Sencillas, pero verdaderas historias

Hemos asistido recientemente a la publicación de varios libros de historia, de una historia que parecía que a nadie le preocupaba y no obstante tanto a J. L. Santonja como a Angel Beneito nos han demostrado que la sensibilidad ciudadana de Alcoy es muy notoria.
El que fuera alcalde de Alcoy Evaristo Botella, que recibió las medicinas adecuadas para que llegara por sus medios al pelotón de fusilamiento, así como el capitán Roberto García(cuyas conversaciones con su sobrino, ya fallecido, tanto me instruyeron) al igual que Enrique Vaño Nicomendes, todos ellos fusilados. Federico Borrell y José Ruescas, los primeros alcoyanos muertos en Cerro Muriano, y las narraciones de los familiares de Rafael Soler, Daniel Llin, José Aparisi y su hijo Celedonio, ya todos desaparecidos, pero cuyo recuerdo quedará por siempre en nuestra mente y en nuestros corazones.

Un Gonzalo Bernabeu. Miguel Peidro. Victor Bornat,Blas Sanoguera, pero sobre todo, Amando Jorda, “el topo”, cuya historia tanto me conmocionó, y tanto despertó la curiosidad a nuestra joven generación, que deseábamos saber qué había ocurrido en aquellos años, no solo durante la guerra, sino, después en la posguerra.
Cuando en el sindicato, Amando levantaba su calcetín vi el principio de una cicatriz; me dijo que era un ántrax y ese fue el momento en que este hombre, magnifica persona, me contó su historia, sus sufrimientos.
“No pude coger el barco, el Stranbrook, en Alicante, a medio camino por la carretera los fascista remontaban la “carrasqueta” y entraban en Alcoy, nos volvimos y yo me oculté en casa, allí durante dieciséis años. Todos creían que me había exiliado. Mariú, mi mujer, se quedo embarazada y el jefe la despidió por “desvergonzada” Una pequeña comisión habló con el dueño de la empresa, recurriendo a su muy buena bondad católica y Mariú quedo en la empresa y trabajó para alimentar a su hija y esposo. Cuando dieciséis años después se le desarrolló un ántrax a Amando, su mujer llamó a un médico que no dudó en denunciarlo; fue llevado al hospital y luego entró en prisión, poco después lo liberaron al comprobar que no tenía “las manos manchadas” como se solía decir.

“Salíamos a dar un paseo cuando llovía, ella iba delante y yo seguía sus instrucciones, para que nadie nos viera, acachaba la cabeza como si me estuviera abrochando un zapato” si alguien pasaba bajo la lluvia, ni nos miraba”

Tan triste y dolorosas historias, que deberían ser conocidas por las nuevas generaciones con el sano interés de conocer, su pasado más dramático.

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