Hoy no… ¡mañana!
No sé si alguno recordará que hace unos años, las personas decentes que no podían comprar al contado lo hacían mediante un método que se venía a llamar ‘pagar a raya’. El método no era otro que el consabido y común ‘pago a plazos’, pero en la transacción intervenía de forma muy concreta un elemento cada vez más en desuso, cuando no desaparecido actualmente: La confianza entre comprador y vendedor. Por parte del comprador, debía tener fundada certidumbre de que su promesa de pagos progresivos sería aceptada por el dueño del negocio. Por parte del vendedor, además, el trato llevaba implícito un acto de fe; la creencia de que aquel que se llevaba su producto volvería cada mes, o quizá cada semana, a pagar puntualmente la cuota acordada, momento en el cual se hacía una raya en la libreta para anotar la nueva fecha y la cifra menguante de la deuda.
Por este sistema se compraban las cosas grandes o importantes. Desde la nevera, hasta el ajuar de las futuras novias. Y de esa forma las familias trabajadoras podían disfrutar de caprichos como la televisión en color. Hoy la mayoría de casas tienen más Smart TV que paños de cocina. Pero sí, a principios de los 80 ver Falcon Crest y Dinastía en color era la aspiración de muchas familias.
En algunas ocasiones el pacto entre caballeros se rompía. El comprador faltaba a su compromiso, ‘pasaba de pagar’ y al vendedor le quedaba el derecho al pataleo y la venganza de pregonar entre el vecindario el nombre del moroso. Cuando eso ocurría, mi madre aprovechaba para darnos una de sus lecciones de vida. Nunca hagáis lo que la lechera del cuento –nos decía– si no tenéis la certeza de que tendréis el dinero, no os comprometáis en la compra.
Pues esto, ni más ni menos, es lo que hizo en el presupuesto del 2016 y ha vuelto a hacer en el de 2017 el Consell bipartito del PSPV y Compromís.
Los 1.300 millones ficticios (no, es no, señor Puig) aparecen de nuevo en el presupuesto “a modo de desafío y reclamación política ante el Gobierno en funciones” y de paso nos avergüenzan a todos porque somos “el vecino” que no podrá cumplir con sus compromisos y, una vez más, “pasará de pagar”.
Jolín, mamá, ¿cómo no se te ocurrió? Si hubieras considerado que, por el mismo trabajo que tú hacías, en otros sitios pagaban más y hubieras incluido ese pico mensual como cobrado aún sin tenerlo, ¡habríamos tenido la tele en color mucho antes! Al vendedor le dirías que tus cuentas (que no cuadrarían con las suyas) eran un desafío y una reclamación justa y, aunque te reclamara los pagos, podrías salir de la tienda con la cabeza alta y dando un indigno portazo.
Pero no quiero ser injusta y atacar únicamente al Gobierno valenciano por una práctica que no es exclusiva del mismo. Sin ir más lejos, en Alcoy hemos recibido como un jarro de agua fría la noticia de que hemos quedado fuera de los fondos europeos para el desarrollo de proyectos urbanísticos. Ni regeneraremos Rodes, ni el cauce del río, ni la plaza de al-Azraq, ni la calle Entenza porque la mitad de la inversión, debía llegar de Europa y no lo hará.
Nuestro alcalde socialista Toni Francés dice, no obstante, que hay un plan y que se hará realidad por un camino u otro. Espero que no tome el camino que tomó la lechera, porque ya sabemos a dónde conduce. Podría tomar el camino de acceso al Polígono Santiago Payá, pero no existe desde el 2011. Hay un proyecto para abrir dos nuevos accesos, pero el Consell no aprueba el presupuesto de un millón de euros… ¡Como tiene 1.300 ficticios…!
Total, que los proyectos de Alcoidemá serán justamente eso, Alcoi demà. O como diría José Mota: “Hoy no… ¡mañaaaana!
PD: Camilo Sesto será hijo predilecto y Medalla de Oro de Alcoy. La figura musical alcoyana más internacional no ha tenido hoy ni ayer en su ciudad de nacimiento, pero sí tendrá un mañana. Es de justicia, ¡lo celebro!