El otro yo de Carlos Climent

Meterse entre pecho y espalda 450 kilómetros sin apenas tregua y calculando en todo momento las horas de descanso para tener siempre un margen de maniobra y no pasarte de las 168 horas establecidas por la organización, si a ello le añades, abundante nieve, una sensación térmica de 17 grados bajo cero y vientos entre 80 y 160 km/h, obtenemos una ecuación absolutamente imposible para cualquier mortal y solo al alcance de unos privilegiados dispuestos a poner su cuerpo al límite y en unas condiciones climatológicas casi extraordinarias.

Entre ellos se encuentra un alcoyano, Carlos Climent, que en sus tiempos como prometedor atleta de pista llegó a conseguir algo que nadie ha logrado ni acercarse a nivel local casi dos décadas después, cuando logró clasificarse para un Campeonato de España de 60 metros vallas en la categoría promesa, y ahora ya como reconvertido ultrafondista en pruebas non-stop, sin etapas y en autosuficiencia, le conectan con su otro yo, que poco tienen que ver con su día a día como profesional de la banca y padre de familia.

“Mis retos nada tienen que ver con los méritos deportivos”, apunta Carlos Climent, “esa etapa ya pasó para mí cuando para rebajar una décima te pasabas un año entero y no siempre lo conseguías. Es más una cuestión mental. La autosuficiencia es como un gran puzzle en el que debes ir resolviendo pequeños problemas para que todo vaya encajando y logres completarlo”.

La Spine Race consta de 431 kilómetros que hay que completar en 168 horas y recorre Inglaterra de sur a norte con un total de 13.330 metros de desnivel. Desde cerca de Manchester, donde se da la salida, hasta casi la frontera con Escocia, con el famoso Muro del Adriático como gran atractivo y principal enemigo de los participantes. Hasta allá que se fue Carlos Climent tras un año de concienzuda preparación, con detalles que iban como irse a entrenar con las zapatillas mojadas o por las mañanas no poner la calefacción del coche al vivir en el Sargento para tratar de mimetizar lo mejor posible las condiciones adversas que luego iba a encontrarse en carrera. Pero este año la climatología ha desbordado tanto a participantes como a la organización. La típica climatología lluviosa inglesa se convirtió en fuertes nevadas que borraban de repente cualquier rastro para orientarse, ventiscas por encima de los 100 km/h que dibujaban un panorama dantesco y una sensación térmica por debajo de los 17 grados negativos.

“Hubo momentos que aquello fue un auténtico infierno de frío que no sabías lo que hacer y a dónde acudir. A mi particularmente me gusta hacer este tipo de retos con nieve, lluvia y frío, pero lo vivido esa semana fue algo que no olvidaré nunca. Afortunadamente llevaba la equipación adecuada, lo que me salvó de un abandono rápido. La primera noche apenas dormí dos horas y media, pero el segundo día empezó a nevar y ya esa noche la hice toda de tirón sin dormir en previsión de lo que pudiera pasar después. A medida que pasaban las horas, el tiempo fue empeorando. Subidas de 800 metros, parecía que estuvieras ascendiendo un pico de 5.000 metros por las ventiscas y la cantidad de nieve acumulada a tus pies”.

Llegó un momento que la organización obligó a los participantes a seguir en grupos de cuatro. Cuando las condiciones empezaron a ser extremas la organización decidió paralizar la carrera y recortar en catorce horas el límite horario. Ello provocó una cierta confusión, en el caso de Carlos Climent por un desconocimiento de un inglés fluido, lo que le llevó a la descalificación por llegar tarde a un cheekpoint. “Cuando me dijeron que estaba fuera, se me vino el mundo encima, me derrumbé. Quise seguir por mi cuenta pero no me dejaron, la organización era muy estricta en esas cosas. Tardé muchas horas en reaccionar, incluso estando en casa aún estoy afectado porque hubiera llegado sin problemas”.

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