Comunicación canina vs. comunicación humana: cómo ser efectivo al hablar con nuestro perro

DANIEL PÉREZ, educador y adiestrador canino.

Todos aquellos que tenemos una mascota en casa nos encontramos con un problema más que frecuente, la lógica barrera idiomática. Con frecuencia nos encontramos con que deseamos que nuestro perro haga (o no haga) algo y no logramos que éste nos comprenda.

El principal problema entre la comunicación humana y la canina, suele ser la diferente forma de entender las cosas entre ambas especies. Nosotros tendemos a pensar que los perros entienden las cosas igual que nosotros, y nada más lejos de la realidad, los perros tienen una manera totalmente distinta de interpretar nuestra “lógica”, lo cual conlleva una enorme frustración por nuestra parte, por no hacernos entender, y una frustración igualmente enorme por parte de nuestro can porque no saben lo que queremos de ellos.

La comunicación canina con otros miembros de su especie, de la que ya hablaremos más adelante, se basa fundamentalmente en señales físicas que son fácilmente entendibles para ellos; en cambio, nuestra principal fuente de comunicación se basa lógicamente en el habla. Esto conlleva que intentemos hacernos entender de la misma forma con una persona que con nuestro perro, y ahí radica el primer y fundamental error. Los perros únicamente entienden aquellas palabras que les hayamos hecho asociar a algo, ya sea de forma intencionada o no, nuestro tono, o nuestra expresividad corporal, por ejemplo, cuando hemos asociado el acto de sentarse, con una orden (siéntate), o incluso palabras que hemos enseñado de forma involuntaria, como por ejemplo, “a la calle”, que se asocian por repetición, o incluso gestos, como dos palmaditas al sofá para que suban.

Cualquier orden que le demos, y que no le hayamos hecho asociar previamente con una acción concreta, es palabrería banal que no conduce a nada, salvo a la confusión. Por mucho que nosotros pretendamos que nos entienden, de ninguna manera son capaces de entendernos, con lo cual hay que evitar en la medida de lo posible la palabrería extra que tendemos a tener con nuestros animales, especialmente cuando la idea es transmitirle algo concreto; por ejemplo, si queremos darle a entender que no queremos que se orine dentro de casa, en el momento en que lo cojamos “in fraganti” podemos decirle simplemente MAL, si lo hacemos así de simple y en el tono correcto, el nos entenderá; en vez de eso, le hacemos una explicación sobre el bien y el mal “no ves que está mal, ahí no se hace, eres un perro malo, tienes que hacerlo en la calle…” Toda esa palabrería es innecesaria y únicamente sirve para desahogarnos nosotros, pero el perro no la entiende, podrá asociar en todo caso nuestro tono y nuestra expresión corporal de enfado, pero de ningún modo las palabras, e incluso si no utilizáramos el tono correcto, podría llegar a entender toda esa palabrería como una felicitación, con lo cual conseguiríamos justo lo contrario de lo que pretendemos.

Otro de los principales problemas es cuando utilizamos nuestra lógica humana, sin intentar entender la lógica canina, que es muy distinta, veamos algunos ejemplos muy frecuentes:

1.- Perros que encerramos en galerías o en habitaciones como castigo por haberse portado mal (algo totalmente desaconsejable) y ladran. En nuestra lógica, como están ladrando, tenemos que ir a regañarlos para que se callen, con lo cual, vamos a la galería, abrimos, le reñimos, cerramos y nos vamos. En la lógica canina, ese ladrido que emplean cuando les encerramos, es una llamada (ven, sácame, déjame salir). ¿Cuál es la consecuencia de nuestra lógica? Que hacemos justo lo que ellos están pidiendo, que vayamos, con lo cual lo que conseguimos es justo lo contrario de lo que pensamos con nuestra lógica, en vez de conseguir que se callen, conseguimos reforzar el ladrido, porque, aunque no haya salido enteramente a gusto del perro, porque no ha salido, si ha conseguido que vayamos, y de esta forma ha conseguido un pequeño refuerzo, que le incitara a aumentar el ladrido con la esperanza de conseguir un mejor resultado.

2.- Perros que soltamos en el parque o en el campo y no responden a nuestra llamada cuando queremos irnos. En nuestra lógica, cuando por fin conseguimos cogerlos, lo que solemos hacer es reñirlos por haber tardado en obedecernos, con la idea de que al reñirlos conseguiremos que venga más rápido porque entenderá que le reñimos por haber tardado mucho (y que habremos acompañado de palabrería también, “no ves que se me hace tarde, que tengo prisa…”). En la lógica canina es todo lo contrario, lógicamente el perro no quiere irse, de modo que se retrasa todo lo que puede en dejarse coger, cuando por fin se deja coger, lo que recibe es una riña, lo que él interpretara como que lo reñimos por cogerlo, no por tardar. ¿Cuál será la consecuencia? Que cada vez tardará más en dejarse coger, con el fin de evitar el castigo.

El tema es sumamente amplio y se podrían poner cientos de ejemplos, pero, en resumen, si deseamos tener una comunicación “fluida”, con nuestros perros, en primer lugar debemos evitar nuestros instintos, que son comunicarnos como si se tratase de un humano, dejemos de lado la palabrería y las conversaciones que no aportan nada ni le ayudaran a entendernos, porque queramos o no, nuestro idioma no es el mismo; en segundo lugar, dediquemos tiempo a enseñarles a reconocer aquellas palabras que deseemos que signifiquen algo para ellos.

Por último, aprendamos a pensar como un perro, y no como un humano, intentemos ponernos un poco en su cabeza y pensar como creemos que nos entenderá él con la información que le demos; y como siempre, lo mejor es acudir a un profesional que nos asesore en la forma de comunicarnos con nuestros animales y en la mejor manera de enseñarles a entendernos.

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