La adaptación de un perro a la ciudad: comprensión, paciencia y asesoramiento

DANIEL PÉREZ, educador y adiestrador canino.

Como ya sabemos todos, el número de abandonos de animales aumenta año tras año y las causas de estos abandonos son múltiples. Uno de los más frecuentes, en general propiciado por la crisis económica que aún hoy estamos viviendo, es el caso de aquellas familias que vivían en una casa de campo y han tenido que venderla para trasladarse a un piso en la ciudad.

Las familias que han pasado por esta situación piensan, erróneamente, que un perro que ha vivido parte o toda su vida en el campo –y que normalmente suelen ser de tamaño mediano o grande– no va a poder adaptarse a vivir en la ciudad y en la estrechez de un piso. Y por ello buscan la alternativa de darlo en adopción o dejarlo en un albergue canino (o perrera), incluso hay quien vende la casa con el perro incluido.

Esto es un enorme error por varios motivos: en primer lugar, un perro, sea del tamaño que sea, e independientemente de donde haya vivido, es perfectamente capaz de adaptarse a cualquier sitio donde lo tengamos que llevar. Se adaptará más rápido o más despacio, dependiendo del carácter del animal –y de nuestra capacidad para adaptarlo– pero se adaptará con total seguridad; en segundo lugar, para cualquier perro es infinitamente más difícil adaptarse a una nueva familia, con nuevas normas, nuevos hábitos y gente desconocida, que a un nuevo hábitat.

Y para entender esto solo tenemos que considerar una cosa: si los perros que dejan abandonados en albergues caninos por este motivo, se adaptan a vivir en una jaula (pongamos 8 metros cuadrados de superficie más o menos) ¿Por qué no se van a adaptar a una casa?

Por último, hay que desmentir el mito de que los perros que viven en el campo dedican todo su tiempo a estar corriendo y jugando. Cualquier perro pasa la mayor parte de su tiempo descansando si no tiene nada que hacer, y esto es fácil de comprobar. Si pasamos por casitas donde hay perros veremos que, salvo que nosotros les excitemos, normalmente están tumbados sin hacer nada donde les resulte mas cómodo, pero de ninguna manera están activos todo el tiempo, ni en una casita, ni en un piso.

Para facilitar este proceso de adaptación a nuestra nueva casa, podemos hacer varias cosas:

– Enseñar al perro la casa, controlando por donde va al principio y dejando claras las normas de la casa desde el principio, donde se puede entrar y donde se puede subir y donde no. Con un simple NO si le vemos intención de hacer algo que no queremos, será suficiente. Y por supuesto, premiar todo aquello que haga bien. Esto será más fácil en perros que ya podían entrar en la casa, pero habrá que dedicar un poco más de tiempo en aquellos perros que solo vivían en el exterior.

– Intentar que los primeros días los paseos sean abundantes, largos y variados (entendiendo variados por no hacer siempre el mismo trayecto) y preferiblemente siempre a las mismas horas. Frecuentemente los perros que viven en casitas están acostumbrados a hacer sus necesidades donde y cuando quieren, por ello, para minimizar el riesgo de que lo haga en casa conviene que las salidas sean frecuentes y regulares para que adquiera el habito; después de los primeros días o semanas, conforme veamos que se acostumbran podremos dejarlos en los tres paseos que suele hacer cualquier propietario.

– Preferiblemente, intentar que haya un horario fijo para comer, por dos motivos: primero, porque el que haya horarios fijos para comer regula sus horas de hacer sus necesidades y es más fácil para ellos para controlarlo. En segundo lugar, porque los perros también necesitan horarios y estabilidad igual que nosotros, eso facilita que puedan adaptarse a nuevas situaciones.

– Dedicar parte del tiempo que podamos a jugar con él, esto hará que se sienta recompensado por estar en su nuevo hogar.

Premiar todas aquellas conductas que consideremos positivas: comportarse bien con otros perros, con otras personas etc., no solo en casa, en la calle también. Es importantísimo para fomentar una buena conducta que se sienta recompensado.

– Y sobre todo ser comprensivos con ellos. Al principio cometerán errores posiblemente, podemos llamarles la atención, pero no hay que sobrepasarse, es importante entender que para ellos es una situación nueva y necesitan un tiempo para adaptarse (igual que nosotros).

Facilitaría sobremanera todo el proceso, si disponemos de un tiempo en que tengamos libre acceso a la nueva vivienda antes de mudarnos y podamos ir haciendo visitas al nuevo hogar previamente a la mudanza, para que no sea tan repentino. Lo facilitaría, pero no es indispensable.

Y como siempre decimos, ante cualquier ‘problemilla’ que no consigamos acabar de solucionar –por ejemplo a la hora de pasear, porque estiran o porque tienen algún problema de sociabilidad– nunca insistiremos suficiente con que hay que buscar el asesoramiento de un profesional que nos indique como pulir esos detalles para una adaptación perfecta.

No olvidemos que los perros, como cualquier animal, también siente y padece. Para ellos es un enorme trauma tener que separarse de su familia, mucho más que separarse de una casa. Los que sentimos apego somos los humanos, no los perros.

No les hagamos pasar por la tesitura de tener que cambiar de familia y trastocar toda su vida, mas aun si van a acabar en una jaula; seamos pacientes con ellos, dediquémosles tiempo y veréis como nuestro esfuerzo será recompensado y podremos seguir disfrutando de la compañía de nuestro fiel amigo, vivamos donde vivamos. Y sobre todo, no nos agobiemos con el cambio, puesto que se adaptan mucho más fácilmente de lo que nosotros pensamos. El mejor consejo que alguien nos podrá dar, es que seamos tan pacientes y leales con ellos, como ellos lo han sido con nosotros.

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