Cuando los Reyes Magos han traído un nuevo miembro de cuatro patas a la familia

DANIEL PÉREZ, educador canino y miembro de la @protectoralcoy

Un año mas han pasado los Reyes Magos dejando tras de sí alegría, ilusión y muchos regalos para todo el mundo. Cada uno habrá recibido aquellas cosas que más desea o necesita, especialmente los más peques, que ahora dispondrán de montones de juguetes para disfrutar.

Pero entre todos esos regalos, muchos habrán recibido uno muy especial: un animal. Ya sea perro, gato o cualquier otra especie.

Cada año, todas y cada una de las protectoras y entidades animalistas, hacen campaña en contra de regalar animales por Navidad. ¿Por qué? Pues sencillamente para evitar la terrible asociación de que un animal es un juguete. Para evitar que haya gente que asocie el adoptar un animal con un acto impulsivo, como quien se compra un aspirador.

Evidentemente, muchas de estas personas habrán meditado seriamente la responsabilidad de tener un animal, y son personas responsables que han tenido en cuenta todos los gastos y compromisos que conlleva tener una mascota.

En cambio, hay otras familias que habrán adoptado (o comprado) un animal simplemente porque alguien lo ha pedido: hemos pasado por delante de una tienda de animales y hemos visto un tierno cachorrito mirándonos desde la cristalera y alguien de la familia se ha encaprichado de él, así que hemos decidido llevar uno a casa, sin tener nada más en cuenta.

¿Cuál es el problema de esto? Pues sencillamente que muchas de estas familias llegarán a un punto en que se darán cuenta de muchas cosas: que el cachorro en unos meses se ha hecho más grande de lo que pensaban, que da más trabajo de lo que creían, que comporta unos gastos considerables, especialmente al principio… Y como consecuencia de esto, habrán muchas de esas familias que tomaran la decisión de abandonar al animal.

Es una triste realidad que muchos de los animales que se adoptan en Navidad son abandonados pocos meses después por no haber meditado convenientemente si podíamos hacernos cargo del animal o no. Y esto hará que la mayoría de protectoras de animales –ya suficientemente saturadas– tendrá que albergar un número considerable de animales en los próximos meses.

¿Cuál es mi consejo? En primer lugar, que el que haya adoptado un animal en estas Navidades, le dé el tiempo suficiente para adaptarse. Lógicamente, necesitan un tiempo para adoptar ciertos hábitos y aprender algunas conductas (al igual que nosotros, no nacen enseñados), especialmente si es cachorro, como ya hemos comentado en otros artículos. Y aunque estén nerviosos al principio, con el tiempo aprenderán a vivir en familia y a comportarse, si les enseñamos correctamente. Si no podemos o no sabemos cómo hacerlo, como siempre decimos, busquemos el asesoramiento de un profesional, y descubriremos que educar a un perro o un gato es mucho más fácil (y divertido) de lo que parece.

En segundo lugar, no consideremos que un perro es simplemente un ser que tenemos correteando por la casa, que nos obliga a tener que salir a la calle tres veces al día para que haga sus necesidades. Los perros son mucho más que eso. Nos proporcionan la oportunidad de salir a la calle, de relacionarnos, de liberarnos de nuestras tensiones diarias, de pasear (porque el paseo no tiene que ser una obligación, pasear debería ser un placer), nos agradecen infinitamente que les demos de comer –y nos lo demuestran constantemente–, nos proporcionan la oportunidad de jugar, de tener a alguien que no nos juzgue y que nos valore más que el oro. Y por encima de todo, están siempre y en todo momento a nuestro lado, nos acompañan en todo lo que hacemos y nos valoran seguramente más que nadie. ¿De cuantos regalos de Reyes podemos decir eso?

Pero si después de todo esto aún hay alguien que irremediablemente ha decidido que no desea tener un animal en casa, no les hagamos la “faena” de dejarlos en un albergue, o peor aún, de dejarlo en la calle. Intentemos difundirlo, busquémosle una familia que lo quiera, y tengamos la paciencia de no dejarlo hasta que le encontremos un nuevo y adecuado hogar. Por muchos motivos: porque las protectoras ya están saturadísimas de animales abandonados, porque cualquier animal que dejemos en la calle a su suerte corre el riesgo de que lo atropellen o de que le pasen mil cosas, porque para ellos es un trauma acabar en una jaula cuando tenían su propia casa. En definitiva, porque son seres vivos, que sufren, y no merecen algo así. Y si hemos sido irresponsables a la hora de quedárnoslo, al menos seamos lo bastante responsables como para no abandonarlos.

En conclusión, si nos hemos quedado un animal en estas Navidades, tengamos paciencia, busquemos el lado bueno de las cosas, aprendamos a disfrutar de ellos y a ver sus virtudes en vez de sus defectos, aprendamos a amarlos como ellos nos aman a nosotros, incluso cuando no lo merecemos. Al fin y al cabo, ¿no consiste en eso la Navidad?

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