Comando andaluz

Uno de los grandes misterios de la lista de bajas del Alcoyano ha sido Nacho Rodríguez. Muchos aficionados no se explican bien las razones por las cuales al cántabro se le terminó abriendo la puerta. Está claro que su final de temporada no fue para tirar cohetes, pero tampoco otros pesos pesados del equipo hicieron muchos más méritos que él para ganarse una propuesta de renovación. El argumento de esos dos meses sin marcar no ha terminado de convencer a la mayoría y son bastantes los que sospechan que detrás de su adiós hubo algo que no se vio en el terreno de juego y quedó de puertas hacia dentro del vestuario. No podía ser que todos en el club se pellizcaban por haber dado en la diana del 9 que tanto se le resistía al Alcoyano en los últimos años. Encima dentro del vestuario era un jugador querido y cuando hablaba todos callaban porque su discurso estaba lleno de sentido y coherencia la mayoría veces. ¿Entonces qué pasó para que casi de la noche a la día pasara de ser uno de los intocables del equipo a ser un jugador que empezaba a molestar? La justificación hay que encontrarla en la lucha de poderes que hay en todo vestuario por tener el control de lo que allí pasa. Habían bandos por mucho que desde fuera se quisiera trasladar unión absoluta. Por un lado estaban los valencianos, por el otro los alicantinos y quedaba una tercera vía, la más poderosa, cuya influencia había subido como la espuma a medida que fue avanzando la temporada, que era el clan de los andaluces. Su fuerza llegaba hasta el punto de que si alguien de arriba quería saber algo del vestuario, se llamaba a determinados miembros del grupo para ejercer como ‘garganta profunda’, cosa que no era bien vista por algunos sectores de la plantilla. El problema vino, con el equipo en plena cuesta abajo, cuando las cosas en el campo no empezaron a ir como en el inicio de la segunda vuelta cuando llegó Nacho Rodríguez. El cántabro, cansado de la manera que le llegaban algunos balones, señaló a uno de los del clan. Sus quejas le costaron que le pusieran la cruz encima. El cántabro, gato viejo y consciente de que era el principio del fin para él, no quiso levantar la voz consciente de que las cosas no iban a ser igual. La historia posterior ya la conocen la mayoría. El delantero se ha ido por la puerta de atrás y desde el club se negocia a toda costa para que la rama dura del comando andaluz siga otro año vestida como blanquiazul.

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