Catalina sopló ya cien veces

Catalina Martínez Segura era este lunes el centro de atención en la Residencia Pintor Emilio Sala de Alcoy. No es para menos, pues cumplía nada menos que cien años. Y con tal motivo se organizó una fiesta en la que no faltó la tradicional tarta y las velas que sopló esta mujer nacida en Lorca, pero afincada desde hace décadas en Alcoy.

En las últimas semanas los residentes del centro y el equipo de animación sociocultural del geriátrico habían colaborado en la preparación de la celebración. El lunes, a primera hora de la tarde, Catalina accedió al salón de actos del centro donde una gran pancarta le recordaba su longevidad. Algo que, apunta la protagonista, le viene de familia. “Mis abuelos no llegaron a los cien, pero estuvieron cerca”, asegura.

Se queja de que su memoria le juega malas pasadas, pero la realidad es que recuerda muchas cosas de esos cien años vividos. “En Murcia trabajé durante doce años en la fábrica de la seda”. Hasta llegar a Alcoy vivió en otros puntos de España, entre ellos Puerto Rosario, la capital de Fuerteventura. De aquellos años en las islas Afortunadas, apuntan Aranza y Paqui, trabajadoras del centro, “añora el sol y el mar”. Su padre, empleado de la compañía Telefónica, tuvo que trasladar su residencia en diversas ocasiones. Catalina es la segunda de tres hermanas. “Somos más hermanos”, decía, aunque sin acertar a concretar cuantos. “En Alcoy trabajé en Ferrándiz”, señala. Se casó, pero no tuvo hijos, por lo que el lunes le acompañaron los familiares más allegados.

Catalina fue en ese acto la gran protagonista, aunque lo es habitualmente entre los trabajadores y residentes del centro por su longevidad, cien años que lleva muy bien y que se dejan notar, especialmente, en la dificultad para escuchar. “La vejez es muy mala”, repite con cierta frecuencia. Para desplazarse por las dependencias del centro utiliza un andador, aunque quienes la conocen aseguran que no le hace falta. “No hay quien le siga su ritmo”. Aunque ritmo, el que demuestra los martes y jueves en las clases de gimnasia y en las de baile a las que acude puntualmente.

En la celebración de su cumpleaños también escuchó la música y fue en su honor, por unos cien años que no se cumplen todo los días. Catalina sopló las velas, recibió regalos, tarjetas de felicitación y escuchó emocionada los versos y las canciones de los residentes del centro. Felicidades.

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