A campo abierto. RAFAEL J. VALLS BUITRAGO
Mi afición por la fiesta taurina, no es algo que realmente de atraiga. He visto corridas de toros con toreros y rejoneadores. Es cierto que el colorido, la música, la parafernalia y las tradiciones, son algo que llaman la atención y forma parte de nuestra cultura, pero como digo, a mi no me atrae especialmente. Pero en un viaje que tuve que realizar por razones de trabajo a Jerez de la Frontera, y aprovechando mis ratos libres me picó la curiosidad de acercarme a ver mucho mas en directo los entresijos de la fiesta taurina. Estuve en la plaza de toros del Puerto de Santa María considerada como la mas grande de España, me trasladé a la Escuela de Arte Ecuestre de Jerez y también tuve la oportunidad de trasladarme a la finca de los Domecq, en donde pude contemplar como se vive un día de trabajo con el toro y el caballo.
Tuve la ocasión de saludar a un rejoneador de la familia, pero lo que mas me llegó, fue como viven los toros en las dehesas, con sus familias con sus retoños y de cuando en cuando trasladados de un sitio a otro por jinetes a caballo con sus lanzas de madera podríamos decir a modo de defensa. Es curioso como un animal como el toro, tan bravo en la plaza cuando está solo se convierte en algo manejable cuando permanece a campo abierto. También es cierto que el contemplar tamaño ejemplar de cerca, impone de manera indescriptible, pues su mirada directa, profunda y mantenida hace que en tu interior sientas un respeto absoluto por la casta del toro y te sientas orgulloso de poder disfrutar de su presencia como animal nuestro, como símbolo nacional como se le ha considerado. Esa mirada valiente, noble y directa es lo que le hace singular pues su nobleza debería servirnos de ejemplo para nuestros actos diarios. Y si a ello añadimos la hermosura del caballo de pura raza española, caminando y trotando a un ritmo elegante, bailando y manteniéndose en el aire a pesar de su tamaño, con el arte que le imprimen los jinetes incluso los mas jóvenes, hacen que me haya movido el sentimiento para escribir este artículo, puesto que lo nuestro es bonito y muy bueno.
No quiero pronunciarme sobre la legalidad o no de la fiesta taurina. Mi única intención es dejar patente mi respeto por un trabajo bien hecho en la cría del toro bravo y en el adiestramiento magistral del caballo todo ello de pura raza española y aliento al lector a experimentar tales sensaciones en unas dehesas. Sentirá como en su interior algo le hará sentirse orgulloso de nuestras tierras y de nuestras costumbres pues el deleite es singular y máximo si se acompaña con un buen vino de la zona, también español y de cosecha nuestra. Hemos de respetar y amar lo nuestro y mantenerlo pues siempre será mejor apoyar lo nuestro bueno que no al contrario. Es un canto a la vida libre, a campo abierto y a nuestra condición de español y sus costumbres, lógicamente, desde mi modesta opinión.