¿Comprar o adoptar?
Vanesa Carbonell
Educadora/entrenadora canina en Diéresis Animal
Esta semana hablamos de un tema que genera gran debate entre los amantes de los perros, ¿qué es mejor, comprar o adoptar? ¿Está justificada la compra de perros? Como siempre, yo daré mi opinión relativa al respecto, intentando justificar mis opiniones en base a argumentos sólidos y sobretodo, en base a mi experiencia. Debido a que es un tema que me gustaría justificar meticulosamente, he dividido el artículo en dos; esta semana la primera parte, y la semana próxima la segunda. No me gustaría dejarme nada en el tintero.
Lo primero que debemos comprender es la diferencia entre una opción y otra.
Cuando compramos un perro de una raza determinada, estamos “pagando por” unas características concretas, desde el aspecto físico – coloración, forma de las orejas, estructura ósea, etc – hasta las características comportamentales – más o menos activo, “creado” para un trabajo determinado como olfatear presas, portarlas o mover rebaños enormes de ganado -; y por supuesto, pagamos por la alimentación, cuidado de la madre y cachorros, vacunaciones y cuidados sanitarios… en definitiva, por el trabajo de cría y muy importante, el trabajo de socialización temprana que debe haber realizado el criador, y que determinará en gran parte el futuro temperamento de nuestro perro.
Por otro lado, cuando adoptamos vamos con la idea de buscar un futuro compañero de vida, nos da igual la forma física que tenga, el temperamento y casi siempre, la edad. Ésto dicho así suena muy bien, pero la realidad es que no debería ser tomado tan a la ligera, y esta elección sin selección es la que provoca la mayoría de problemas de convivencia más adelante. Quiero matizar que cuando me refiero a adoptar, lo hago haciendo alusión a perros mestizos. También se pueden adoptar perros de raza que han sido abandonados, pero no entraría dentro del mismo caso ya que ahí sí que conoceríamos de antemano algunas predisposiciones del animal.
Entonces, ¿qué es mejor, comprar o adoptar? Mi respuesta es: depende.
Como ya hemos comentado en artículos anteriores, cuando uno decide incorporar un perro a su vida, la primera pregunta que se debe realizar es: ¿para qué quiero un perro? La respuesta a esta pregunta nos dará muchísima información sobre qué camino escoger. Podemos querer un perro que nos haga compañía en nuestro estilo de vida relajado, mayormente en casa y con paseos tranquilos – muy común en las personas mayores -, podemos querer un perro para que nos acompañe a hacer deporte, ya que somos personas muy activas y nos gustaría disfrutar de la compañía de un perro en este tipo de actividades, podemos querer un perro para que nuestros hijos crezcan y se desarrollen aprendiendo los valores de respetar y amar a los animales, podemos querer un perro que nos haga compañía en nuestro estilo de vida medio, es decir, entresemana con poco tiempo disponible y fines de semana, mucho más… las razones pueden ser múltiples y variadas. Lo más importante a la hora de decidir tener un perro es responder a esa pregunta.
Si mi respuesta fuera: un perro para hacerme compañía en mi estilo de vida tranquilo, con mucho tiempo en casa y con paseos tranquilos – la mayoría de casos de personas de la tercera edad, tendré que tener muy en cuenta que si selecciono – ya sea comprado o adoptado – un perro que resulta ser muy activo y con alta necesidad de estimulación mental, la convivencia no va a ser posible. Éste es un caso que nos ocurre mucho en Diéresis animal, personas que con toda la buena intención han adoptado a un perro y la combinación de la forma de ser del perro y el estilo de vida de la familia no es la correcta, por lo que no puede haber una buena convivencia; esta forma de ser o predisposición del perro no se puede modificar, la educación canina o entrenamiento canino no puede hacer nada ahí, estamos ante predisposiciones genéticas e instintos y eso no es modificable. Se puede crear un plan de estimulación para el perro, para que pueda sobrellevar mejor ese estilo de vida, pero realmente y siendo sinceros, el más perjudicado en esa situación será el perro. Ese perro será mucho más feliz en una familia que realmente pueda saciar sus necesidades particulares.
Entonces, como vemos, la respuesta depende de qué estemos buscando. Pongamos por caso que queremos un perro muy activo, con un nivel alto de energía ya que va a vivir con una familia que hace mucho deporte. Este propietario en particular podría preguntarme: ¿Qué hago, compro o adopto? Mi respuesta siempre es muy clara y sincera.
Si decides comprar una raza determinada, tendrás mayor probabilidad de encontrar el tipo de perro que buscas, y digo probabilidad porque ya hace muchos años que casi nadie cría perros en función de sus características de comportamiento, lo hacen en función del aspecto físico – y personalmente considero que, adquirir un perro por su aspecto físico me parece una ridiculez, ya que lo que va a importar al final va a ser la forma de ser de éste, no su aspecto físico, por lo que solo es más probable. Estarás pagando por la seguridad que te da saber que el criador ha realizado un buen plan de estimulación temprana y que el cachorro llegará a tu casa con el desarrollo psicológico adecuado para poder afrontar las siguientes etapas de su vida, también por la seguridad de que ha sido atendido correctamente en cuanto a vacunas, desparasitaciones y todos los cuidados sanitarios necesarios. Ejemplo: puede que compres un pastor alemán con la idea de tener un perro activo con el que compartir actividades deportivas, y resulta que ese ejemplar en concreto que compras, es en realidad un perro muy tranquilo que ama estar tirado muchas horas al sol. Cuando lo sacas a correr, a la media hora no quiere seguir haciéndolo. La probabilidad mayor era que fuera activo, pero ha resultado que no; por lo que ni siquiera las razas nos dan la seguridad de “comprar” un temperamento en concreto.
Si por el contrario, decides adoptar, hay varias opciones. Si elegimos un cachorro mestizo estamos ante el “inconveniente” de que no sabemos cómo será de adulto, quizá termina siendo un perro muy tranquilo que deteste salir a correr o hacer ejercicio, por lo que finalmente no podrá cumplir la “causa” para la que fue adquirido, o por el contrario, puede resultar un perro muy activo ideal para compartir actividades deportivas. Si la opción elegida es adoptar un perro adulto, será mucho más sencillo ya que los cuidadores del albergue podrán decirte si es un perro activo o no, déjate asesorar por quienes conviven día a día con los animales.