La

Me propongo algo con este texto. No opinar. Lo convertiré por tanto en un artículo (a secas, sin opinión). De ahí que me haya decidido por ese título. “La”, articulo determinado de nuestra gramática. Alguien lo podrá entender como un velado homenaje a la mujer, ya que se trata de un artículo femenino. O como una estrategia discursiva fundamentada en la criptografía, es decir, una suerte de escritura posmoderna aplicada a la prensa comarcal. Yo soy más partidario de completar ese titular con la “desidia” que me impidió finalizarlo. Sin embargo, no pretendo cuestionar los postulados de Foucault o Barthes a propósito de la muerte del autor, por lo que deposito en el receptor la tarea de interpretar tan ininteligible inicio.

El caso es que estamos en verano, y la gente es propensa a opinar si hace o no hace el suficiente calor como para encender el aire acondicionado de su hogar todo el día, comprometiendo así su economía familiar. O si está justificado dejar durante la noche la ventana de su dormitorio abierta, con el consabido riesgo de sufrir picaduras de mosquito. Las numerosas obras que acomete el consistorio durante la época estival, o la deficiente política forestal que amenaza con hacer desaparecer nuestros bosques, son otros de los temas candentes que los nativos del lugar priorizan en sus conversaciones. Pretendo, con tamaña subversión de los cánones periodísticos, atentar contra la trivialidad que nos subyuga en estas fechas. Y para ello, utilizo mi lengua no vernácula, que de las pocas que domino, es sin duda la que más aborrezco.

Si han seguido leyendo hasta aquí, esperando que me retractase de mi negativa a opinar, se llevaran una grata sorpresa. Con este minuto robado, les he ahorrado tener que atender al juicio de alguien que probablemente les hubiera contado una sandez.

No hace falta que me lo agradezcan.

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