Alfaro, Capitán Moro

Nos habíamos acostumbrado a que no pasara nada –bueno sí que muchos aficionados dieran por cerrada la temporada tras el decepcionante final de 2015–, que con tantas y tan buenas cosas que están sucediendo últimamente en este ilusionante inicio de año, cuesta de asimilarlo.

Comenzamos por lo último, el partidazo que se marcaron Llosetense y Alcoyano en el Municipal Es Puig, disgnificando una categoría tan maltratada como la Segunda B. Si hubiera sido posible, los dos equipos se merecieron llevarse los tres puntos, por el esfuerzo titánico y el tesón que pusieron, dejándose hasta la última gota de sudor en el campo. Pero el fútbol es algo más que esfuerzo y dejarse la piel, cuenta mucho saber aprovechar los recursos propios, y cuando un equipo dispone de jugadores tan desequilibrantes como Liberto y Alfaro, lo normal es que algo diferente pueda suceder y que el rival tiemble cada vez que les llega el balón.

Las redes sociales se llenaron de elogios hacia ambos tras el choque. Algunos pedían la Capitanía Mora para Alfaro. El onubense es la bandera de este Alcoyano y la directiva debería atarlo en corto. Marcó un golazo. El año pasado ya hizo otro en el Rico Pérez y el del domingo estéticamente quizás no fue tan bello, pero sí más trascendente por llegar en el 89 y significar tres puntos que pueden valer su peso en oro en este momento de la temporada.

Ayer se cerró el mercado de invierno. Han llegado Álex Cortell, Liberto, Anaba y Fall. Jugadores sin mucho peso en la categoría, algunos aún por hacer, mientras que se han marchado futbolistas contrastados, caso de Abraham o Julio de Dios. El adiós del jienense ha sido el que más ha dado qué hablar, no por reforzar a un posible rival en el play-off o dejar escapar a un jugador con mucho peso dentro del vestuario y en el juego del equipo, sino por su sustituto, el nigeriano Fall que era suplente de César Remón en el UCAM.

Mi reflexión aquí es doble, ya que el Julio de Dios de esta temporada no estaba siendo ni la sombra del que todos recordamos antes de su lesión, y su estilo de juego se había convertido más en un estorbo que una solución en el sistema de Palop.

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