Cómo actuar ante un problema de agresividad hacia perros o personas

VANESA CARBONELL, educadora y entrenadora canina.

Siguen llegándonos demasiados casos de perros con problemas de agresividad, más de los que deberían. Vamos a comprender un poco mejor cómo funciona este comportamiento.

Una vez más, lo más importante a la hora de combatir este tipo de problemas es siempre la prevención. Una buena educación y socialización desde cachorros, guiados por un profesional durante los meses de aprendizaje más importantes del perro más el trabajo diario del propietario, no tiene por qué dar lugar a conductas de este tipo. Por desgracia la mayoría de perros que llegan a nuestra escuela ya han pasado esta etapa importante de aprendizaje, además de que las respuestas agresivas ya son casi siempre un hábito. ¿Qué quiere decir que son un hábito? Significa que el perro las ha usado en tantas ocasiones con éxito –es decir, consiguiendo lo que pretendía al usarlas: casi siempre alejar la fuente que genera el miedo o la competencia por los recursos– que las toma como respuesta prototipo para muchas y variadas situaciones. Y todos conocemos de sobra lo complicados que son de modificar los hábitos.

Lo primero que debemos comprender es que existen diferentes tipos o funcionalidades de respuestas agresivas, para simplificar mencionaremos dos de las principales:

1. Proteger o ganar un recurso (algo/alguien) que considera valioso. Por ejemplo, una pelota, un trozo de comida, un territorio determinado, una persona, otro perro o cualquier otro recurso.

2. Alejar una amenaza. Es decir, alejar algo a lo que se teme. Ya hablamos hace unas semanas sobre cómo funciona el miedo y cómo actúa a nivel neurobiológico. Sabemos que el miedo genera unas conexiones irreversibles muy complicadas de “tapar”; pero debemos tener en cuenta que el miedo es una emoción, y la agresividad una respuesta u acción; por tanto, es mucho más sencillo modificar una acción que la expresión de una emoción. Podríamos decir que la agresividad es el síntoma del miedo; podemos modificar la sintomatología, pero si no trabajamos la emoción subyacente seguramente la respuesta o sintomatología vuelva a reaparecer pasado un tiempo.

El gran problema de la agresividad canina

La agresividad canina no tiene una única solución y, sin pretender desmoralizar a nadie, en muchos casos, ni siquiera tiene una solución rotunda y definitiva. Hay muchos factores que intervienen a la hora de predecir si un perro avanzará satisfactoriamente o no a la hora de modificar sus respuestas agresivas; entre ellos, la dedicación del propietario, la genética del perro, el ambiente, el historial de aprendizaje, etc.

Entre ellos, la genética del perro nos dice qué predisposición tiene el individuo a la hora de responder de manera agresiva y desgraciadamente, en este punto no podemos intervenir. Sí, en cambio, podemos intervenir en las contingencias ambientales que recibe nuestro perro. Recuerda que todos somos fruto de, aproximadamente, 50% genética + 50% experiencias ambientales.

Por otro lado, otro de los grandes problemas de la agresividad canina es la rapidez con la que este comportamiento se convierte en un hábito. ¿Por qué? No hay ningún misterio. Si cada vez que el perro muestra agresividad consigue lo que pretende con ella, el comportamiento se ve reforzado en todas las ocasiones en las que aparece; y ya se sabe, tendemos a repetir aquellas conductas que nos funcionan.

¿Qué tengo que hacer entonces?

Expliquémoslo con un ejemplo: Si mi perro muestra respuestas agresivas hacia personas, y he identificado que esas respuestas son fruto del miedo a la gente;, lo primero que debo comprender es que con esos comportamientos lo que pretende es alejar a las personas de su zona próxima; por tanto, lo primero que debo pensar es qué conducta alternativa quiero que me de cuando necesite decirme que están invadiendo su zona próxima y necesita alejarse. Puede ser por ejemplo, sentarse o echarse. En ese caso, yo deberé enseñarle la respuesta alternativa, y una vez aprendida, reforzársela siempre que la muestre en ese contexto. Hasta aquí ya hemos trabajado la respuesta u acción del problema (la agresividad).

En este punto, lo que deberé trabajar ahora será el miedo a las personas; es decir, deberé trabajar la asociación “las personas molan y me dan muchas cosas buenas; tenerlas cerca no es peligroso”. De esta forma, estaremos trabajando la emoción subyacente a la sintomatología de la agresividad (el miedo).

Si solo trabajáramos el cambio de conducta, a largo plazo seguramente dejaríamos de reforzarle la conducta alternativa por despiste o por cualquier otra razón, y el perro se vería obligado a volver a utilizar la agresividad para alejar la fuente de temor; por lo tanto es muy importante trabajar no solo la sintomatología, sino la emoción subyacente.

¿Hay esperanza?

Sí. Con una intervención a tiempo y guiada por un profesional, generalmente los propietarios implicados consiguen avances significativos en el tratamiento de la agresividad. Por supuesto, cada caso es particular, y cuanto antes se inicia el tratamiento, mejores son los resultados.

Dos frases para terminar:

“No debe nunca darse nada por perdido antes de haberlo intentado”.

“No hay perros agresivos, sino perros con respuestas agresivas”.

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