo una cuestión que, no es que haya herido mi sensibilidad, sino que me ha hecho sentir vergüenza… y son todas las declaraciones vertidas, por los y las de siempre, sobre una presunta falta de higiene en el hemiciclo. Con mi proverbial inocencia, llegue a pensar que en esas declaraciones se hablaba de higiene personal, de aseo, vamos… Tardé –y me avergüenzo por ello- unos instantes en comprender que no era una cuestión de higiene en su vertiente más aséptica, sino que se refería a la higiene moral, a la suya, supongo…

En efecto, esos seres puros, aseados, trajeados (de ambos sexos, por supuesto) cuando se referían a rastas, pelos, pintas, y piojos, hablaban metafóricamente… lo hacían para personas de menor nivel que ellas, como yo, como la mayoría de la gente… lo hacían para la chusma (como gustan en clasificarnos), evidentemente…
Tenemos un caso sangrante de imbecilidad, pues se recibe con gestos de desagrado, como de repugnancia, la presencia de un nuevo diputado, joven, que peina unas extravagantes rastas, y nos embelesamos con el porte, y la elegancia del nuevo Presidente del Congreso…

El tipo de las rastas, es Técnico Superior en Química Ambiental… y la tercera autoridad del país, a quien alejaron de su tierra más pronto que tarde, no tiene estudios confirmados… y vive de la política desde joven… Una prueba más de que, el traje, no hace al diputado…

Me duele, me molesta, y finalmente, me indigna, que nos escandalicemos por estas nimiedades, y pasemos de puntillas, o de manera total, de aspectos mucho más graves, como son el indecente absentismo de una gran mayoría de quienes ostentan las actas de moradores de las Cámaras… o la cascada de privilegios y prebendas de que disfrutan… todo ello, a cargo de todos nosotros… Los casos más sonados han sido los de la señora Cernuda, y la señora Villalobos, entre otros muchos, y me gustaría decirles a estas ilustres señoras, que no es el aspecto de las personas de las Cámaras el problema de la higiene… sino el comportamiento, y el uso que se hace del cargo en ambas instituciones. Y de ese uso, de ese comportamiento, y del resultado de su trabajo, tenemos suficiente información, y por lo que hemos comprobado, en la mayoría de legislaturas, no ha acabado por ofrecer un olor muy agradable…

Tanto la Cámara Baja, como la Alta, han acabado oliendo a rancio, a viejo, a caduco, y en muchas ocasiones, demasiadas, a corrupción… La entrada de gentes nuevas, con otras ideas, con otros modos, con otras pintas… ha permitido –mal que les pese- airear esas instituciones…

No se equivoquen, ni pretendan equivocarnos, es ahora cuando empieza a haber algo de higiene en ambas salas… pues, después de casi cuarenta años, el hedor se había vuelto insoportable…

Tengo la esperanza de que el maestro (nuestro director) acceda a ser benévolo con el discípulo (quien esto escribe), y no juzgue incorrecto este acto de rebeldía, pues está realizado desde la más estricta educación… en definitiva, todo lo expuesto, gira sobre una sola cuestión: la educación de las personas…

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