Conceptos básicos de la ciencia del comportamiento (II)

Siguiendo la línea del artículo anterior, hablaremos de la siguiente ley universal dentro del ámbito de la ciencia del comportamiento. Hoy hablaremos del concepto “Refuerzo”. De nuevo, no especificaremos ninguna especie – es decir, no hablaremos concretamente de comportamiento de perros, ni de niños – sino que, como ya sabéis, estas leyes se aplican para todos los animales por igual.

En todos los cursos de educación canina básica que damos en Diéresis animal, comienzo este apartado de la teoría con la siguiente pregunta: ¿qué es un refuerzo, cómo lo definiríais? La mayoría de gente responde con cuestiones como: una chuche, una caricia… La realidad es que estos ejemplos serían incorrectos, ya que estaríamos generalizando que esas cosas son refuerzos para TODOS los individuos.

Lo primero que debemos saber en cuanto al refuerzo es su definición: “Un refuerzo es aquello que produce que una conducta tienda a repetirse”, otra definición podría ser: “Toda conducta reforzada tiende a repetirse”; es decir, no podemos decir que una chuche o un premio es siempre un refuerzo, ya que dependerá de si ese premio produce cambios en la conducta de ese individuo en concreto. Ésto, aunque parezca algo obvio, es uno de los mayores errores que cometen tanto los propietarios de perros como los padres con sus hijos a la hora de intentar cambiar una conducta. “Pero si siempre le doy premios cuando hace algo bien, y no hay manera”.

Para saber realmente si eso que estamos utilizando como refuerzo es un refuerzo de verdad, no tenemos más que observar si el comportamiento que estamos premiando tiende a repetirse a corto / medio plazo. Ejemplo: si estamos enseñándole a un perro a acudir a la llamada, al principio utilizaremos reforzadores para que le compense venir, por ejemplo, premios. Si a lo largo de las semanas, vemos que el perro acude siempre a la llamada cuando tenemos premios, sabremos que eso que estamos utilizando tiene efecto reforzador; pero, si por el contrario, vemos que el perro no acude siempre, es decir, solo algunas veces, sabremos que eso que estamos utilizando no tiene efecto de reforzador, seguramente porque en el ambiente hay algo más reforzante que lo que nosotros llevamos – por ejemplo, otros perros, olores interesantes, etc–. Esta es otra de las características de los refuerzos, no tienen el mismo valor siempre, sino que depende del contexto, esto se conoce como “competitividad de estímulos”. Un trozo de salchicha puede tener un super efecto reforzador si lo ofrecemos en casa – porque en casa no suele haber nada interesante que hacer para el perro-, pero puede no tener ningún valor cuando estamos en el exterior – lugar en el que suele haber montones de cosas interesantes para el perro–. Por lo tanto, en el caso de los perros – y en los niños, exactamente igual – deberemos realizar una “escala de valor de reforzadores”, ésto es, apuntarnos los reforzadores que tienen efecto en cada contexto.

Otra de las cuestiones importantes a la hora de identificar los refuerzos tiene que ver con el efecto de la “saciación”. Otra de las definiciones importantes del refuerzo es: “Todo reforzador implica una restricción de acceso al mismo”. Ésto no quiere decir más que, si algo que pretendemos que tenga efecto de refuerzo, lo ofrecemos constantemente y de forma “gratuita”, perderá su efecto de reforzador. Por ejemplo, si un niño se ve constantemente expuesto a regalos, juguetes y alagos, éstos perderán su efecto reforzador, y se convertirán en algo a lo que el niño está acostumbrado, por lo que perderemos la posibilidad de “premiar” al niño cuando lo necesitemos; ya que necesitará estímulos diferentes y sobre todo, de mayor valor. Lo mismo ocurre con los perros a los que se les ofrece comida apetitosa diariamente, o sin razón aparente. Cuando necesitemos premiar algún comportamiento con algo como un trozo de salchicha, no tendrá efecto reforzador, ya que el perro lo obtiene constantemente y sin motivo alguno. Por lo que, si quiero disponer de reforzadores, tendré que restringirlos, es decir, darlos solo en ocasiones puntuales cuando queramos reforzar alguna conducta correcta.

Una pregunta que me suelen hacer mucho en los cursos es ¿por qué no podemos premiar con caricias en lugar de con comida? Mi respuesta siempre es la misma. No es que no se pueda, es que las caricias son algo a lo que los perros están muy habituados actualmente, ya que se las damos constantemente y sin motivo alguno, simplemente porque nos apetece. Por lo que, si yo quiero entrenar algún comportamiento en concreto – que normalmente es algo antinatural para un perro, como por ejemplo, que en lugar de seguir jugando con los perros, venga cuando le llamo–, y le ofrezco a cambio de ese esfuerzo algo que también obtiene en casa sin tener que haber hecho nada, no tendrá efecto de refuerzo, por lo que el perro decidirá no acudir a la llamada, ya que jugar con otros perros es más reforzador que una caricia de mi dueño, que puedo obtener más tarde sin esfuerzo alguno. En cambio, si nos ponemos en el caso de un pastor, es decir, una persona que trabaja con ganado, que rara vez acarician a sus perros y no suelen convivir con ellos dentro de casa, el día que les ofrece una caricia ésta tiene un valor incalculable – siempre que el perro tenga vínculo con el humano–, por lo que en este caso sí tendrá efecto reforzador. Así, finalmente, vemos que no podemos definir ningún estímulo como reforzador, sino que dependerá de cada individuo, su genética y sus experiencias previas.

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