E. Piera: “El arte es la esperanza de que hay vida detrás de tanto dolor”
Jefe de la sección de protección de menores en la Dirección Territorial de Bienestar Social, Enric Piera dice vivir en la carretera, como Miguel Ríos. Una carretera que le conecta con Alcoy donde se siente feliz, rodeado de montañas y en la tranquilidad del barrio del Viaducto donde ha instalado su hogar. Esa ruta de vuelta a casa entre Alicante y Alcoy actúa también muchas veces como puente, como conexión de esos dos mundos, el del desgarrador e inhóspito de la protección de menores y el del artista, el actor, el poeta. “Puedo escribir a ratos, pintar, me peleo con las piedras. Hago cosas que me reconcilian y logran que mi imaginación vuele”, nos cuenta este ayorense de 55 años que se siente ya un alcoyano más. Con el título de ‘Terra Matriu’ su obra se puede ver hasta el 27 de noviembre en el Centre Cultural.
–¿Qué es Terra Matriu y qué mensaje trata de trasmitir esta exposición?
– La evolución del ser humano nos ha llevado a perder el contacto con los elementos naturales. En el mundo urbano hemos perdido ciertos referentes, la sabiduría que nuestros antepasados sí tenían presente. Ellos no tenían ese confort del que disfrutamos ahora, pero eran más felices. Terra Matriu explora en esa tierra que es como una biblioteca de sabiduría que tenían generaciones pasadas y que ahora nosotros hemos perdido. Ahora no sabemos ni leer el viento, ni las lunas…Nos desconectamos. El mensaje es volver a la tierra, a esa máxima que hay que sembrar aunque no sepas si vas a recoger. Ahora no hacemos nada si no hay una contraprestación automática y garantizada. Y en la medida que hemos perdido esa capacidad de esfuerzo, somos más débiles y vulnerables. Si un día nos quedamos sin comunicaciones nos quedaríamos perdidos. Mi padre no necesita reloj, con la sombra del árbol sabe la hora y por el viento anticipa si lloverá o no. Para esas cosas somos unos discapacitados”.
–¿Cómo llega alguien que trabaja como responsable de protección de menores al mundo del arte?
–De forma natural. Trabajo por la mañana, por la tarde hago teatro, arte… como cualquiera. Si hay un impulso, te empuja a hacer cosas, pero has de tener cosas dentro y necesidad de exteriorizarlas. Si no tuviese esa motivación sería imposible. Yo intento contar lo mismo en diferentes formas, a través de la pintura, la escultura, el teatro, la poesía… Trato de reflexionar y disfrutar de todas esas cosas.
– Su arte va unido siempre a un mensaje.
– Así es. No concibo crear por crear. Si una pieza sirve para emocionar o reflexionar está aportando algo y eso ya es importante.
–Es es un planteamiento que comparte con alguien al que admira y por el que compartió pasiones.
– Sí Josep Albert Mestre era de esa misma opinión y por eso he querido que en el catálogo de Terra Matriu se incluya una crítica suya de mi primera exposición. Para mí Mestre es un referente de cómo ha de ser una persona. Aportó esa actitud comprometida y atenta a todo lo que afecta a nuestro entorno. Mi inmersión en el teatro es un modo de comunicarme con las personas y una forma vivir otras vidas, las de los personajes. Hay música, arte, poesía en los textos…. Por todo eso me ha enganchado.
– ¿Con qué Enric Piera se identifica más, con el comprometido profesionalmente con los problemas sociales de los menores o con el artista?
–Es la misma persona, el preocupado por las cuestiones sociales en el apartado de la protección de menores y el que disfruta con la pintura, la escultura o el teatro. Soy una persona que trabaja en la administración y que después hace arte y teatro, que es, a su vez, un modo de escarbar en mis emociones interiores para poder mirar las de los menores e intentar desde esa empatía ayudarles a buscar un futuro.
– ¿Y qué le resulta más difícil?
– Lo más duro es enfrentarte a la problemática de los menores, casos, por ejemplo, de un niño de 15 meses que ha sufrido malos tratos. En ocasiones la capacidad para hacer daño a los indefensos es infinita. Esas situaciones son muy duras. El arte lo que hace es salvarme de esas visiones tan desgarradoras, situaciones sobre las que reflexiono mientras pinto o golpeo una piedra. Más que una válvula de escape es un modo de meditar, de pensar en aquello que he vivido con los chavales para poder reelaborarlo. El arte lo que me salva es de esas historias, porque lo complicado es cómo reparamos el alma de un chaval que ha sufrido malos tratos. Eso es lo duro. Lo otro me reconcilia. Es como la esperanza de que hay vida detrás de tanto dolor.