Beramendi en Alcoy
El ilustre viajero estuvo en Alcoy durante dos meses y del que apenas salió durante una semana para desplazarse a Cocentaina que solo estaba a una legua de distancia.
Le asigna una población de 2800 habitantes cuando para Cavanilles, solo un par de años antes, ya tenía 3000 almas. Alcoy albergaba por entonces una parroquia, dos conventos de frailes y uno de monjas, contando además con un hospital con capacidad para 200 camas que en proporción con sus pobladores no estaba nada mal.
El gobierno político está formado por un corregidor y ocho regidores perpetuos nombrados por el Rey a consulta de la comarca.
Se asombra de la pujanza de la economía alcoyana por la dificultad que representa el terreno montañoso y la esterilidad de la mayoría de sus tierras, que las hacia incultivables. Así y todo la producción era de: ocho mil cahices de trigo, mil de cebada, cuatro mil de maíz, ochenta mil cantaros de vino y 2800 arrobas de aceite entre otros muchos productos. También alaba el tesón de los campesinos alcoyanos que para fertilizar la estéril tierra de la superficie, sacaban la que había a media vara o tres palmos de profundidad para colocarla encima. Las fuertes desigualdades del terreno lo solucionaban formando bancales a base de construir márgenes de piedra que en ocasiones valían más que la tierra que contenían. Los construían con primor y solidez sin emplear argamasa alguna.
Pero lo que más llama la atención de Beramendi es el carácter industrial de los alcoyanos, Declara a Alcoy la villa más industriosa, no solo del Reino de Valencia sino de toda España. Varias páginas emplea el viajero en divagar sobre si la industria en los pueblos son galgos o podencos y si la luz es materia o energía para finalizar describiendo una fabrica como el ente capaz: “de socorrer al infeliz en el rincón de su casa, y de estas solo se encuentran en Alcoy y Cataluña”, para a continuación añadir “que la tradición de enseñar los secretos de la producción de padres a hijos y la competitividad que este sistema produce le admiraban”
En Alcoy se producen paños ordinarios, aunque añade, que también se fabrican extraordinarios (tan buenos como los mejores de Sedan) si son requeridos por encargo. Gracia a la visita que realiza al archivo del Gremio de Fabricantes, nos informa que en Alcoy comenzó a fabricarse paño en el año 1278, apenas tres años después del ataque de Al Azraq, y desde entonces nunca se ha interrumpido.
Critica, sin embargo, que trabajadores y fabricantes estén en gremios diferentes, eso hace que cuando un obrero quería vengarse de su patrón le bastaba con quitar unas pasadas a la tela para que, si lo pillaban, el dueño fuese multado sin poder tomar represalias por el privilegio que tenían de pertenecer a gremios diferentes. Los hiladores y cardadores, recibían la lana en su casa y cobraban anticipadamente el trabajo…para luego no cumplir. Para Beramendi esta claro que los únicos perjudicados eran los empresarios.
Critica Beramendi que los alcoyanos, con la falta de leña que teníamos y la necesidad de ella para mover nuestra industria, no la tuviéramos en nuestro termino o hubiésemos acabado con ella y solo nos quedase la del Monte Realengo, de una legua de largo y un cuarto de ancho, llamado El Carrascal, sin que los vecinos pudiesen hacer uso de él pues en 1760 se le asignaba, por Real Orden, a la marina del departamento de Cartagena. De ello se desprende que, según Beramendi, si la Fuente Roja se ha salvado hasta nuestros días de ser arrasada, no es porque los alcoyanos la respetasen, sino porque la marina española no ejerció nunca el derecho que sobre ella tenía al carecer de encinas. Insiste el viajero en reordenar la distribución del monte en cotos, para que puedan servirse los fabricantes de paños a su comodidad, e incluso insinúa las herramientas que deben emplearse para causar el menor perjuicio en árboles y arbustos.
Beramendi hace excursiones por los alrededores de Alcoy y se maravilla de la multitud de fuentes que surgen espontáneamente en su término, sobre todos las del Molinar, al sur, y la de Barchell al oeste, a las que califica de muy copiosas. No sirven para la agricultura pues la mayoría de los campos son de secano por encontrarse en una cota superior al de las aguas. Estas sin embargo si sirven para el uso de los “trece tintes, 18 batanes, 10 molinos harineros y 23 de papel”
Se detiene aquí Beramendi detallando todos los entresijos de la industria papelera y la presenta como alternativa a la pujante industria textil, aprovechando los desperdicios en tela que esta produce.
También se ocupa nuestro viajero del oficio de cerero que había en Alcoy y que alternaban la producción de velas con la de pastelería y dulces por la relación que tiene esta con la miel.
Si en algo critica el viajero a los alcoyanos, es su afán en el contrabando de tabaco, tal vez como complemento ya que eran los mayores fabricantes de papel para cigarrillos. El tabaco lo traían los alcoyanos desde las calas existentes entre Calpe y Altea, en donde era desembarcado procedente del norte de África. Probablemente de estas acciones se inspiró Blasco Ibáñez, para hacer rico al protagonista de su novela “Flor de Mayo”.
Tal vez, si algo podemos reprochar a Beramendi, es que no hiciese una descripción mas exhausta de la Fuente Roja, como si hizo Cavanilles y no mencionase fiestas populares como la de los Moros y Cristianos, que con toda seguridad seria por no coincidir con ellas durante su estancia en Alcoy.