¿Cómo afectan los conflictos bélicos a las mujeres?
Hace ya un par de semanas que la guerra entre Rusia y Ucrania ocupa todas las plataformas informativas; en los programas de televisión, en la radio, en las redes sociales, periódicos, incluso entre los grupos de WhatsApp se comparte información sobre el conflicto.
Podríamos debatir sobre el tipo de información que nos llega, sobre si es realmente necesario mostrar la desolación y las muertes y hasta qué punto puede considerarse información necesaria o puro afán de morbosidad y minutos de audiencia para ver qué medio ha mostrado la imagen más triste. También podríamos hacer una reflexión sobre cuándo fue realmente el inicio de este conflicto, porqué se está actuando de la manera que se hace o cuáles serán las consecuencias para España a corto y medio plazo. Sin embargo, y a raíz de ver varias noticias sobre lo que está pasando con muchas mujeres ucranianas cuando llegan a las fronteras, me gustaría exponer la situación de la mujer cada vez que se enfrenta a un escenario tan demoledor como una guerra.
Pero antes de ver cuáles pueden ser las consecuencias de ser mujer en un conflicto armado, cabe destacar que este texto no trata de victimizar a las mujeres, pues el género no condiciona ciertos aspectos de las personas o son inherentes a ellas ciertas cualidades; es decir, por el hecho de ser mujer no significa que todas las mujeres sean víctimas, también hay mujeres (en tanto que hay hombres) que tienen una implicación directa en la guerra, los conflictos o en las conductas reprochables que puedan verse estos días en los medios de comunicación o a lo largo de la historia. Lo que sí pretende este texto es dar a conocer la doble vulnerabilidad de huir de una guerra y ser mujer.
Si echamos la vista atrás y hacemos un breve repaso de los mayores conflictos armados y guerras que han sucedido a lo largo del tiempo, las mujeres siempre se han ofrecido como moneda de cambio, como recompensa, como pago, como si fueran simples objetos con los que poder negociar una tregua o poner fin a una batalla. Poco o nada se ha tenido en cuenta su papel como ser humano, como si por ser mujer su vida valiera menos, cuando en realidad, y por vivir bajo una estructura social patriarcal, además de preocuparse de sí misma tiene que hacerlo de su familia.
La violencia contra la mujer en las guerras ha acabado por normalizarse y tomarse por un daño colateral recurrente a cualquier conflicto armado. Esto es causa directa de que, en tiempos de paz o calma, la mujer sigue ocupando un lugar en la sociedad de segunda. Cuando sigue habiendo tantas desigualdades en el día a día (por mucho que a nivel legislativo las mujeres y los hombres tengan los mismos derechos y obligaciones) que perjudican a la mujer, no es de extrañar que en tiempos difíciles no se la tenga en cuenta de la misma manera que a los hombres. El conflicto solo pone en relieve esos prejuicios propios de la sociedad patriarcal que existen sobre la figura femenina, y ensalzan las conductas violentas preexistentes.
Si uno de los problemas de las sociedades como la española, que está en tiempos de paz, es la violencia de género, nos podemos hacer una idea de lo que ocurre con las mujeres que huyen de una guerra en su país. La violencia sexual y las violaciones a mujeres en países en guerra se convierten en arma, en una estrategia para la batalla con el fin de desmoralizar y atacar a la sociedad, porque atacando a la mujer atacan a la portadora de la cultura y reproductora de su pueblo, porque violando a la mujer se violan los valores fundamentales de la sociedad. Y esto, no hace más que perpetuar los roles tradicionales de la cultura machista, pues depositan en la mujer el poder simbólico de la sociedad y de la cultura en la que viven.
Con la guerra de Rusia contra Ucrania, es duro pensar que miles de mujeres que hace unas semanas tenían una identidad individual con sus inquietudes personales, ahora son cosificadas, instrumentalizadas y reducidas a víctimas o refugiadas de una guerra que nada tiene que ver con ellas. Aunque esta guerra no es la única que se está librando y las personas que huyen de un conflicto de estas categorías no lo hacen solo desde Ucrania; son miles de personas, en su mayoría mujeres con sus hijos e hijas, las verdaderas víctimas de estas batallas por el poder.
Por ese motivo, y porque la lucha por los derechos de la mujer no son solo un día al año, ni las personas refugiadas vienen solo desde Ucrania, cabe reflexionar sobre nuestro papel en esta situación, debemos pensar si queremos ser la mano que agarren para reconstruir sus vidas o la mano que las empuje a una vida de misera y explotación por el simple hecho de haber nacido mujer en un lugar y momento determinado de la historia.
En conclusión, se puede decir que esta guerra no es la única que perjudica a las mujeres, es necesario comprender que el feminismo es el arma que la sociedad necesita para combatir las desigualdades, los estereotipos que reducen a las mujeres a meros objetos y entender que ellas también tienen voz, poder de decisión y derecho a ser sin temer por su integridad o por su vida.