Alrededor del 9 de octubre
Parece ser que los sesudos investigadores valencianos, adeptos a la causa y adictos a ella, comienzan a darse cuenta que no es oro todo lo que reluces y que no solo fueron los catalanes los que vinieron a librarnos de las huestes mahometanas en tiempos de Jaime I. Algunos, no hace tanto, llegaron a cifrar esa cantidad en un 80% de los que vinieron, aunque en conjunto no representaron ni el 4% de la población en esa época. Claramente insuficientes para imponer un supuesto idioma que todavía no existía, como se demostró siglos después cuando los pocos españoles que habitaron en las Filipinas fueron incapaces de imponer el castellano a pesar de una dominación de más de tres siglos.
Hoy en día ya se reconoce que hasta aquí llegaron: catalanes (pocos, estaban todos en Mallorca), aragoneses (la mayoría), navarros (bastantes) y occitanos (los suficientes). Está comprobado que de los cien mil colonos que Jaime I calculó se necesitaban para poder dominar sin problemas estas tierras, solo veinticinco mil llegaron hasta 1275, es decir treinta y siete años después de la conquista.
Muchos menos serian por lo tanto los que habitaba estos lares en la década de los años 60 del siglo XIII, cuando los historiadores locales calculan, para Alcoy, una población de 400 habitantes, basándose en los datos que nos ofrecen los borradores de la Corte de Justicia que, por cierto, están escritos en latín y en un idioma en que nadie se pone de acuerdo en si es catalán, lemosín, occitano o aragonés (aunque los de siempre arrimen el ascua a su sardina), pero lo único cierto es que los escribanos que lo caligrafiaron eran todos aragoneses. La inmensa mayoría de esos cuatro centenares de moradores eran cristianos, y solo aparece algún que otro musulmán residente en el rabal anexo o alrededores (recordemos que desde 1256 los moros tuvieron que abandonar el centro urbano) y se vieron salpicados por los delitos de los cristianos en una época en que lo mejor era pasar desapercibido.
También se reconoce, y a mí nunca me ha cabido la menor duda, de que los alcoyanos (cristianos) de aquella época eran casi todos de “got i navaixa”, es decir borrachos y pendencieros, más propensos a dedicarse al robo y otras fechorías, que a trabajar la tierra y mucho menos a ponerse a construir casas para fundar una nueva población.
Sobre la supuesta fundación de Alcoy, quienes la defienden todavía no nos han explicado cómo tales individuos se dedicaron a construir una nueva población, cuando tenían innumerables casas, con buena tierra, a su disposición para ocupar en todo el reino. Y sobre todo cómo financiaron esas viviendas, pues con las arcas reales, que estaban exhaustas, desde luego que no fueron. Para colmo nueve meses después de la supuesta inauguración ya nos permitíamos el lujo de hacerle un préstamo al rey, de la no despreciable cantidad de 500 sueldos, para que nos librara de la molesta presencia de los antiguos residentes que no querían marcharse.
Según los datos oficiales que han llegado hasta nosotros sobre Alcoy, en la Carta Pobla se repartieron “sus casas y heredares” no “nuevas casas” como algunos tratan de despistar. Con respecto a sus defensas el rey ordenó que se fortificaran las murallas, no que se construyeran. Solo acogiéndonos a lo que realmente sabemos podríamos sacar certeras conclusiones Y desde luego es innecesario darle la vuelta a la tortilla, para sembrar dudas y obtener lo que más les conviene.
Cada vez que llega el mes de octubre, les sale la vena nacionalista a algunos, la catalanista a los de siempre y la del “menfotisme” a la mayoría. Las minorías se manifiestan en las proclamas, en alguna que otra conferencia en la que la parte final, de preguntas o aclaraciones, queda desierta porque nadie ha entendido nada y finalmente se quedan con la versión de: “que si tu lo dices verdad será”. Yo me limito a exponer mi punto de vista de cómo ocurrieron las cosas y si nadie responde supongo será que por no tener las respuestas adecuadas.